acuerdos entre los y las espias se sellan con besos. Esta todo escrito en el Manual Oficial del Espia.

– ?El Manual Oficial del Espia? -Victoria solto un bufido de incredulidad-. Estas de broma.

– Hablo totalmente en serio. Como sabras, el espionaje cuenta con reglas muy precisas, y tienen que estar escritas en alguna parte. De ahi la existencia del manual.

– ?Y tienes un ejemplar?

– Por supuesto.

– ?Me lo ensenaras?

Nathan sonrio y dio otro paso hacia ella.

– Mi querida Victoria, estaria encantado de ensenarte cualquier cosa que desees ver.

Victoria trago saliva, retrocedio un paso mas y su espalda fue a dar contra la refulgente pared. Alzo el menton.

– Tengo la sensacion de que eso de «sellar el acuerdo con un beso» no es mas que una treta para volver a deslizar tu mano en el interior de mi corpino.

– Aunque reconozco que la idea no deja de resultar tentadora, te demostrare mi sinceridad. -Nathan volvio a dar un paso adelante, deteniendose cuando apenas les separaban unos centimetros. Alargo entonces los brazos, y, despacio, poso las manos en la pared de piedra a ambos lados de la cabeza de Victoria-. ?Lo ves? Ni siquiera te tocare. Mis manos seguiran exactamente donde estan. Y ahora, ?podemos sellar nuestro acuerdo?

Victoria siguio con la espalda pegada a la tosca pared de piedra, e intento desesperadamente reunir la indignacion que deberia estar sintiendo contra el por haber vuelto a enganarla asi una segunda vez. Sin embargo, en vez de indignacion, un profundo anhelo y un estremecimiento puramente femeninos la sacudieron. ?Habia pasado menos de una hora desde que se habia preguntado como serian los ojos de Nathan colmados de deseo? Bien, pues ya lo sabia. Brillaban con una combinacion de avidez y de excitacion ante la que sintio como si sus faldas hubieran prendido fuego. A pesar de que el no la tocaba, podia sentir el calor que manaba de todo su ser. Oler su calida piel, la sutil fragancia del sandalo, del algodon almidonado, todo ello mezclado con la fresca y humeda brisa marina. Todavia tenia que recuperarse del ultimo beso devastador de Nathan. Lo cierto es que no estaba del todo segura de que las piernas la sostuvieran con un segundo beso. Pero sin duda la mujer moderna actual desearia descubrirlo…

La cabeza morena de Nathan descendio sobre la de ella. Los ojos de Victoria se cerraron y pego sus punos cerrados contra la pared, preparandose para la frenetica embestida.

Embestida que nunca llego. En vez de eso, Nathan deposito unos besos ligeros y aereos, tan suaves como alas de mariposa, en su frente. En la sien y en los labios. En los parpados cerrados, en la linea del menton, en las comisuras de la boca. El calido aliento de Nathan, perfumado con algo especiado que a Victoria le recordo a la canela, le acaricio la piel con el mismo toque suave que sus labios. Cuando la boca de el rozo con suavidad la suya, el corazon de Victoria palpitaba ya con tanta fuerza que pudo incluso sentir el frenetico latir por lodo el cuerpo… En las sienes. En la base del cuello. Entre las piernas.

Ansiosa de pura impaciencia, Victoria se preparo para la exigente embestida del beso de Nathan, pero el volvio a sorprenderla apenas rozandole los labios. Fue un contacto lento y suave, seguido de un pausado roce de su lengua a lo largo de su labio inferior. Los labios de Victoria se abrieron y Nathan la beso lenta y suavemente, con una total falta de prisa que la derritio y la enloquecio a la vez. El cuerpo de ella anhelaba sentirse uno con el de Nathan. Sentir sus manos deslizandose sobre ella y pasar a su vez las suyas sobre el. El calor la inundo, concentrandose en el vientre. Junto las temblorosas piernas en un esfuerzo por aliviar la hormigueante presion que se abria paso entre sus muslos, aunque la friccion no hizo sino frustrarla aun mas. Deseaba, necesitaba mas. Sin embargo, en cuanto deslizo la mano alrededor de la cintura de Nathan para atraerlo hacia ella, el dio un paso atras. Un gemido de protesta surgio de labios de Victoria y sus manos cayeron inertes a sus costados. Agradecio la solida pared que protegia su espalda y que le impidio deslizarse a la arena del suelo convertida en un ser jadeante y gelatinoso.

Victoria abrio con sumo esfuerzo los ojos y reparo, presa de un arrebato de despecho, que Nathan no estaba en absoluto alterado, cuando ella se sentia totalmente fuera de si. Mientras seguia apoyada contra la pared, intentando recobrar el aliento y calmar su pulso enloquecido, Nathan recogio del suelo su fular. Sin pedirle permiso, le coloco el delicado panuelo de encaje de blonda al cuello, fijandoselo con dedos agiles a la parte superior del vestido. Despues le ajusto el corpino con un diestro tiron, dando muestra de una facilidad sin duda fruto de la practica que indicaba que estaba muy familiarizado con los entresijos del vestuario de las damas. Una oleada de calor la recorrio por entero, y Victoria se pregunto si Nathan se mostraria tan experto a la hora de desnudar a una mujer.

Nathan poso de nuevo en ella una mirada inexcrutable.

– Nuestro acuerdo ha quedado sellado, Victoria. Mi nota, te lo ruego.

Victoria no tuvo mas remedio que apretar con firmeza los labios ante la voz aspera y profunda que Nathan empleo para pronunciar su nombre a fin de contenerse y no pedirle que volviera a pronunciarlo.

– Te la dare en cuanto volvamos a la casa.

Una ceja oscura se arqueo bruscamente.

– Si es tu modestia la que intentas proteger, permite que te recuerde que estoy ya familiarizado con lo que oculta tu corpino.

El fuego abraso las mejillas de Victoria. Aun asi, agradecio las palabras de Nathan, pues vio en ellas un recordatorio mas que necesitado de que aquel hombre arrogante era un peligro para su paz interior.

– La nota no esta escondida en mi corpino. Te la dare cuando lleguemos a Creston Manor.

Nathan la observo con atencion durante varios segundos, y Victoria respondio a su escrutadora mirada con una frialdad semejante. Por fin, el asintio.

– Muy bien. En ese caso, volvamos.

Nathan cogio el sombrero lleno de conchas de Victoria, se lo acomodo bajo el brazo y le tendio la mano. Sin pronunciar palabra, ella deslizo su mano en la de el y le permitio sacarla de la cueva. En cuando emergieron del estrecho pasadizo oculto entre las rocas, Nathan la solto y Victoria se deshizo de la absurda sensacion de decepcion que la invadia. No habia motivo para sentirse desilusionada. En realidad, deberia estar pletorica. Hacia menos de veinticuatro horas que habia llegado a Cornwall y ya habia conseguido su objetivo: dar a Nathan un beso que el tardaria en olvidar. No obstante, tenia que hacer frente al hecho indiscutiblemente molesto de que tambien el le habia dado un beso que ella tardaria en olvidar. Diantre, eso no habia entrado en sus planes.

Fue entonces consciente de otra molesta consideracion. ?Realmente le habia dado un beso que el tardaria en olvidar? A pesar de que no habia la menor duda de que el se habia mostrado fisicamente excitado ante el encuentro, ?como podia estar segura de que no olvidaria aquel beso pasados cinco minutos? Quiza ya lo habria olvidado.

Miro a Nathan con el rabillo del ojo mientras cruzaban la playa y apreto los labios con firmeza en una combinacion de desconsuelo y de fastidio. El caminaba tranquilamente a su lado como si no tuviera ninguna preocupacion, con el rostro vuelto hacia el sol y el viento alborotandole los oscuros cabellos. Nathan se agacho y cogio de la arena una concha pequena de perfecto nacar. Una sonrisa asomo a las comisuras de sus labios. Parecia a la vez imperturbado, despreocupado y sin duda en absoluto dedicado a darle vueltas al rato que habian pasado juntos en la cueva.

Incapaz de reprimir sus deseos por saber, Victoria dijo:

– ?Puedo preguntarte que estas pensando?

Nathan se froto la mano contra el estomago.

– Me preguntaba lo que la cocinera habra preparado para el almuerzo. Espero que sea abundante. Estoy muerto de hambre.

Comida. El muy punetero estaba pensando en comida. Apretando la mandibula para prohibirse asi hacerle cualquier otra pregunta cuya respuesta no estuviera dispuesta a oir, Victoria siguio en silencio durante el resto del camino de regreso a la casa. Cuando se acercaban a las cuadras, vio a lord Sutton y a lord Alwyck de pie en la amplia entrada. Ambos la miraban atentamente, y Victoria reparo en el desastre en que debian de haber quedado convertidos sus cabellos a causa de la energica brisa. «Y de los largos dedos de las manos de Nathan», anadio su ladina voz interior.

«Bah.» El viento le habia deshecho el peinado mucho antes que Nathan la tocara. Lo cierto es que le estaba agradecida al viento racheado pues sin el no habria tenido ninguna otra explicacion que justificara su aspecto despeinado.

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