– Continue, se lo ruego. Esto es mas entretenido que cualquiera de esas torridas novelas que una jovencita como yo pueda leer.

A Nathan le llevo apenas un segundo preguntarse si hasta la fecha habia conocido a alguna mujer mas exasperante y supo sin ninguna duda que no. Con los ojos entrecerrados, deposito la bolsa de viaje de Victoria en el suelo y dio un paso hacia ella, deleitandose perversamente en la repentina chispa de incertidumbre que vio brillar en sus ojos.

– ?Quiere entonces el relato torrido? -pregunto, empleando un tono de voz sedoso-. Estare encantado de contarselo. Desde una perspectiva tanto militar como contrabandistica, esta propiedad esta situada en un enclave muy privilegiado. Durante la guerra, fui reclutado por la Corona para llevar a cabo varias misiones, que incluian espiar a los franceses y recuperar objetos que salian de contrabando de Inglaterra. Hace tres anos se me asigno la mision de recuperar una valija llena de joyas, pero la mision no… salio como estaba planeado y las joyas se perdieron. Deje el servicio a la Corona poco despues. Recientemente ha salido a la luz nueva informacion referente al posible paradero de las joyas. Dado que yo era quien estaba mas familiarizado con el caso, se me ha pedido que regrese a Cornwall para ayudar a recuperarlas. La nueva informacion en relacion a las joyas esta en la nota que usted ha encontrado… una nota que, como a buen seguro entendera, me pertenece. -Se cruzo de brazos, gratificado al ver que Victoria habia dejado de parecer divertida. Sin embargo, tampoco parecia del todo convencida-. Y puesto que creo haber satisfecho su curiosidad, le estaria sumamente agradecido si ahora me devolviera la nota.

– De hecho, lo unico que ha conseguido es espolear mi curiosidad, doctor Oliver.

– Una lastima, puesto que esa es toda la explicacion que estoy dispuesto a darle. -Tendio la mano-. Mi carta, se lo ruego, lady Victoria.

En vez de acceder a su ruego, Victoria empezo a pasearse delante de el. Nathan casi pudo oir los engranajes girando en su cabeza mientras consideraba todo lo que el le habia dicho. Con un suspiro de resignacion, bajo la mano y la observo. La luz del fuego la envolvia en un suave y dorado resplandor, reflejandose en su reluciente cabello. El vestido, una seda en tono bronce brunido que realzaba sus ojos azules al tiempo que favorecia su tez de piel clara, se arremolinaba alrededor de sus tobillos al girar.

La mirada de Nathan se poso en la delicada curva del esbelto cuello de la joven, que habia quedado tentadoramente al descubierto por el recogido griego que peinaba sus cabellos. Se sorprendio fascinado por el punto donde el cuello se encontraba con la suave pendiente de su hombro… por esa delicada hondonada situada en la union de la base del cuello y la clavicula. Los dedos y los labios del medico fueron presas de un repentino deseo de tocarla alli. De saborearla alli. De experimentar la sedosa suavidad de ese punto vulnerable. De aspirar la esquiva fragancia a rosas que, como bien sabia, ella llevaria prendida a su piel.

Victoria se volvio de nuevo y fruncio los labios, atrayendo la atencion de Nathan a su rosada carnosidad. A pesar de los tres anos transcurridos, Nathan recordaba todos y cada uno de los detalles exactos de esos labios. Su suave textura. La lujuriosa carnosidad. El delicioso sabor. Su sensual modo de deslizarse contra su boca y su lengua. Habia besado a un buen numero de mujeres antes de vivir ese instante robado con lady Victoria, pero aquellos breves minutos con ella en la galeria sin duda habian borrado de su memoria todos los encuentros anteriores.

Tambien habia besado a un buen numero de mujeres despues de aquel instante robado con lady Victoria. Para su profunda confusion y fastidio, habia descubierto que, por muy agradables que otros labios pudieran parecerle y por grato que fuera su sabor, ninguno le habia provocado las mismas sensaciones que los de ella. En ninguno habia encontrado ese sabor. Cierto era que la necesidad de probarse que se equivocaba al respecto se habia convertido en una especie de busqueda… hasta que habia empezado a sentirse como el principe del cuento de la Cenicienta, aunque con la diferencia de que, en vez de intentar descubrir el pie que encajaba en el zapato de cristal, el intentaba encontrar un par de labios que se adecuaran a los suyos como lo habian conseguido los de ella. El principe habia salido airoso de su busqueda. Desgraciadamente, el todavia no habia sido tan afortunado.

«Quiza porque has estado buscando en los lugares equivocados», susurro su voz interior. «Besando a las mujeres equivocadas. Quiza deberias limitar tu busqueda a esta habitacion…»

Nathan mando al demonio a su voz interior y se clavo con firmeza los dedos a los costados para evitar tender las manos y agarrar a lady Victoria en el momento en que ella volvia a pasearse por delante de el para luego estrecharla entre sus brazos y besarla. Probarse de ese modo que, efectivamente, le habia dado demasiada importancia a un beso insignificante. No podia haber sido tan maravilloso. Si, sin duda habia dado al episodio unas proporciones inmerecidas. Y solo habia un modo de comprobarlo.

Pero antes de que Nathan pudiera moverse, lady Victoria se detuvo y se volvio a mirarle.

– Si la historia que me ha contado es cierta -anuncio, mirandole con esa clase de sospecha alerta con la que un raton observaria a un gato hambriento-, mi padre debe de estar implicado de algun modo.

Maldicion. Nathan estaba seguro de que Victoria sumaria dos mas dos y daria con el resultado correcto. Habia esperado que no fuera asi, confiando en que, como muchas mujeres de su posicion, tendria la cabeza llena unicamente de chismes y de modas. Estaba claro que lady Victoria no era ninguna estupida. A pesar de que una negacion asomo a sus labios, no fue capaz de darle voz. En vez en eso, se sorprendio esperando fascinado que diria ella a continuacion.

Victoria no le defraudo y prosiguio irrefrenablemente.

– Incluso aunque papa no fuera la persona que oculto la nota en mi bolsa, debe de haber estado al corriente de su existencia. De ahi que insistiera tanto en que viajara a Cornwall. Demasiada insistencia la suya, ahora que lo pienso. -Nego lentamente con la cabeza al tiempo que en su frente se dibujaba un ceno cada vez mas pronunciado y su mirada se posaba en las llamas que danzaban en la chimenea-. Eso explicaria muchas cosas… -murmuro.

Nathan mantuvo sus rasgos totalmente impasibles -un talento heredado de sus dias como espia- y se limito a observarla. Tras casi un minuto de silencio, la mirada de Victoria giro hasta clavarse en el.

– Mi padre trabaja para la Corona.

Mas que una pregunta, sus palabras fueron una afirmacion, y Victoria las pronuncio en un tono totalmente inexpresivo.

Nathan descarto de inmediato cualquier intento de andarse por las ramas.

– Si.

De labios de ella escapo un sonido desprovisto del menor asomo de humor.

– Ahora lo veo todo muy claro… las reuniones clandestinas en su estudio a ultima hora de la noche, sus frecuentes ausencias, la expresion preocupada en sus ojos cuando se creia ajeno a cualquier mirada… -Dejo escapar un largo suspiro y nego con la cabeza-. En el fondo yo sabia que no era sincero, que habia algo mas tras el juego y la frivolidad masculina que empleaba como excusas, pero nunca quise presionarle. -La expresion de su rostro cambio hasta adoptar un aire de profundo dolor y esa expresion desolada estremecio el corazon de Nathan-. Crei que tenia una amante y que simplemente se mostraba evasivo y discreto para no herir mi sensibilidad.

– Me temo que el secreto es inherente a la labor de cualquier espia.

– ?El secreto? Querra decir usted la mentira.

A Nathan no le costo ver que Victoria se debatia en un mar de emociones, intentando asimilar sus sentimientos, y ver ese debate le afecto de un modo al que no supo poner nombre. Se acerco a ella y la tomo con suavidad de los brazos.

– Me refiero a decir y a hacer lo que sea necesario para mantener oculta nuestro vinculo con la Corona y asi poder llevar a cabo nuestro cometido y proteger los intereses del pais. Mantenernos a salvo a nosotros, a nuestros amigos y a nuestra familia.

La mirada de Victoria busco la de el.

– La noche que vino usted a casa a ver a mi padre… ?su visita estaba relacionada con la mision referente a las joyas? -pregunto.

Un musculo se contrajo en la mandibula de Nathan.

– Si.

– ?Mi padre estaba involucrado?

Hasta su condenado cuello, penso Nathan.

– Asi es. -La solto y entonces, tras librar un breve debate consigo mismo, decidio que no tenia sentido no

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