la amaba. No menos de lo que la deseaba. El consejo que le habia dado su padre reverbero en su cabeza y se dio cuenta de que tenia razon. Tenia que decirle a Victoria lo que sentia. Pero ?como? ?Cuando? «Espera», le advirtio su voz interior. «Dale mas tiempo. Es obvio que siente algo por ti… quiza se enamorara de ti.» De sus labios escapo un sonido carente del menor asomo de humor. O quiza Victoria le partiria el corazon en pedazos.

Victoria se levanto y le miro. El deseo que embargaba a Nathan debio de quedar reflejado en sus ojos porque un calor semejante ardio en la mirada de ella. Con una sonrisa de sirena jugueteando en sus labios, se acerco despacio a el.

– Pareces pensativo -dijo.

– Simplemente admiraba las vistas.

La mirada de Victoria le recorrio con descaro, posandose sin ambages en su entrepierna antes de volver a encontrarse con la de el.

– Si, las vistas son fascinantes.

Nathan se trago la risotada arrepentida que sintio ascender por su garganta al ser consciente de la facilidad con la que Victoria le excitaba. Ella se detuvo a medio metro de el y le tendio el ramo.

– Para ti -dijo.

Emocionado ante la sencillez del gesto, acepto las flores, rozando los dedos de ella con los suyos.

– Nunca me habian regalado flores.

Ella sonrio.

– Ni yo las habia regalado. Ya se que parecen palidas en comparacion con las magnificas rosas que me diste, pero…

– No, no es cierto. Lo que importa no es la clase de flores que recibes, sino quien te las de. -Acaricio la suave mejilla de Victoria con los labios-. Gracias.

– De nada.

– De hecho, tambien yo tengo un regalo para ti. Ahora vuelvo.

Se dio impulso contra el arbol para apartarse de el y se dirigio al lugar donde habian atado a Medianoche y a Miel, a la sombra de un enorme sauce lloron. Despues de poner sus flores en la silla de Medianoche, saco una pequena bolsa de cuero y volvio a reunirse con Victoria.

– Para ti -dijo, dandole el pequeno regalo.

El placer sorprendido que vio en Victoria fue del todo evidente.

– ?Que es?

– Solo hay una forma de saberlo.

Nathan la vio tirar del cordon que cerraba la bolsa y depositar el contenido en la palma de su mano. Era un fino cordon de terciopelo negro con una nacarada concha marina. De pronto, le asalto la duda. ?Que diantre estaba haciendo, dandole algo de tan poco valor cuando Victoria estaba acostumbrada y merecia las joyas mas caras y extravagantes?

Victoria estudio la concha durante varios segundos.

– Reconozco esta concha. La encontraste junto a la orilla el primer dia que me llevaste a la playa. -Aparto la mirada del colgante para posarla en Nathan-. El primer dia que me mostraste la Cueva de Cristal.

– Si -respondio el, incapaz de ocultar su complacida sorpresa al ver que ella lo recordaba-. ?Como lo has sabido?

Una inconfundible ternura lleno los ojos de Victoria antes de responder.

– Nathan, no creo que vaya a olvidar jamas nada de lo que ocurrio ese dia. -Y tras dejar en el suelo la bolsa de cuero, levanto los brazos y se paso el cordon de terciopelo por la cabeza. Luego sostuvo la delicada concha al sol y la examino-. ?Como has conseguido que brille tanto?

– Con una docena de capas de laca transparente. Le da brillo y la fortalece. -Se aclaro la garganta-. Queria que tuvieras algo que te recordara el tiempo que has pasado aqui. Ya se que no es mucho, pero…

Victoria le toco los labios con los dedos, silenciando sus palabras.

– Te equivocas, Nathan. Este colgante es… precioso. Y valioso. En todos los sentidos. Como el hombre que me lo ha regalado. Gracias. Siempre lo atesorare.

El le tomo la mano y retrocedio unos pasos, tirando con suavidad de ella hasta que su espalda volvio a descansar contra el tronco. Separo entonces las piernas y la atrajo lentamente hacia el hasta que ella apoyo el cuerpo contra el vertice de sus muslos.

– Me alegra que te guste -dijo, inclinando la cabeza para tocar con los labios el sensible suspiro de piel impregnada del olor a rosas situada justo detras de la oreja de Victoria.

Un delicado escalofrio la recorrio y sus brazos se cerraron alrededor del cuello de Nathan. Inclinandose hacia atras para mirarle, envuelta como estaba en el circulo de sus brazos, dijo:

– Hablando de lo que nos gusta… creo que a mi tia le gusta tu padre.

– Excelentes noticias, pues creo que a mi padre le gusta tu tia. -Paso los dedos por la aterciopelada mejilla de Victoria-. Y creo que a su hijo le gusta su sobrina.

Victoria arqueo las cejas.

– ?Ah, si? ?A que hijo te refieres? Tiene dos.

Nathan sabia que Victoria bromeaba. Aun asi, sintio celos.

– Me referia a mi.

– Ah. ?Asi que ella le gusta, hum…? ?Significa eso que el, quiere que sean amigos?

– No.

– ?No? ?Por que no?

– Porque los amigos no hacen esto. -Nathan poso las palmas sobre sus pechos, excitandole los pezones a traves de la delicada tela del traje de montar-. Ni esto. -Inclinandose hacia delante, la beso ardientemente en el cuello.

Victoria dejo caer languidamente hacia atras la cabeza, de sus labios escapo un suspiro colmado de placer. Coloco entonces su mano entre las piernas de Nathan y acaricio con la palma su ereccion, arrancandole un gemido.

– ?Sospecho que los amigos tampoco hacen esto? -pregunto con voz velada.

Los dedos de Nathan se pusieron manos a la obra y empezaron a desabrocharle los botones del vestido.

– No estoy seguro… vuelve a hacerlo y te lo dire.

Victoria le acaricio de nuevo y a continuacion dejo que las yemas de sus dedos juguetearan con su ereccion.

– No -dijo Nathan con un ronco gemido-. Tampoco hacen eso.

– ?Ni siquiera si son amigos intimos?

– Ni siquiera. -Termino de desabrocharle los botones y le bajo el vestido y la camisa por los brazos en un solo gesto.

– ?Que otra cosa no hacen los amigos?

Nathan paso la perezosa yema de uno de sus dedos alrededor del endurecido pezon de Victoria.

– ?Estas segura de que quieres saberlo?

– Si.

La palabra concluyo en un siseo de placer cuando Nathan agacho la cabeza y se llevo el pezon a la boca. Victoria inspiro su nombre y toda la frustracion reprimida que provocaba en el el hecho de desearla tanto, de amar a una mujer a la que temia no poder tener jamas, estallo, inundandole con una desesperacion como jamas la habia sentido. Le bajo el vestido, la camisa y la ropa interior sin miramientos por debajo de las caderas y simplemente la levanto y pateo las prendas a un lado, dejandola solo con las medias y los botines de montar. Con los jadeos bombeando desde sus pulmones como fuelles, le paso una mano por debajo del muslo y le levanto la pierna por encima de su propia cadera mientras deslizaba la otra mano por la espalda desnuda primero y por las redondas nalgas despues, para bajar mas aun y acariciar los henchidos pliegues de su sexo. Comprobar que Victoria estaba ya humeda para el le arrebato los ultimos vestigios de autocontrol.

La beso profundamente al tiempo que deslizaba dos dedos en su humedo calor mientras la acariciaba con la lengua, siguiendo el mismo ritmo suave que marcaban sus dedos dentro de ella. Los brazos de Victoria se cerraron aun mas alrededor de su cuello, y Nathan la sintio pegarse con mas fuerza a el. Interrumpio entonces el beso, acariciandole implacablemente el cuerpo y viendo como el placer la abrumaba mientras palpitaba alrededor de sus dedos.

Вы читаете Casi Un Caballero
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату