– Supongo entonces que deberia halagarme el hecho de que me haya traido con usted -dijo Victoria, orgullosa del tono despreocupado que habia logrado emplear. Aun asi, la curiosidad la llevo a preguntar-: ?Por que lo ha hecho?

Nathan observo brillar el mar de destellos de luz alrededor de Victoria, envolviendola en lazos de chispas, y cualquier buena intencion que pudiera haber albergado le abandono en ese mismo instante. Parecia una princesa banada en diamantes, con sus sedosos rizos en glorioso desorden por obra del viento y esos labios carnosos brillando a la luz, tentandole como el canto de una sirena. Se aparto de la pared con un ligero empujon y se acerco a ella despacio.

– Podria darle un buen numero de motivos plausibles, como que deseaba desempenar el papel de cortes anfitrion y que crei que le gustaria. O que de repente me embargo un irresistible deseo de visitar la cueva y, como no podia dejarla sola en la playa, la traje conmigo. Y, a pesar de que ambos motivos son ciertos, si los empleara como respuesta, estaria exculpando mi comportamiento en lugar de admitir el verdadero motivo.

Cuando apenas les separaba medio metro, Nathan extendio el brazo y tomo la mano de Victoria, cuyos ojos se dilataron ligeramente, aunque no hizo ademan de detenerle. Por el contrario, se humedecio los labios con la punta de la lengua, sin duda en un gesto inconsciente, aunque basto para lanzar un torrente de calor liquido a la entrepierna del medico. Demonios, pocas posibilidades tenia Nathan de ser inmune al beso de Victoria si ella conseguia provocar en el tan dolorosa excitacion antes incluso de que los labios de ambos se hubieran unido.

– ?Cual es el verdadero motivo? -susurro Victoria.

– ?Esta segura de que desea saberlo? -Y, al verla asentir, dijo-: Siento curiosidad por saber si el beso que compartimos en su momento resultaria tan delicioso en una segunda ocasion. -Coloco entonces la mano de ella sobre su pecho, justo sobre el punto donde su corazon palpitaba como si acabara de correr en una carrera, la tomo suavemente de la cintura y la atrajo lentamente hacia el. Cuando entre ambos hubo apenas unos centimetros, pregunto-: ?Esta dispuesta a admitir que desea lo mismo?

Nathan se quedo totalmente inmovil, esperando una respuesta, preguntandose si Victoria haria alarde del mismo valor que ya habia mostrado la noche anterior o si, por el contrario, se ocultaria tras una falsa cortina de reserva remilgada y doncellesca. Victoria se apoyo contra el, levanto la cabeza y susurro:

– Deseo lo mismo.

«Gracias a Dios.» Nathan logro a duras penas reprimir el deseo primitivo y casi abrumador de atraerla bruscamente hacia el y devorarla, y se limito a inclinar lentamente la cabeza hacia esos labios tentadores que tanto le habian atormentado durante incontables horas. Por fin descubriria si simplemente habia imaginado lo maravilloso que habia sido el beso compartido en un pasado ya remoto.

Rozo con suavidad los labios de Victoria con los suyos en una tentadora y susurrante caricia. Ella dejo escapar un jadeo ahogado y Nathan volvio a acariciarle los labios con los suyos, tentador, buscando, saboreando. Recorrio el carnoso labio inferior con la punta de la lengua, una invitacion que ella acepto abriendo ligeramente la boca. Con un gemido que no logro contener, la estrecho con fuerza contra el y pego su boca a la de Victoria. Supo sin dilacion lo que habia pasado por la cabeza del principe del cuento de la Cenicienta cuando por fin dio con el pie que encajaba en la zapatilla de cristal: «Ya era hora, demonios».

El deseo le abraso con la intensidad de una llamarada y, como la ultima vez que habia estrechado a esa mujer en sus brazos y la habia besado, perdio toda nocion del tiempo y del espacio. No habia nada mas que ella, el apetitoso sabor de esa boca sedosa, el erotico roce de sus labios, el saten de sus cabellos deslizandose entre sus dedos, el delicado aroma a rosas que desprendia su piel, el lujurioso contacto de sus femeninas curvas pegandose a el, la excitante sensacion de sus manos deslizandose arriba y abajo por su espalda.

Maldicion, Nathan se sentia liberado. Desesperado. En cierto modo, eso le habria horrorizado si hubiera tenido algun control sobre su reaccion ante ella. La ultima vez que la habia tenido entre sus brazos, habia sido perfectamente consciente de que su hermano y la tia de Victoria estaban en la habitacion contigua. Pero en aquel momento alli no habia nadie mas…

Tirando de ella hacia el, retrocedio unos pasos hasta que sus hombros golpearon contra la pared. Con un profundo gemido, separo las piernas, planto firmemente las botas en la arena y la encajo contra el angulo de sus muslos.

Perdido… Nathan estaba total, absolutamente perdido. No habia conocido a ninguna mujer que le hiciera sentirse de ese modo, en la que encontrar un sabor semejante. Aun asi, no se trataba unicamente de como Victoria encajaba perfectamente en sus brazos ni de su delicioso sabor lo que le afectaba de forma tan intensa. Era tambien la ardiente respuesta de ella a su beso, a su contacto. No pudo sino poner en duda sus posibilidades de resistirse a los encantos de Victoria bajo ningun concepto, pero ante el hecho de que ella le besara y le tocara con un fervor comparable al suyo no pudo por menos que caer de rodillas a sus pies.

Victoria dejo escapar un gemido y se movio inquieta contra el, y las manos de Nathan deambularon por su espalda hasta cubrir la tentadora curva de sus nalgas. La coloco entonces con mayor firmeza contra el y despacio se froto contra ella. La ereccion que sintio le hizo saber entonces que corria un peligro real de perder el control. Desesperado por calmar el ritmo de las cosas antes de desprestigiarse como no lo habia hecho desde que era un chiquillo, aunque a la vez incapaz de poner freno a esa locura, logro encontrar la fortaleza para abandonar las delicias sedosas de la boca de Victoria y deslizar los labios por su suave mejilla primero, y por la linea del menton despues.

Sin embargo, no encontro en ello ningun alivio, pues la piel de lady Victoria emboto sus sentidos con la esquiva fragancia de las rosas. Paso la punta de la lengua por la delicada concha de la oreja de la joven, absorbiendo su brusco jadeo, que no tardo en fundirse en un ronco gemido cuando los dientes del doctor le mordisquearon el lobulo con suavidad. Le rozo la piel sensible oculta tras la oreja, y Victoria arqueo el cuello para permitirle mejor acceso al tiempo que sus manos se posaban sobre sus hombros y sobre su pecho. Nathan rozo con la lengua el palpitante hueco situado en la base del cuello, absorbiendo el frenetico palpitar.

Basta… Tenia que detenerse… pero todo pensamiento desganadamente racional que hubiera podido albergar se desvanecio cuando ella cerro los punos alrededor de sus cabellos y tiro de su cabeza hacia arriba.

– Otra vez -susurro contra su boca. Mas que una suplica fue una orden, pero una orden prenada de impaciencia. Si Nathan hubiera sido capaz de ello, se habria reido ante una orden tan autocratica como aquella, que era la misma que Victoria habia empleado tres anos antes. En aquel entonces, Nathan no se habia negado a cumplirla, y estaba plenamente seguro de que tampoco podria negarse en ese momento.

Las bocas de ambos se fundieron en un beso profundo y exuberante, al tiempo que la lengua de el acariciaba en clara imitacion del acto que su cuerpo anhelaba compartir con ella. Una avidez salvaje, comparable a nada de lo que habia experimentado hasta entonces, le recorrio sus venas. Sus manos se deslizaron por la espalda de Victoria para cubrirle luego los pechos. El turgente pezon le rozo la mano a traves de la tela del vestido de montar… una tela que sin duda tenia que desaparecer. Nathan le quito el volado de encaje y deslizo entonces los dedos por los satinados promontorios de sus inflamados pechos. Maldicion, que suavidad. La calida piel de Victoria temblo bajo sus manos, y sus dedos se introdujeron bajo el borde del cuerpo del vestido.

Victoria se retiro hacia atras, interrumpiendo el beso.

– ?Que… hace? -jadeo contra sus labios.

?Preguntas? ?Esperaba que fuera capaz de responder sus preguntas? Los dedos de Nathan le acariciaron el pezon y dejo escapar un gemido.

– ?Que hace?

Nathan tuvo que tragar saliva para encontrarse la voz.

– Me parece obvio.

Por toda respuesta, Victoria le propino un empujon, se deshizo de su abrazo y retrocedio varios pasos. Jadeante, con el cabello revuelto y el corpino torcido, arrebolada y con los labios humedos e hinchados, parecia excitada como si acabara de separarse de los brazos de su amante. Hasta que miro a Nathan a los ojos. Entonces fue la personificacion de la centelleante Furia a punto de fulminarle alli mismo con el poder del rayo.

– Si, es obvio -dijo con unos ojos que escupian rabia al tiempo que se sujetaba el corpino-. Esta buscando su carta.

Capitulo 9

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