Su padre asintio.

– Lo que quiero decirte es que un corazon roto es un dolor que no puede compararse a ningun otro. Por eso te animo a que hagas lo que creas necesario para que eso no te ocurra.

La confusion asalto a Nathan. Jamas habia tenido una conversacion remotamente semejante a esa con su padre, y lo cierto es que estaba del todo confundido. Por fin dijo, con sumo cuidado:

– ?Estas sugiriendo que si existiera una mujer a la que yo amara, deberia considerar la posibilidad de hacerla participe de mis sentimientos?

– Demonios, Nathan, como des mas vueltas al asunto terminaras haciendo piruetas en el cesped. Tengo una edad en la que ya no estoy para perder el tiempo. No te sugiero nada sobre ninguna hipotetica mujer. Te digo, claramente, que si amas a lady Victoria, se lo digas.

Las cejas de Nathan se arquearon bruscamente.

– ?No eres el mismo hombre que hace una semana afirmaba que mi hermano, Gordon o esos dos dandis de Londres… o, demonios, cualquiera que tenga un titulo y una propiedad… eran mejores partidos para ella?

– De hecho, no. No soy el mismo hombre que hace una semana.

– ?Que quiere decir eso?

– Eso quiere decir que durante la semana pasada he llegado a importantes y, si he de serte franco, inesperadas conclusiones sobre mi. Sobre mi vida. Y sobre lo que quiero. Por primera vez en mucho tiempo me siento… estimulado. Rejuvenecido.

Y, de pronto, Nathan se dio cuenta de que habia visto ciertas pruebas de lo que su padre acababa de decirle durante la ultima semana. Su padre le habia parecido mas relajado. Reia, sonreia y contaba historias divertidas, y Nathan habia disfrutado viendo remitir el malestar que existia entre ambos. Aunque habia sido consciente de los cambios, con la atencion centrada como la tenia en Victoria, no se habia detenido a pensar en ellos.

– ?A que atribuyes este rejuvenecimiento?

– A una gran dosis de introspeccion, que es el resultado de la amistad que he entablado con lady Delia. Tener de nuevo a gente en casa me ha llevado a darme cuenta de lo… solo que he estado, y he disfrutado enormemente teniendo a alguien de mi edad con quien hablar. Lady Delia conoce a todo el mundo, y resulta que tenemos en comun un buen numero de amistades. Tu sabes que no estoy al corriente de lo que acontece en la ciudad, y lady Delia me ha puesto al dia de las vidas de las personas que no he visto y de las que no se nada desde hace anos. Me he quedado perplejo al saber cuantos de mis pares que conozco, de mi edad o mas jovenes, no gozan de buena salud. O han muerto.

El padre de Nathan meneo la cabeza.

– Tengo que reconocer que eso me ha dado una escalofriante conciencia de mi propia mortalidad y me ha llevado a apreciar lo que tengo, incluida mi salud. La vida es demasiado preciosa y demasiado corta para desperdiciar las oportunidades que nos ofrece. O para permitir que los errores queden sin corregir.

Inspiro hondo y prosiguio:

– Quiero terminar de una vez con las diferencias que nos separan, Nathan. Me doy cuenta ahora de que nunca te permiti que me dieras una explicacion por tus actos la noche en que dispararon a Colin y Gordon. En vez de eso, no hice mas que lanzarte preguntas y acusaciones. En mi defensa tan solo puedo decir que estaba conmocionado, y no solo por los disparos sino al descubrir que mis hijos eran espias de la Corona. No mostre ninguna fe en ti y, aunque no siempre hemos estado de acuerdo, sabiendo la clase de hombre que eras, jamas tendria que haber pensado que actuarias de forma deshonrosa.

Esas palabras pronunciadas con voz calma impactaron a Nathan con fuerza, y, por vez primera en tres anos, el dolor y la sensacion de traicion que le habian constrenido el corazon parecieron relajarse. Miro a su padre, quien le observo con ojos graves y prosiguio:

– Intente disculparme por carta, pero reconozco que fue un esfuerzo poco entusiasta. Asi que ahora, aun a pesar de que hayan pasado tres anos de lo ocurrido, quiero manifestarte mi mas sincera disculpa y pedir tu perdon. -Le tendio la mano.

Un nudo se alojo en la garganta de Nathan, y trago saliva para deshacerlo. Tambien el alargo el brazo y estrecho con firmeza la mano de su padre.

– Yo tambien te debo una disculpa, padre, por haber permitido que la brecha que se abrio entre nosotros se haya ensanchado como lo ha hecho. No negare que fue un golpe tremendo darme cuenta de que mi padre, mi hermano y mi mejor amigo dudaban de mi. En ese momento, estaba atado de pies y manos por un juramento de silencio y no podia dar ninguna explicacion.

– No deberia haber necesitado ninguna.

La admision templo cualquier resto de frialdad que Nathan pudiera haber albergado.

– Me temo que el orgullo me ha impedido ofrecerte alguna explicacion tras mi regreso… un error de juicio que me gustaria corregir si deseas escucharme.

– Me encantaria.

Tras tomar una tonificante bocanada de aire, Nathan repitio la misma historia que le habia contado a Victoria.

– La ironia de todo ello -concluyo- es que pretendia que las joyas fueran mi ultima mision… la que me ofreceria seguridad economica. En vez de eso, me arrebato todo lo que me era mas querido… mi reputacion, mi familia, mi casa.

– No tenias ninguna necesidad de salir a buscar por ahi la seguridad economica, Nathan. Te habria dado todo el dinero que me hubieras pedido.

– Si, lo se. Y, aunque aprecio tu generosidad, no me gusta que me regalen nada. Prefiero ganarme las cosas.

– Un aspecto de tu caracter que jamas comprendi -dijo su padre, meneando la cabeza-. Si alguna vez necesitas cualquier cosa…

– Te lo dire. Creeme, no tengo el menor deseo de vivir en la pobreza, y aunque se que crees que vivo en esas condiciones, te aseguro que no es asi. Quiza mi casa no sea un magnifico palacio, pero vivo muy comodamente. Y, a pesar de la ocasional compensacion no monetaria que acepto por mis servicios, estoy bien pagado.

– ?Que ocurrira si no encuentras las joyas?

– No tendre mas remedio que seguir con mi vida. Pero estoy decidido a encontrarlas. Hace tres anos no me quede al luchar por limpiar mi nombre. Esta vez no pienso darme por vencido tan facilmente. Alguien traiciono la mision, y quiero saber quien fue. Alguien le ha hecho dano a Victoria, y quiero saber quien ha sido. Quiero recuperar las joyas y devolverselas a la Corona para borrar asi la marca que pesa sobre mi reputacion. -Cerro los dedos sobre el hombro de su padre-. Pero, pase lo que pase, saber que me crees inocente de cualquier accion deshonesta significa mucho para mi.

– Que lastima que Colin no este aqui para este encuentro -dijo su padre.

– Si, lo es -dijo Nathan pensativo.

– El instinto me dice que no tardara en volver. Lo mas seguro es que su «negocio» sea una belleza llena de curvas de la que pronto se cansara.

– Si, seguramente tengas razon -dijo Nathan. Desgraciadamente, no era eso lo que le decia su instinto.

A ultima hora de esa misma tarde, tras otro fallido registro de una nueva y escarpada formacion rocosa, Nathan se apoyo contra el tronco de un majestuoso olmo, consulto el mapa cuadriculado y trazo una X sobre otro cuadrado. Tan solo quedaban cinco mas. ?Tendrian que registrar las cinco zonas restantes… o quiza encontraran las joyas al dia siguiente? ?O al siguiente? Incluso aunque resultara necesario registrar los cinco cuadrados, Nathan sentia todavia sobre el la presion del tiempo. En cuanto la busqueda tocara a su fin, ya fuera despues de haber encontrado las joyas o admitiendo la derrota, su tiempo en Cornwall habria concluido.

Sin duda tendria noticias del padre de Victoria durante la semana siguiente en relacion a su carta, con suerte proporcionandole informacion adicional que podria serle de ayuda en la busqueda de las joyas. Aunque ?le pediria tambien lord Wexhall que enviara a su hija de regreso a Londres?

Lo mirara como lo mirase, sentia que sus magicos momentos con Victoria tenian las horas contadas, como los granos de arena que inexorablemente se colaban entre sus punos cerrados.

Tras volver a doblar el mapa y meterselo en la bota, miro a Victoria, que en ese momento estaba agachada a escasos tres metros de el, cogiendo un pequeno ramo de flores silvestres de color violeta. El sol quedo prendido en sus cabellos, lanzando ardientes reflejos desde sus sedosos mechones. Demonios, que hermosa era. Y cuanto

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