en lo que no habia reparado hasta entonces. Sombras… de dolor, quiza. O de secretos. De haberse tratado de otra persona, Victoria se habria compadecido de el. Bien era cierto que una fisura de compasion a punto habia estado de colarse en su corazon antes de que la aplastara como a una cucaracha. Si el doctor tenia heridas, sin duda las merecia. Y, en cuanto a los secretos… bien, no habia de que preocuparse. Tambien ella tenia los suyos.
Levanto la mirada y de nuevo se deleito con la panoramica que le ofrecia la espalda del doctor Oliver. Izquierda, derecha, izquierda, derecha, flexion, flexion… Cielos, ?cuantos escalones habia? Logro apartar la mirada de aquel trasero exageradamente fascinante y se dio cuenta, aliviada, que solo quedaban cinco escalones. Cuando llego a lo alto de la escalera, el doctor Oliver se volvio y se detuvo a esperar a tia Delia, que ejecutaba su ascenso a paso mas lento. Victoria tambien se detuvo. Se noto desconcertada al verse de pie a menos de un metro de el. Y el hecho de percibirse desconcertada no hizo sino aumentar su irritacion. ?Como podia ser que, a pesar del aspecto desalinado de Nathan, no pudiera apartar los ojos de el? Sin duda, de haber sido ella la que hubiera estado sucia y con la ropa arrugada, y de haber olido como si acabara de revolcarse en un granero, nadie se habria atrevido jamas a calificarla de atractiva.
– ?Esta usted bien, lady Victoria? -pregunto el doctor-. La noto sofocada.
Victoria le regalo una de esas miradas distantes y frias que tan diligentemente habia estado practicando para la ocasion en el espejo de cuerpo entero de su cuarto.
– Estoy perfectamente, doctor Oliver.
– Espero que no se haya fatigado demasiado subiendo la escalera. -La comisura de los labios del doctor experimento una ligera sacudida, y Victoria se dio cuenta de que se estaba burlando de ella. Obviamente, la consideraba poco mas que una simple flor de invernadero. El muy arrogante…
– Por supuesto que no. Estoy en perfecta forma. De hecho, me atreveria a decir que podria subir esta escalera sin perder el aliento. -Contuvo la premura por taparse la boca con la mano. Maldicion, su intencion habia sido limitarse a responder con un simple «por supuesto que no».
El doctor arqueo una ceja oscura y parecio realmente divertido.
– Una gesta que ansio presenciar, mi senora.
– Hablaba metaforicamente, doctor Oliver. Puesto que soy incapaz de imaginar una situacion que me obligara a correr a ningun sitio, y menos aun escaleras arriba, me temo que no sera usted testigo de ello.
– Quiza tendria que correr si se viera perseguida.
– ?Por quien? ?Por el mismisimo diablo?
– Quiza. O puede que por un ardiente admirador.
Victoria rio. Y no dudo en aplaudir mentalmente el despreocupado sonido de su risa.
– Ninguno de mis admiradores se comportaria de un modo tan indigno y tan poco caballeresco. Sin embargo, incluso si, por alguna extrana razon, asi lo hicieran, estoy convencida de que correria mas que ellos, pues soy muy agil y rapida en la carrera.
– ?Y si no lo deseara?
– ?Si no deseara que?
– ?Correr mas que el?
– Bien, en ese caso supongo que dejaria que…
– ?La atrapara?
Victoria guardo silencio ante la intensa expresion que colmo los ojos del doctor, expresion que nada tenia que ver con el tono alegre y despreocupado que empleaba al hablar. Pego con firmeza los labios para contener el torrente de palabras nerviosas que se le arremolinaron en la garganta y noto como la mirada de Nathan se posaba en su boca. Una oleada de calor serpenteo en su interior y tuvo que tragar saliva para recuperar la voz.
– Que me atrapara, quiza -concedio, agradecida de poder responder con voz firme-. Que me capturara, jamas.
– Vaya. Eso casi suena a desafio.
Sintio que la recorria una sensacion. «Atormentale con un desafio…» ?Excelente! El primer paso de su plan estaba ya en marcha y apenas acababa de llegar. A ese ritmo, conseguiria su objetivo en un tiempo record. Quiza incluso podria estar de regreso en Londres antes de que finalizara la temporada.
Alzando apenas la barbilla, dijo:
– Tomeselo usted como prefiera, doctor Oliver.
Fuera cual fuese la posible respuesta de doctor, quedo silenciada por la llegada de tia Delia.
– Por aqui, senoras -murmuro Nathan, conduciendolas lucia la puerta.
Aunque usted, doctor Oliver, puede guiarme al interior de la casa, penso, de por seguro que soy yo quien tiene intencion de guiarle a una divertida caceria. Luego desaparecere alegremente, como lo hizo usted hace ahora tres anos, se dijo.
Capitulo 4
La mujer moderna actual debe rebelarse contra la nocion de que una dama esta obligada a ocultar su inteligencia a los hombres. Debe, asimismo, dar la bienvenida al conocimiento y luchar por aprender algo nuevo cada dia; disfrutar de su inteligencia y no mantenerla en el secreto. Solo un hombre estupido desearia a una mujer estupida.
Charles Brightmore.
Nathan estaba sentado a la mesa de caoba del comedor sintiendose casi como el hijo prodigo. De hecho, se sentia exactamente como el experimento cientifico del hijo prodigo que moraba bajo un microscopio con cinco pares de pupilas fijas en el. Cada vez que miraba a alguien, descubria sobre el la mirada del comensal en cuestion. Y mientras tanto tenia que seguir atado como un ganso cebado en el formal atuendo que exigia la cena que tenia lugar en el comedor. En cuanto la comida tocara a su fin, pensaba arrancarse el agobiante panuelo del cuello y echar al fuego de la chimenea el maldito cuello de la camisa. Aunque, naturalmente, primero tendria que soportar esa interminable e inoportuna cena.
Un lacayo le lleno la copa de vino y el tomo un agradecido sorbo, apenas conteniendo las ganas de beberse la copa entera en una sucesion de largos sorbos. Se atrevio a echar una mirada a su alrededor y noto aliviado que, por vez primera desde que habia tomado asiento, habia dejado de ser blanco de todas las miradas. Lady Delia, que estaba sentada a su derecha, se hallaba sumida en una animada discusion con su padre, que a su vez ocupaba la silla colocada a la derecha de la dama, a la cabecera de la mesa.
La mirada de Nathan se poso en el trio sentado delante de el: Colin, lady Victoria y Gordon Remming, quien habia heredado su titulo desde la ultima vez que Nathan le habia visto en el curso de aquella fatidica noche, tres anos antes, y que se habia convertido en el baron de Alwyck. La cabeza de resplandecientes cabellos dorados de Gordon estaba inclinada muy proxima a lady Victoria, como si la joven estuviera mostrando alguna perla de sabiduria que Gordon no soportara perderse. Lady Victoria, sentada entre Gordon y Colin, parecia estar disfrutando inmensamente, sonriendo, charlando y riendo. Sin duda gracias a que ambos hombres la colmaban de cumplidos y atenciones. Maldicion, cualquiera diria que ninguno de los dos habia visto en su vida a una mujer atractiva. Y todo eso por la mujer de la que supuestamente el debia cuidar. Bien, en cuanto hubiera cumplido con el compromiso adquirido con el padre de la muchacha, Colin y Gordon podian muy bien quedarse con ella.
La mirada de Nathan se fijo entonces en Gordon, y la culpa y el arrepentimiento que tanto se habia empenado en enterrar fueron catapultados a la superficie. A pesar de que el saludo que Gordon le habia dispensado habia sido reservado, cuando Nathan le habia tendido la mano, Gordon habia aceptado el gesto, si bien tras una breve vacilacion. Y aunque Nathan leyo con claridad la sospecha que aun asomaba a los ojos de su amigo, lo cierto es que no habia esperado menos.
– He visto el corral que has construido -dijo su padre, desviando su atencion del trio que seguia riendose al