– Un autentico tesoro -concedio Nathan.

– … o proporcionarle un modo de limpiar su nombre de toda sospecha… una posibilidad igualmente valiosa.

Nathan arqueo una ceja.

– O mejor aun: quiza sea un modo de llevar a cabo ambas tareas.

– Dado que mi padre le ha enviado esa informacion, me parece evidente que le considera inocente.

– ?Ah, si? Una deduccion harto ingenua, lady Victoria. Es igualmente posible que tenga otros motivos.

– ?Como por ejemplo?

– Como que haya planeado tenderme una trampa. O quiza quiera recuperar las joyas para su propio beneficio economico o politico.

Nathan leyo claramente la indignacion que arrebolo las mejillas de Victoria, pues antes de que ella hablara, anadio:

– No se trata de ninguna acusacion, ni siquiera una sugerencia. Me limito simplemente a subrayar que las cosas no siempre son lo que parecen y que a menudo hay mas de una explicacion o motivo para cualquier circunstancia.

– Eso apesta a excusas, cosa que me hace pensar en algun metodo mas que conveniente para justificar cualquier indiscrecion pasada.

En vez de mostrarse ofendido, un brillo malvado asomo a los ojos de Nathan.

– Sin duda algo de lo que todos somos culpables en algun momento u otro de nuestra vida. Hasta usted, lady Victoria.

– No he hecho nada por lo que tenga que expresar mis excusas.

– ?Nunca? ?Una mujer hermosa como usted? Oh, vamos. Seguro que en alguna velada algun impertinente rufian quedo fascinado por sus encantos y la convencio para que le concediera un beso. -Se golpeo el menton con el dedo-. Hum. ?Quiza sus pretendientes, lord Bransby o Dravenripple?

– Branripple y Dravensby -le corrigio Victoria con una voz fria que nada tenia en comun con la oleada de verguenza que sintio trepar por su cuello-. Y eso no es asunto suyo.

– Y seguro que despues -prosiguio Nathan, haciendo caso omiso del tono glacial de la joven -justifico su comportamiento recurriendo a cualquier excusa en vez de aceptar el verdadero motivo de su forma de actuar.

– ?Y cual podria ser ese motivo?

– Que encontro tan atractivo al caballero en cuestion como el a usted. Que sentia tanta curiosidad por conocer el sabor y el contacto de su beso como el por conocer el suyo.

Victoria a menudo maldecia su incapacidad para pensar en una respuesta adecuada hasta horas o dias despues del hecho que la merecia, aunque nunca tanto como en ese momento. El desconsuelo le ardio en las mejillas, pues era plenamente consciente de que el se referia al apasionado beso que habian compartido. Y el hecho de que el hubiera adivinado con semejante certeza que ella no habia dudado a la hora de excusar su escandaloso comportamiento no hizo sino confundirla aun mas. Nathan se detuvo a coger de la arena una pequena concha perfectamente formada que sostuvo en alto para proceder a su examen.

– ?Quiere que la anadamos a su coleccion?

Aprovechando la oportunidad para cambiar de tema, Victoria tendio su sombrero.

– Es preciosa -dijo-. Gracias.

– Algo por lo que recordarme -dijo el, depositando el tesoro en el sombrero.

Lo ultimo que Victoria deseaba era ser poseedora de algo que le recordara al doctor Oliver cuando su unico proposito al ir a Cornwall era borrarle de su memoria. Aunque por supuesto no tenia la menor intencion de hacerle participe de sus intenciones. En vez de eso, miro el inmenso acantilado de roca que se elevaba ante ellos.

– Ya casi hemos llegado al final de la playa -observo-. ?Estamos cerca de ese lugar magico que ha mencionado?

– Si. De hecho, esta situado directamente sobre nosotros.

– ?El acantilado?

En vez de responder, Nathan sonrio y le tendio la mano.

– Vamos. Deje que le muestre la magia.

Incapaz de resistirse a la intrigante invitacion, Victoria coloco su mano en la de el. Los dedos largos y fuertes del medico se cerraron sobre los suyos, ocasionandole un calido hormigueo brazo arriba. Cuando, un instante despues, se acercaron al prominente acantilado rocoso, todo parecio indicar que Nathan pretendia adentrarse directamente en la tosca superficie de la roca. Para asombro de Victoria, la llevo al interior de una estrecha grieta inteligentemente disimulada en la piedra, tan estrecha que tuvieron que avanzar de costado para poder recorrerla.

– Con cuidado -dijo el, moviendose despacio-. En algunos lugares las rocas pueden estar afiladas.

Victoria siguio su ejemplo, deteniendose cuidadosamente sobre la arena apelmazada, evitando rozar contra la roca negra y escarpada. El aire en el estrecho pasadizo era frio y quieto y, cuanto mas se adentraban en la grieta, menor era la intensidad de la luz. El sonido de las olas remitio hasta quedar reducido a un eco lejano. El pasadizo se ensancho lo suficiente para permitirles caminar en fila de a uno, pero entonces fueron engullidos por una total oscuridad. Aunque Nathan iba a no mas de medio metro por delante de ella, Victoria no podia verle.

El medico debio de sentir su aprension porque susurro: -No se alarme. Ya casi hemos llegado. Victoria noto que doblaban una esquina y, aliviada, vislumbro ante ellos lo que parecia un palido retazo de luz. Doblaron una segunda esquina y de pronto se encontro en una caverna circular de aproximadamente unos cuatro metros de diametro. Un palido halo de luz iluminaba debilmente la zona, y Victoria levanto los ojos. Un pequeno fragmento de cielo azul quedaba visible a traves de una abertura rectangular en la piedra a muchos, muchos metros por encima de su cabeza.

– ?Que lugar es este? -pregunto, dejando el sombrero en el suelo y girando despacio sobre si misma.

– Uno de mis lugares predilectos. Lo descubri por casualidad cuando era nino durante una de mis eternas exploraciones. La bautice la Cueva de Cristal.

– ?Por que la Cueva de Cristal? No veo ningun cristal.

– Eso es solo porque obviamente una nube tapa el sol. Pase el dedo por la pared.

Extrana peticion, aunque Victoria paso ligeramente la yema de un dedo por la tosca superficie de la roca. El le tomo la mano y se la acerco a los labios. -Saboreelo -dijo con voz queda.

Una peticion aun mas peculiar. Sin embargo, sin apartar los ojos de los de el, Victoria se llevo a la lengua la yema del dedo.

– Salado -dijo.

Nathan asintio.

– Esta caverna se llena de agua con la marea alta… algo que descubri por las malas y que casi no vivi para contar. Pero es asi durante la marea baja. Cuando el sol incide en los cristales de sal seca acumulados…

Su voz enmudecio en el momento en que un resplandeciente rayo de sol ilumino la cueva. Victoria contuvo una exclamacion cuando de pronto las oscuras paredes destellaron en un mar de chispas de luz.

– Es como estar rodeada de resplandecientes diamantes -dijo, encantada y maravillada ante el espectaculo. De nuevo giro despacio sobre si misma-. Jamas habia visto algo semejante. Es… deslumbrante.

– Si. Casi habia olvidado hasta que punto.

Victoria dejo de girar y le miro. Entonces se quedo inmovil cuando descubrio que Nathan tambien la miraba. El corazon le dio uno de esos ridiculos vuelcos que parecia ejecutar cada vez que se encontraba junto a el.

– Supongo que su hermano, lord Alwyck, y usted vivieron aqui muchas aventuras. Nathan nego con la cabeza.

– Nunca les hable de este lugar. -Apoyo los hombros contra la pared y la miro con una enigmatica expresion-. Jamas habia traido aqui a nadie. Hasta ahora.

Sus suaves palabras parecieron resonar en las deslumbrantes paredes. Apoyado contra la roca, en sombrio contraste contra los deslumbrantes cristales, parecia oscuro, ligeramente peligroso… muy semejante al disoluto pirata en el que ella le habia imaginado convertido en una ocasion… y sumamente delicioso. El corazon le latia con tanta fuerza contra el pecho que se maravillo de que el sonido no reverberara contra las deslumbrantes paredes.

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