prometiendo venganza contra aquellos «jovenes gamberros»… aunque el tono de las palabras que utilizaba era decididamente mas elevado que eso y desde luego no eran palabras que yo vaya a repetir ante una dama.
Lady Victoria intento mostrarse severa, pero la diversion que revelaba su mirada no dejaba lugar a dudas.
– ?Y pudo alguna vez Hopkins con ustedes?
– Oh, ya lo creo. Una vez nos lleno las botas con estiercol de caballo. -Hizo una mueca y se echo a reir-. Jamas olvidare la expresion que asomo al rostro de Colin cuando metio el pie en su bota. En otra ocasion, Hopkins se largo con nuestra ropa, algo que no puedo decir que no nos tuvieramos bien merecido. Y aunque casi logramos entrar en casa por la puerta de servicio sin ser vistos, desafortunadamente nos tropezamos con dos criadas que en ese momento se dirigian a las habitaciones a cambiar la ropa de cama. Y cuando digo tropezamos, quiero decir que literalmente tropezamos con ellas. Sabanas y fundas de almohadas por los aires, unos chiquillos desnudos y sonrojados, y un par de criadas boquiabiertas y jadeantes. Y, para terminar de empeorar las cosas, mi padre se cruzo con nosotros… Fue todo un espectaculo. Recibimos un buen tiron de orejas por parte de mi padre, que ademas nos prohibio volver a nadar en el lago.
– ?Y le hicieron caso?
– Por supuesto que no. -Sonrio de oreja a oreja-. ?Que tiene eso de divertido? -Tiro de las riendas de Medianoche hasta detenerlo por completo y senalo-: Ahi esta la bifurcacion. ?Que direccion elige?
Al ver que Victoria se llevaba el dedo a sus labios fruncidos y meditaba su respuesta, Nathan dijo:
– Ahora entiende usted la agonia que supone tal decision. Imagine, si puede, que sus dos tiendas favoritas de Londres hubieran decidido regalar su mercancia, pero solo durante una tarde, y a la misma hora. ?A cual elegiria ir?
– No elegiria ni la una ni la otra. Iria a una de las dos y enviaria a la otra a un criado que actuara en mi nombre.
Nathan no pudo contener la risa.
– Pero se perderia la excitacion de poder elegir las prendas personalmente.
– Cierto, pero tendria las prendas de las dos tiendas -afirmo con una sonrisa-. Y, dado que hoy es miercoles, que no deseo interrumpir el bano rutinario de Hopkins prefiero la playa y poder coger algunas conchas.
Nathan saludo su eleccion con una profunda reverencia.
– Como desee.
Iniciaron el descenso por el sendero que no tardo en estrecharse, obligandoles a avanzar en fila de a uno. Nathan abria la marcha, permitiendo que las visiones del pasado fluyeran a su alrededor. Aquellos eran los senderos de su ninez, prenados de incontables recuerdos, conspirando ahora para resucitar el dolor sordo de la anoranza que creia finalmente enterrada. En un esfuerzo por mantener esa emocion a raya, dijo:
– Ahi delante esta el mar. -Mantuvo a Medianoche al paso, incrementando asi la sensacion de anticipacion, conocedor como lo era de la exquisita vista que les esperaba.
En cuanto llego al final de la curva que dibujaba el sendero, tiro de las riendas de Medianoche e hizo un alto en el camino al tiempo que la panoramica que ofrecia a la vista el punto estrategico donde se encontraban le golpeaba sin compasion. Un cielo ceruleo, salpicado de nubes algodonosas y fundidas en el horizonte con el agua moteada de sol y del blanco de las crestas de las olas, cuyo azul se desgranaba del zafiro mas profundo al mas palido celeste en las zonas menos profundas de la playa que se abria bajo sus pies. Los oscuros acantilados se elevaban mayestaticos, a un tiempo misteriosos y austeros, y, como bien sabia Nathan, un tesoro escondido de escondrijos para los contrabandistas.
Una brisa energica y salada le refresco la piel. Nathan alzo el rostro, cerrando brevemente los ojos e inspirando hondo el aroma que desde siempre le habia proporcionado una sensacion de paz y un anhelo de aventura. Los chillidos de las gaviotas captaron su atencion y, al abrir de nuevo los ojos, vio a un grupo de aves grises y blancas flotando al viento, suspendidas durante varios segundos con las alas completamente extendidas antes de lanzarse en picado para capturar un bocado en el mar.
– Oh, Dios… esto es espectacular.
Nathan se volvio a mirar a lady Victoria, cuyos ojos brillaban, sumidos en complacido asombro, mientras su mirada escudrinaba lentamente el panorama que se extendia ante ella. Penso en ese instante que los ojos de Victoria eran del mismo tono de azul identicamente intrigante que el de la linea donde el cielo y el mar se encontraban. La vio alzar el rostro hacia el sol, cerrar los ojos e inspirar hondo, exactamente como el acababa de hacer. Luego ella volvio a abrir los ojos y le miro con expresion perpleja.
– No se con certeza lo que esperaba ver -dijo casi sin aliento-. Pero desde luego no era… esto.
Nathan la miro fascinado, mientras una sonrisa asomaba lentamente al precioso rostro de lady Victoria. Era preciosa hasta cuando fruncia el ceno, pero su sonrisa le hechizaba por completo. El mismo arrebato de atraccion que habia experimentado la primera vez que habia puesto los ojos en ella volvio a sacudirle con pasmosa fuerza.
– Jamas habia visto nada semejante -dijo ella con voz queda, trazando un amplio arco con la mano-. La absoluta belleza de los colores, la majestad de los acantilados y del mar desde esta altura… absolutamente magnifico. Deberia haberme preparado para lo que estaba a punto de ver, pues la vista me ha dejado sin aliento.
La mirada de Nathan quedo brevemente suspendida en los labios humedos de la joven.
– Soy de la opinion que hay cosas para las que no podemos prepararnos, lady Victoria. Simplemente… ocurren. Y nos dejan sin aliento. -Se obligo a fijar de nuevo la mirada en sus ojos-. A pesar de las incontables veces que he girado por esa curva y he visto esta misma panoramica, cada vez me quedo maravillado de lo que tengo ante mis ojos. Y no solo porque sea hermoso, sino porque es del todo inesperado.
Ella asintio despacio.
– Si, eso lo describe a la perfeccion. Ante un espectaculo asi no puedo por menos que lamentar no haber traido conmigo mis acuarelas, aunque esta es sin duda una escena cuya espectacularidad y vibrantes colores son mas adecuados para oleo.
– ?Pinta usted?
Una mancha rosada le tino las mejillas, como si acabaran de recibir la pincelada de un pintor invisible.
– Me temo que no lo hago bien, aunque disfruto enormemente del pasatiempo. Nunca he intentado pintar al oleo, pero he traido a Cornwall mis acuarelas.
– En ese caso, debe intentar plasmar esta escena antes de su regreso a Londres.
La mirada de Victoria se desplazo hacia la extension de arena dorada que tenian debajo.
– ?Como se accede a la playa?
– Hay un sendero a un poco mas de un kilometro de aqui. Sigame.
Victoria a punto estuvo de decir algo y aparto luego a reganadientes la mirada de la vista panoramica para centrar su atencion en el sendero que se abria ante ella. Sus ojos quedaron sin embargo prendidos en la ancha espalda del doctor Oliver. La camisa de algodon blanco se tensaba sobre la extension de piel dorada y lustrosos musculos que tan vividamente recordaba haber visto el dia anterior desde la ventanilla del carruaje. Los rayos de sol atravesaban por entre las hojas y las ramas de los arboles, brillando entre los oscuros mechones de sus cabellos. Manejaba su montura con mano experta, y un escalofrio de alarma la recorrio por entero ante el espectaculo de esas poderosas piernas a horcajadas sobre la silla. Su forma de moverse… desde la fluida facilidad con la que montaba hasta sus andares suaves y casi rapaces… la obligaron a tragar saliva a fin de aliviar la repentina sequedad que le atenazaba la garganta. Cielos, el viejo doctor Peabody, que habia sido el medico de la familia durante anos, no tenia ese aspecto ni se movia asi. No, se movia por la casa con la gracia de un elefante.
Sin embargo, no habia nada de desagradable en el doctor Oliver. Con gran esfuerzo, lady Victoria aparto de el la mirada, concentrandose en la belleza del entorno, el sonido de las gaviotas y de la espuma, la energica frescura del aire prenado de olor a mar, los atisbos del azul salpicado de blanco entre los arboles. Aun asi, mirara donde mirada, era plenamente consciente de la presencia de Nathan a lomos de su caballo delante de ella, y se pregunto en que estaria pensando el.
Siguieron avanzando durante un cuarto de hora antes de que Nathan se detuviera y desmontara cerca de un pequeno estanque.
– El sendero que lleva a la playa esta ahi delante. Podemos dejar aqui a los caballos para que beban y descansen mientras nosotros exploramos.