Con esa idea en mente, tiro del llamador para avisar al Winifred. Luego se dirigio al armario para escoger el vestido que se pondria. Pero antes de elegir, saco el ejemplar de la
Tras vaciar un saco de despojos de la cocina en el comedero del establo, para deleite de Margarita, Reginald y Petunia, Nathan cogio los huevos que sus gallinas habian puesto esa manana. Se los dio a Hopkins, quien, con una leve inclinacion de agradecimiento, cruzo el cesped hacia la cocina con su premio. Luego, con R.B. pegado a los talones, Nathan recorrio la escasa distancia que le separaba del bosquecillo de olmos situado junto al establo, el rincon favorito de su infancia. Se sento en el suelo, se apoyo contra la tosca corteza del firme tronco, estiro las piernas y las cruzo ante si. R.B. se dejo caer a su lado, apoyo la enorme cabeza sobre sus botas y solto un suspiro de satisfaccion canina.
– Ni se te ocurra convertir las botas en uno de tus tentempies -dijo Nathan, rascando al perro tras las orejas-. Son mi par favorito.
R.B. le dedico una mirada de reproche, como diciendo que jamas haria algo asi con las botas favoritas de Nathan… aunque cualquier otro par no correria la misma suerte.
Volviendo a apoyar la espalda contra el arbol, Nathan se recreo en la tranquila serenidad de la primera hora de la manana y vio a sus animales disfrutar de su comida. Cuanto lamentaba que sus pensamientos no fueran tan serenos como aquel entorno…
Reginald salio del establo y, en cuanto vio a Nathan sentado bajo el arbol, el cerdo se acerco trotando hacia el. R.B. levanto la cabeza y, despues de que los dos animales, totalmente acostumbrados a la presencia del otro, hubieron intercambiado un amistoso olfateo de alientos, Reginald se dejo caer tambien al otro lado de Nathan y apoyo la cabeza sobre su rodilla.
– Al parecer, esta manana estamos solos -dijo Nathan-. Nada de mujeres. -Solto un suspiro-. Haceos un favor, mis buenos chicos, y no os enamoreis. Pero, al menos, si vais a enamoraros, aseguraos de hacerlo de alguien a quien podrias tener. -R.B. se lamio las patas y le lanzo una mirada desolada. Nathan asintio, agradecido ante la obvia muestra de compasion canina-. Si, asi es precisamente como me siento. Seria como si te enamoraras de una gata en vez de enamoran de una perra, R.B. Claro que podrias amar a la gata, pero con eso solo conseguirias sufrir. Sois demasiado distintos, vivis en dos mundos demasiado diferentes para que funcione. Creeme si te digo que enamorarte es un fastidio. Ademas de que te destroza el corazon.
– Buenos dias, Nathan -dijo una voz conocida a su espalda.
Nathan se volvio y vio acercarse a su padre desde la casa.
– Buenos dias, padre.
– Sabia que te encontraria aqui.
Durante la ultima semana, parte de la tension que existia entre ambos se habia disipado. Naturalmente, Nathan creia que eso se debia a que en ningun momento habian estado a solas. La presencia de lady Delia y de lady Victoria durante las comidas, los juegos de sobremesa y la conversacion habian ayudado indudablemente a derretir un poco el hielo.
– ?Me buscabas?
– Si. ?Te importa si me siento contigo?
– En absoluto. R.B., Reginald y yo estabamos teniendo una pequena conversacion entre hombres.
Su padre asintio.
– Siempre te gusto hablar con tus mascotas.
Lord Rutledge superviso la zona que rodeaba el arbol con expresion cenuda y saco un niveo panuelo del bolsillo, que deposito en el suelo. Nathan vio, entre perplejo y divertido, como su padre acomodaba con mucho tiento el trasero sobre el cuadrado de algodon. La operacion requirio cierto movimiento, pero finalmente encontro lo que obviamente le parecio un lugar confortable y apoyo la espalda contra el arbol.
Tras varios segundos de agradable silencio, lord Rutledge pregunto:
– ?Vais a continuar hoy con la busqueda de las joyas? -Nathan habia informado concisamente a su padre de que albergaba la esperanza de recuperar la valija perdida.
– Inmediatamente despues del desayuno, si.
– Te ofreceria mi ayuda -dijo su padre, al parecer incomodo-, pero no puedo dejar a lady Delia sola todo el dia, como tampoco me parece adecuado someterla a salidas tan arduas.
– Lo entiendo perfectamente. -De hecho, Nathan agradecia la decision de su padre, pues no tenia el menor deseo de incluir a nadie en esas preciosas horas que pasaba a solas con Victoria.
– Naturalmente, que lady Victoria te acompane sin la presencia de su acompananta…
– Prometi a su padre que la protegeria. No puedo hacerlo si la dejo aqui.
– Supongo que no. Y, ademas, estais al aire libre… no es como si estuvierais juntos en un carruaje cerrado.
– Exacto. -Nathan reparo en que su padre no habia sugerido que Victoria se quedara en casa con el y con la tia de ella, cosa que desperto su curiosidad, llevandole a preguntarse que era exactamente lo que hacian durante las horas que Victoria y el se ausentaban de la casa. Se habia dado cuenta de que parecian llevarse muy bien.
– ?Que planes tienes para hoy? -pregunto a su padre.
– Le he prometido a Delia… quiero decir, a lady Delia… una visita a Penzance.
– Una excursion de la que sin duda disfrutara. Es una mujer encantadora. Inteligente. Divertida y vivaz.
Con el rabillo del ojo percibio que una sombra rojiza tenia el rostro de su padre.
– Si. Es todo eso. Me atreveria a decir que su sobrina se parece mucho a ella en esos aspectos.
– Estoy de acuerdo contigo. -Cierto, Victoria era todo eso y mucho mas. Una mujer poco comun. Extraordinaria. Que en nada se parecia a nadie. Todos los dias, Nathan aprendia algo nuevo sobre ella, y cada nueva faceta de ella que descubria servia tan solo para aumentar el amor y la admiracion que le profesaba. Demonios, pero si hasta sus faltas se le antojaban atractivas. Su modo de balbucear cuando se ponia nerviosa. Su vena testaruda. Su modo de insistir en volver a contar los relatos mas oscuros de Shakespeare para darles un final de cuento de hadas. De nada servia que el le recordara que los titulos eran
El silencio se alargo entre ambos hasta que su padre dijo:
– La quieres.
– Hemos construido una buena amistad.
– Tus sentimientos son mas profundos que los que puede dar cabida una simple amistad, Nathan.
– ?Que te hace decir eso?
– Ya no soy exactamente un nino. Y me doy cuenta de como la miras.
Nathan se obligo a responder con un despreocupado encogimiento de hombros.
– Si mis sentimientos son mas profundos, no veo que eso sea cosa tuya. Soy mas que capaz de seguir mi propio consejo.
– Y eso es precisamente lo que me preocupa.
– ?Por que? ?Acaso temes que me comporte como un idiota? -pregunto, incapaz de disimular el deje de amargura que contenian sus palabras.
– No. Lo que temo es que te rompan el corazon. Es un dolor como ningun otro y un destino que no le deseo a ningun hombre, y menos que a nadie a mi hijo.
Un pesado silencio los engullo durante varios segundos mientras Nathan luchaba por ocultar su sorpresa ante las palabras de su padre. Al parecer, no tuvo el exito que esperaba pues su padre anadio con delicadeza:
– Ya veo que crees que no se de lo que hablo, pero te aseguro que hablo por experiencia propia. -Se volvio a mirar brevemente a los jardines y enseguida miro a Nathan de nuevo-. Si crees que la muerte de tu madre no me rompio el corazon, estas muy equivocado. La amaba con toda mi alma. Me cautivo desde el primer instante en que la vi.
Un sentimiento que, gracias a Victoria, Nathan podia comprender a la perfeccion.
– Mucho me temo que cuando mama murio yo estaba tan inmerso en mi propio dolor que apenas repare en tu perdida. Lo siento.
