Medianoche se dirigio de inmediato a beber al estanque mientras el doctor Oliver se acercaba a Victoria. Cuando llego junto a Miel, levanto los brazos sin decir una palabra para ayudarla a desmontar.

El corazon de Victoria ejecuto en su pecho la mas ridicula de las volteretas ante la que no pudo reprimir un reproche interno. Varios habian sido los caballeros que la habian ayudado a desmontar en el pasado sin provocar en ella reaccion semejante. No obstante, el hecho de pensar en las enormes manos de doctor Oliver agarrandola por la cintura, un hombre cuyas manos la habian acariciado en una ocasion de un modo que habia dejado patente que no era del todo un caballero, la turbo de tal manera que no pudo por menos que reconocer que la…

Excitaba.

A pesar de que su lado mas sensato la advertia de que no debia permitir bajo ningun concepto que Nathan se acercara menos de un metro de ella, nada pudo hacer contra el poder abrumador de su emergente yo mas osado, que tanto deseaba su roce.

Miro a Nathan desde las alturas y leyo facilmente la diversion y el desafio impreso en los ojos del medico.

– No muerdo, lady Victoria. Al menos, no muy a menudo.

– Todo un alivio, sin duda -respondio ella despreocupadamente-. Sin embargo, ?esta usted seguro de que yo tampoco muerdo, doctor Oliver?

Los ojos de Nathan parecieron oscurecerse y su mirada descendio suavemente hasta la boca de la joven.

– Segun creo recordar. Aun asi, es un riesgo que estoy dispuesto a correr.

El significado de sus palabras no dejaba lugar a falsas interpretaciones y Victoria apenas puedo resistirse al impulso de abanicarse con su mano enguantada. Sin duda el recordaba el beso que habian compartido, probablemente con mas detalle de lo que ella habia sospechado. Bien, si esa informacion era cierta, excelente. Eso no haria sino ayudar a su causa, algo que habia perdido de vista durante unos instantes.

Victoria tendio las manos hacia abajo hasta apoyarlas en los hombros del medico. El la tomo de la cintura y la bajo al suelo, aunque no con la rapidez y la eficacia que ya habian de mostrado antes otros caballeros. No. Victoria se vio descendiendo al suelo entre sus manos con una deliberada falta de prisa que arrastro su talle a lo largo del musculoso pecho del doctor. La picardia y algo mas, algo que le acelero el corazon, destello en los ojos de Nathan. Cuando sus pies por fin tocaron el suelo, Victoria sintio el rostro encendido y la respiracion entrecortada.

En vez de soltarla, las manos del medico se tensaron alrededor de la cintura de Victoria, cuyos dedos respondieron flexionandose sobre sus anchos hombros. La joven inspiro bruscamente y su cabeza se colmo con la fragancia de el: ropa limpia, piel calida por el sol, todo ello mezclado con un ligero olor a sandalo. Apenas unos centimetros separaban sus cuerpos. La ultima vez que Victoria habia estado tan cerca de el, la habitacion se hallaba sumida en la penumbra. Sin embargo esa manana los envolvia un entramado de lazos de sol. Victoria alzo la mirada y admiro las motas de oscuro dorado que salpicaban los ojos de Nathan, unos ojos que, incluso desde tan cerca, seguian resultando enloquecedoramente inescrutables. Reparo entonces en la fina marana de arrugas que se extendian desde el extremo de sus ojos, como si Nathan fuera un hombre habituado a la risa. La textura dorada de la piel, suavemente afeitada, se tensaba sobre los pomulos y sobre el firme menton. Y ademas estaba la boca…

Sus labios, como todo lo demas en el, la habian fascinado desde el momento en que los habia visto. Supuestamente no habia hombres bendecidos con bocas tan hermosas como aquella. Los labios de Nathan parecian a la vez firmes y suaves, tan capaces a la vez de proferir bruscas ordenes como de ceder dulcemente. Quiza la respuesta estuviera en la linea precisa y perfecta del labio superior, que contrastaba de forma inesperada con la sensual carnosidad del inferior. Era sin duda una boca que exigia atencion, y Victoria sabia que no podia ser la unica mujer que sintiera semejante fascinacion por ella. Como bien recordaba, Nathan sabia utilizar esa boca.

Y de pronto descubrio que deseaba que el la besara de nuevo. Deseaba saber si la magia que habia experimentado tres anos antes habia sido real o solo un producto de su hiperactiva y juvenil imaginacion. Habia llegado a Cornwall armada con la intencion de compartir con el otro beso, pero en ningun momento se le habia pasado por la cabeza la posibilidad de llegar realmente a desear besarle por otra razon que no fuera la venganza. Un ceno se dibujo entre sus cejas. Diantre, desear a Nathan, en cualquiera de sus variantes, no formaba en absoluto parte de su plan. Era el quien debia desearla.

Desvio bruscamente su atencion hacia arriba y las miradas de ambos se encontraron. Victoria gimio para sus adentros. Obviamente, el la habia sorprendido mirandole. Por si eso fuera poco, peor aun fue la ausencia del menor atisbo de deseo en los ojos del doctor. No, Nathan se limitaba a mirarla con una expresion de absoluto desinteres. Definitivamente, Las cosas no apuntaban bien para su plan de venganza.

A juzgar por lo poco… dispuesto a ser seducido que vio a Nathan, Victoria comprendio que no era el momento optimo para intentar actuar. Bien, no importaba. Tendria muchas oportunidades durante su visita, aunque no podia negar que le irritaba ver que el habia logrado turbarla de ese modo mientras que su proximidad obviamente no habia conseguido afectar ni un apice al doctor. Retiro las manos de los hombros de Nathan y retrocedio varios pasos, mas molesta aun al notar que las rodillas casi no la sujetaban. Las manos de el se retiraron de su cintura y, a pesar de que habia dejado de tocarla, Victoria habria jurado que seguia sintiendo las huellas de sus manos en el talle.

Varios segundos de silencio se alargaron entre ambos y Nathan se aclaro la garganta antes de hablar.

– ?Seguimos hasta la playa?

– Por favor.

Victoria echo a andar junto a el, y tuvo que admitir a reganadientes que Nathan era la personificacion misma de la cortesia, pues le ofrecio la mano alli donde el sendero se empinaba un poco, aparto las ramas del camino para que ella pudiera pasar sin sufrir dano alguno y hasta la tomo del brazo al verla tropezar en una ocasion. Huelga decir que estaba en la obligacion de agarrarla, dado que era el unico culpable de su tropiezo. Si Victoria hubiera estado concentrada en el sendero en vez de haberlo estado en como su hombro rozaba el brazo del medico, nunca habria perdido pie.

Sin embargo, cualquier expresion de fastidio resulto del todo imposible en cuanto se acercaron a la playa. Una franja de arena dorada se extendio ante sus ojos, y al instante la embargo el deseo de extender los brazos y echar a correr sobre sus intactos granos. La brisa marina le zarandeo el sombrero y Victoria se llevo una mano a la cabeza.

– Una causa perdida, sin duda -dijo el doctor Oliver, senalando el sombrero con el menton-. Estamos a punto de abandonar la proteccion de los arboles y el viento puede soplar con fuerza.

Victoria siguio con la mano firmemente pegada a la cabeza al tiempo que se adentraban en la arena. Al ver que el viento parecia haber remitido, bajo la mano. Casi de inmediato una rafaga impregnada en sal le arrebato el sombrero de la cabeza.

– ?Oh!

El doctor Oliver le dedico una breve sonrisa y dijo con voz clara:

– Ya se lo habia dicho. -Luego echo a correr hacia el agua en busca del sombrero huido. Ver a Nathan cruzando la arena a la carrera la colmo con el abrumador deseo de imitarle. Se agarro las faldas y tiro de ellas hasta sujetarlas por encima de los tobillos, y echo a correr tras el.

Los botines de piel que se habia puesto para montar se hundieron en la blanda arena, frenando su progreso, pero el viento le azoto el cabello y el vestido, el sol brillaba en las aguas celestes y el olor a salado frescor le lleno los pulmones, insuflandole una vertiginosa sensacion de libertad en nada comparable a ninguna sensacion conocida. Una carcajada encantada escapo de sus labios, luego otra, y corrio mas deprisa, levantando arcos de granos de arena dorada a su paso.

Siguio corriendo hacia el agua mientras veia como el doctor Oliver se agachaba en dos ocasiones a coger su sombrero, aunque ambas tentativas fueron en vano, hasta que por fin logro hacerse con el esquivo objeto por uno de sus largos lazos de saten de color verde oscuro. Nathan la vio correr hacia el cuando estaba sacudiendo la arena del sombrero. Se paro a mirarla mientras ella seguia acercandose. Victoria se detuvo a escasos metros de el, riendo sofocada por la carrera.

– Asi que ha recuperado mi sombrero -dijo, hablando en entrecortados jadeos al tiempo que la respiracion le inflamaba el pecho-. Gracias.

Nathan le hizo entrega del sombrero.

– De nada. Aunque yo se lo habria dado. No habia necesidad de que se agotara de ese modo.

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