Aunque la infancia de ambos hombres habia sido por completo distinta, el relato de Samuel desperto en Daniel un aluvion de recuerdos que mantenia cuidadosa y firmemente enterrados. Recuerdos de la muerte de su madre, cuando el tenia ocho anos, y del doloroso periodo posterior. Recuerdos que el nunca habia compartido con nadie y que no pudo revelar a Samuel. Pero el hecho de que ambos hubieran perdido a sus madres cuando eran unos ninos era un pequeno aspecto en comun sobre el que construyeron su relacion.
Como resultado de las conversaciones que mantuvo con Samuel, Daniel se vio empujado a echar una larga y contemplativa mirada a su vida. Y no le gusto lo que vio, sobre todo cuando se dio cuenta de que un mero accidente de nacimiento era todo lo que lo separaba a el, un adinerado aristocrata que poseia todas las comodidades imaginables, de Samuel, un joven que se habia visto obligado a salir adelante gracias a su ingenio y que habia tenido que robar y pedir para sobrevivir.
La introspeccion de Daniel culmino en que, al final, se dio cuenta de que el vago sentimiento de descontento que lo habia acosado durante los ultimos anos se debia al hastio y la apatia. Ya nada lo motivaba. Nada captaba su interes de verdad. Claro que, ?que podia despertar su interes si el tenia todo lo que podia desear? ?Y que estaba haciendo con toda aquella abundancia?
«Nada», concluyo con no poca verguenza. Nada salvo malgastar su tiempo y su dinero en placeres temporales y objetivos superficiales. La verdad era que no pensaba renunciar a estos, pero, inspirado por Samuel, decidio que habia llegado la hora de dedicar parte de su tiempo y dinero a un objetivo mejor. A tal fin, le ofrecio a Samuel un empleo como criado, con la condicion de que si volvia a intentar robarle, a el o a cualquier otra persona, Daniel lo despediria. Samuel acepto la oportunidad y, durante todo aquel ano, habia demostrado ser un trabajador incansable, inteligente, digno de confianza y, como Daniel descubrio enseguida, brutalmente honesto. Y dolorosamente franco.
Samuel no habia incorporado a su comportamiento la rigida formalidad que era habitual entre el dueno de la casa y un criado. De vez en cuando, Daniel lo corregia, aunque, en el fondo, consideraba que sus conversaciones eran instructivas y entretenidas. Sobre todo le gustaba que Samuel, aunque siempre respetuoso, nunca se mostrara servil con el, lo que constituia un cambio refrescante en su vida. Debido a su titulo y su posicion en la sociedad, en general, estaba rodeado de aduladores y tenia que reconocer que Samuel nunca le habia dicho algo solo porque creyera que Daniel queria oirlo.
Cuando era absolutamente sincero consigo mismo, Daniel tenia que admitir que su desacostumbrada e informal relacion con Samuel se debia a su propia falta de disposicion a poner freno a la franqueza del joven. De una forma sorprendente, habia llegado a considerarlo, casi, como a un hermano menor. La verdad era que se sentia mas cerca de Samuel que de Stuart o George. Ninguno de sus disolutos hermanastros sentia el menor interes por el, salvo cuando necesitaban dinero o ayuda para escapar de uno u otro lio.
Desde la llegada de Samuel, Daniel ya no podia decir que su vida fuera aburrida o que le faltaran desafios. Lo cierto era que, en su casa de la ciudad, asi como en su finca campestre, en Kent, las cosas con frecuencia rayaban el caos gracias a una costumbre de Samuel con la que Daniel no habia contado.
Como si el mero pensamiento de aquel habito hubiera conjurado una prueba fisica de su existencia, Daniel se vio despertado de golpe de su ensueno por una bola de pelusa negra que salto sobre su regazo. Bajo la vista y descubrio que era el objeto de la mirada de un unico ojo felino.
– ?Ah, buenos dias, Guinos! -murmuro Daniel, rascando a la gata entre las orejas.
Guinos enseguida entrecerro su unico ojo de color topacio y se apretujo contra la mano de Daniel. Un ronroneo grave vibro en la garganta del animal mientras clavaba intermitentemente las unas en la servilleta de lino de Daniel.
Samuel dejo la taza llena de cafe de Daniel sobre la mesa y le dio una palmadita a Guinos en la cabeza. A continuacion se enderezo y carraspeo.
«?Oh, oh!» Daniel apreto los labios para contener un sonido que era medio grunido medio risa y que amenazaba con escapar de su garganta. Sabia lo que aquel carraspeo significaba. Sabia que, «Nunca adivinaria que, milor», eran las siguientes palabras que oiria.
– Nunca adivinaria que, milor -declaro Samuel como si los pensamientos de Daniel le hubieran dado la entrada para decirlo.
A Daniel le habia costado un poco darse cuenta de que implicaba oir esas palabras y ser consciente de que, despues de oirlas, su rutina siempre se veia desbaratada. Sin embargo, no podia negar que ahora anhelaba oirselas pronunciar a Samuel. Claro que no se atrevia a mostrar demasiado entusiasmo, si no su casa podia acabar invadida.
Daniel contemplo a Guinos, cuyo interes, reflejado en su unico ojo y su sensible morro, ahora estaba centrado en el plato intacto de huevos y beicon de Daniel.
– No se me ocurre -declaro Daniel con voz inexpresiva, como si despues de un ano no supiera con exactitud lo que significaba el «que» de la frase de Samuel.
– Se trata d' un cachorro, milor. -Samuel pronuncio la palabra «cachorro» con una veneracion que, normalmente, solo se empleaba para referirse a la familia real-. D' unos seis meses, diria yo.
– Ya veo -declaro Daniel con un sobrio asentimiento de la cabeza-. ?Y que dano ha sufrido el animal?
– Abandonado, milor. Lo encontre ayer por la noche. Medio muerto d'hambre. Acurrucado tras unas basuras en un callejon.
Daniel habia dejado de reprender a Samuel por merodear por los oscuros callejones de Londres, pues sabia que, de todas formas, haria oidos sordos a sus advertencias. Y tampoco temia que Samuel estuviera aligerando los bolsillos de nadie. No, su criado buscaba otro tipo de victimas.
– ?Y como sugieres que llamemos a ese perro abandonado? -pregunto Daniel, sabiendo que el nombre le daria la clave del… problema que sufria el animal.
– Pelon, milor -declaro Samuel sin titubear.
Daniel reflexiono sobre las implicaciones del nombre mientras cortaba un trozo de beicon para Guinos. La gata engullo el bocado y enseguida se restrego contra la mano de Daniel y maullo para que le diera otro.
– ?Lo has pelado? -dedujo Daniel por fin.
Samuel asintio con la cabeza.
– Tuve que hacerlo, milor. Para quitarle el pelo enmaranado y las pulgas.
– ?Ah!
Guinos volvio a maullar y Daniel le dio al impaciente animal otro trozo de beicon con aire distraido.
– ?Y donde esta ahora Pelon?
– En la cocina, milor. Durmiendo. Despues de pelarlo y banarlo, el cocinero le dio bien de comer. Despues, la pobre bestia se acurruco junto al fuego. Probablemente dormira todo el dia.
Seguro.
– ?Quien, el cocinero? -bromeo Daniel con expresion seria.
– Pelon, milor. -Samuel titubeo y, despues, anadio-: Entonces… ?podemos quedarnoslo?
A Daniel le sorprendia que, despues de tantos meses y tantos animales recogidos, Samuel no diera nada por descontado y siguiera pidiendole permiso.
– Supongo que tenemos espacio para otra… pobre bestia.
Samuel relajo con evidente alivio sus anchos hombros que, solo un ano atras, eran estrechos y huesudos.
– Eso esperaba yo, milor. Le conte a Pelon lo que uste habia hecho por mi y el hombre bueno y decente que uste era.
?Maldicion! Una humillante oleada de algo que se parecia mucho a la verguenza invadio a Daniel quien, de una forma momentanea, se encontro sin palabras. La gratitud de Samuel siempre conseguia reducirlo a aquel estado.
– Un hombre no deberia ser halagado por hacer lo correcto, Samuel, simplemente por ayudar a una criatura abandonada.
– S'equivoca, milor-replico Samuel con su habitualmente poco servicial forma de hablar-. Uste puede pensar que la amabilidad es facil de encontrar, pero yo le digo que no es asi. Y cuando uno tie la suerte d' encontrarla, tie que reconocerlo. Lo que uste hace es bueno. Sobre todo porque no tie por que hacerlo. Y es probable que, por su bonda, sus muebles terminen todavia mas mordisqueados.
– De hecho, eres tu quien es bueno, Samuel.
– Es verda que yo encuentro a los animales perdidos y abandonaos, milor, pero es uste quien tie los medios