otro lado de la mesa-. Una obra francamente impresionante.
– Gracias -respondio Nathan, sorprendido y complacido por el halago.
– Ni que decir tiene que no necesitarias ensuciarte las manos de ese modo si te pagaran adecuadamente por tus servicios.
Nathan se limito a hacer caso omiso de la indirecta que acompanaba el cumplido de su padre.
– Me encanta trabajar con las manos. Me mantiene los dedos agiles.
– No creo que aguanten agiles mucho tiempo si te los aplastas con un martillo -dijo su padre-, o si una de esas bestias te muerde.
– ?Un corral? -canturreo lady Delia con los ojos iluminados por la curiosidad-. ?Bestias?
– Desde que me instale en Little Longstone, he ido acumulando una pequena coleccion de animales -explico Nathan. La conversacion que tenia lugar en el otro extremo de la mesa ceso y de nuevo Nathan volvio a sentir el peso de todas las miradas. Sobre todo fue especialmente consciente de la de unos vividos ojos azules.
– ?Gatos y perros? -pregunto lady Delia.
– Mas bien cerdos y gallinas, aunque tengo tambien un perro…
– Del tamano de un poni -interrumpio Colin.
– Y un gato…
– Un cachorro al que ya hemos tenido que rescatar de un arbol -anadio Colin-. Por no mencionar una vaca, una oveja y un par de patos. No estoy seguro de cuantas ocas hay, y tiene tambien una incorregible cabra aficionada a comer botones. La mayoria de ellos tienen nombres de flores. Son ruidosos, malolientes, y sienten especial predileccion por perseguir a la gente por el jardin… cuando no se dedican a comerse nuestros botones o a mutilar los parterres de flores… y Nathan los adora como si fueran sus propios hijos.
– Gracias por tu edificante descripcion… tio Colin.
Colin nego con la cabeza.
– Me niego a ser el tio de esa cabra atroz.
– Petunia te tiene mucho carino.
Colin saludo el comentario con una mirada glacial.
– Se me comio un boton. Y tambien mi correspondencia personal.
– Eso es solo porque te quiere -dijo Nathan muy seno-. Y no te he oido quejarte esta manana cuando te has dado un buen festin a base de los huevos cortesia de Narciso, Tulipan y Ginebra.
Colin arqueo una ceja.
– ?Ginebra? ?Debo suponer que tienes tambien un gallo llamado Lancelot?
– No, pero me parece una excelente sugerencia que pienso seguir en cuanto vuelva a Little Longstone y asi aumentar mi rebano. Tres gallinas produciran una media de dos huevos diarios. Eso significa que para obtener seis huevos al dia, necesitaria…
– Dieciocho gallinas -dijo lady Victoria. Todos se volvieron a mirarla pero ella, que parecio totalmente ajena a sus miradas de sorpresa, siguio con los ojos fijos en Nathan-. Deben de gustarle mucho los huevos, doctor Oliver.
?Era sarcasmo lo que adornaba su voz? Nathan le devolvio una mirada igualmente firme.
– Lo cierto es que si, aunque ni siquiera yo podria sonar con consumir la cantidad de huevos que produciria en un ano.
Lady Victoria parpadeo dos veces y dijo:
– Cuatro mil trescientos ochenta.
Todos se rieron entre dientes ante el ingenio del que habia hecho gala Victoria lanzando una cifra al azar… todos salvo tia Delia, quien, como Nathan no tardo en ver por el rabillo del ojo, asentia con gesto aprobador. Hizo un rapido calculo y cual fue su sorpresa cuando se dio cuenta de que lady Victoria habia acertado en su calculo.
– Al ritmo en que Nathan colecciona animales, lo mas probable es que reuna todas esas gallinas antes de que termine el ano -dijo Colin, negando con la cabeza.
– ?Y para que podria usted querer tantos huevos, doctor Oliver? -pregunto lady Victoria.
– Sin duda, para tirarlos desde la ventana a inocentes transeuntes -intervino secamente Colin-. Yo mismo fui victima suya en un par de ocasiones cuando eramos unos chiquillos.
– Que excelente noticia -dijo Gordon, sonriente.
– Todavia…
– Vaya… -Gordon chasqueo los dedos-. La noticia no resulta tan excelente. Diganos, pues, ?quien es el afortunado caballero con el que no esta usted comprometida… todavia?
– Lord Branripple o lord Dravensby.
La ceja de Nathan se arqueo.
– Dios mio. ?Branripple y Dravensby? Pero ?siguen vivos?
Lady Victoria le lanzo una mirada asesina.
– Debe de referirse usted a sus padres, pues creo que lord Branripple es de hecho un ano menor que usted, doctor Oliver. Y lord Dravensby solo unos anos mayor.
– Ah. De modo que ambos le han expresado su interes por usted, ?me equivoco?
– Ambos se han dirigido a mi padre al respecto, si.
– Bien, por muy dignos que puedan ser ambos caballeros, puesto que no esta usted prometida -dijo Gordon- deberia considerar que hay aqui mismo, en Cornwall, nobles perfectamente elegibles.
Nathan apenas logro reprimir las ganas de poner los ojos en blanco. Maldicion, Gordon podria muy bien haber dicho: «Hay nobles perfectamente elegibles aqui mismo, en Cornwall; aqui mismo, en esta habitacion, sentados a su lado». Un favorecedor acaloramiento tino de color las mejillas de lady Victoria, y Nathan decidio que sabia precisamente como se sentia un gato cuando se le acariciaba de forma equivocada. Justo despues de que le hubieran metido en una banera llena de agua.
– Si -anadio Colin, con un inconfundible destello en la mirada-, hay aqui mismo, en Cornwall, hombres perfectamente elegibles.
Diantre. Sin duda tanto Gordon como Colin debian de haber caido presas del hechizo que lady Victoria habia pergenado. Menudos idiotas… Aunque sin duda no le resultaria dificil endosarles a lady Victoria. Lo cierto es que la idea deberia haberle complacido inmensamente. En cambio, al pensarlo se vio embargado por una inquietante sensacion parecida a un calambre. De pronto se dio cuenta por segunda vez en lo que iba de dia de que un hombre debia tener cuidado con lo que deseaba porque sus deseos podian cumplirse.
Cogio su copa, centro toda su atencion en el suave clarete y aparto con firmeza a un lado la imagen inexplicablemente irritante de Colin y de Gordon pugnando por la atencion de lady Victoria. La invitada estaba en posesion de una informacion que el necesitaba. Habia llegado el momento de recuperarla y determinar asi que era exactamente aquello con lo que lidiaba… obviando, claro esta, a la irritante flor de invernadero que estaba supuestamente en peligro.
Cuando la cena toco a su fin, los presentes pasaron al salon para jugar a las cartas y disfrutar de los licores. Tras asegurarse de que todos estaban confortablemente instalados y ocupados, Nathan alego una jaqueca y se retiro. Cierto es que le dolia la cabeza despues de haber visto a Gordon y a Colin disputarse el favor de lady Victoria… y de haber sido testigo de la coqueta respuesta que la joven habia dispensado a ambos. Avanzo por el pasillo profusamente alfombrado, paso por delante de su habitacion y la rebaso apresuradamente. Cuando estuvo delante del dormitorio de lady Victoria, pego la oreja a la puerta. Satisfecho al comprobar el silencio que certificaba que la criada de la joven no estaba en el interior, entro oh la habitacion. Tras cerrar la puerta silenciosamente, apoyo la espalda contra el panel de roble y dejo vagar la mirada por la estancia. La senora Henshaw habia dado a lady Victoria la habitacion azul de invitados que siempre habia sido la favorita de Nathan, pues el color le recordaba el mar, sobre todo durante el verano, cuando el palido aguamarina de los bajios junto a la playa adquiria una tonalidad casi anil junto al horizonte.
A pesar de haber llegado a la casa hacia solo unas horas, lady Victoria habia ya dado clara prueba de su presencia en la espaciosa estancia. Una media docena de libros estaban amontonados sobre la mesita de noche. Habia un ornamentado joyero encima del tocador de caoba junto a un lustroso cepillo de plata y un delicado vial de cristal, sin duda lleno de perfume. Nathan inspiro hondo ante el recuerdo de la fragancia de la joven, un aroma tentador y esquivo que impregnaba todavia el aire y basto para invocar una vivida imagen de ella en su mente.