acerca de ella, habia anticipado el impacto que le produciria aquel unico beso. El pretendia seducirla poco a poco. Era evidente que tanto el encuentro como la ardiente respuesta de Carolyn, la habian cogido a ella tan desprevenida como a el. El sabia que Carolyn no era del tipo de mujer a la que le gustaban las aproximaciones directas. Ni los revolcones rapidos en el jardin. No, desde luego esa no era la manera adecuada de tentarla. Por desgracia, eso era, precisamente, lo que el habia hecho, y lo unico que habia conseguido era asustarla. No le resultaria facil olvidar la terrible angustia que percibio en sus ojos cuando se marcho de la terraza.
Daniel bebio un trago largo de su cafe, que ya estaba tibio, y se formulo la inquietante pregunta que habia rondado por su mente durante toda aquella noche de vela.
?Sabia ella con quien habia estado?
?Sabia que el era el salteador de caminos? ?Sabia que el hombre al que habia besado con tanto anhelo, a quien habia respondido con tanta pasion era el?
Una satisfaccion sombria y profunda lo invadio al pensar que ella lo sabia, que, durante la velada, era totalmente consciente de a quien pertenecian los brazos que la sostenian, los labios que la besaban. Sin embargo, la idea de que no lo supiera lo desgarro por dentro, victima de un ataque de celos. El habia experimentado esa horrible emocion en raras ocasiones; sin embargo, su intensidad no dejaba lugar a dudas acerca de lo que era. La unica mujer que le habia inspirado esa emocion en toda su vida era… ella. La sociedad estaba plagada de hombres que eran mas ricos, mas guapos y que tenian mas suerte en las mesas de juego y mas amantes que el, todo lo cual podria inspirarle celos. Sin embargo, el unico hombre del que habia sentido celos de verdad era Edward. Y la causa era Carolyn.
Seguro que ella sabia que era el el que llevaba la mascara de salteador de caminos. ?No? La idea de que besara a otro hombre como lo habia besado a el… ?Maldicion! ?Solo con pensarlo le hervia la sangre!
Pues bien, si ella no lo sabia el se encargaria de que lo supiera. En cuanto fuera una hora mas apropiada y el terrible dolor de cabeza que experimentaba remitiera, le haria una visita. Y se lo contaria. Y disiparia las inquietudes que la habian hecho huir la noche anterior. Lo admitiera o no, ya estaba preparada para vivir una aventura y el no tenia la menor intencion de permitir que otro hombre reclamara lo que el queria.
Dejo la taza de cafe sobre la mesa y apoyo su dolorida cabeza en sus manos. Otro error, pues la imagen que lo habia atormentado desde que ella lo dejo solo en la terraza volvio a aparecer en su mente: la conclusion de su ardiente encuentro. Carolyn con las faldas arremangadas y las piernas alrededor de la cintura de el. La ereccion de el hundida en el humedo y apretado calor de ella. Unas penetraciones lentas y fuertes que se aceleraban y ahondaban lanzandolos a los dos mas alla de los limites…
Un sonido gutural vibro en su garganta y Daniel se agito en el asiento para aliviar la creciente molestia que le producian los pantalones. ?Maldita sea, justo lo que necesitaba! Otro dolor pulsante.
– Aqui tiene, milor.
La voz masculina y familiar que oyo justo a su lado sobresalto a Daniel despertandolo de su fantasia erotica. Samuel, impecable en su librea de lacayo, dejo un vaso largo frente a Daniel, encima de la mesa de caoba.
– Nada peor que la manana siguiente despues d'una noche bebiendo ginebra de mala calidad.
Daniel lanzo una mirada recelosa al brebaje de color marron que le habia traido su criado.
– Era conac, no ginebra.
– Sea cual sea la bazofia que tomara, esto l'hara sentirse bien otra vez.
Daniel fruncio el ceno mientras dirigia su mirada al fornido muchacho.
– No se puede decir que fuera una bazofia. De hecho, tenia mas de cien anos.
– Pos le ha dado dolor de cabeza -declaro Samuel con su habitual rotundidad, que solia irritar a Daniel. Entonces senalo el vaso con su mano enguantada-. ?Beba! -ordeno, como si el fuera el dueno de la casa y Daniel, el criado-. Cuanto antes l'haga, antes se sentira mejor y antes recuperara el color, pos tie un color horrible, milor. -Al ver la mueca de Daniel, Samuel anadio con prontitud-: Perdone que se lo diga.
?Maldita sea, tenia que hacer algo urgentemente con la costumbre de Samuel de hablar sin medir sus palabras!
– Si, haces bien pidiendome perdon -gruno Daniel-. Eres demasiado impertinente para tu propio bien.
– Decir la verdad no es ser impertinente -replico Samuel con una expresion y un tono de voz totalmente serios-. Le prometi que nunca le mentiria y no l'hare. Uste siempre conseguira de mi la cruda verdad, milor.
– Gracias, aunque creo que tenemos que trabajar para conseguir que sea un poco menos cruda. -Volvio a lanzar al vaso una mirada titubeante-. ?Que es eso?
– Una receta c'aprendi del camarero del Cerdo Sacrificado, un pub en Leeds. El camarero se llamaba Weevil. Yo solia llamarlo Endemoniado Weevil.
– Estupendo, pero hace ya tiempo que adopte la regla de no tomar bebidas inspiradas en personas a quienes llaman «endemoniadas».
– ?Oh, Endemoniado Weevil sabia muy bien lo que s'hacia, milor! -afirmo Samuel con el mismo tono serio de antes-. Bebase esto y dentro de veinte minutos s'alegrara d'haberlo hecho. Los muchachos del Cerdo Sacrificado le tenian una fe ciega.
– Bueno, con una recomendacion como esta, ?como podria negarme? -murmuro Daniel.
Cogio el vaso y se encogio de hombros. ?Por que no? Era dificil que se sintiera peor. Bebio un sorbo y casi no pudo evitar escupirlo sobre la mesa.
– ?Cielos! -consiguio afirmar con voz ronca mientras un escalofrio le recorria la espalda. La mirada que le lanzo a Samuel deberia haberlo tumbado de espaldas-. ?Nunca habia probado nada tan repugnante!
– Nunca dije que tuviera buen sabor -contesto Samuel, odiosamente inmune a la mirada asesina de Daniel-. Tragueselo de golpe, milor.
Sin estar muy convencido de que la cura no fuera a matarlo, Daniel se bebio el contenido completo del vaso y volvio a dejarlo en la mesa con tanta fuerza que estuvo a punto de hacerlo anicos.
– ?Mierda!
– Antes de veinte minutos, m'estara dando las gracias.
– ?Estupendo! Sin embargo, pretendo seguir diciendo «?mierda!» hasta entonces.
Samuel sonrio abiertamente sin mostrar el menor arrepentimiento.
– ?Un poco mas de cafe, milor?
– Si, por favor. Cualquier cosa que me ayude a acabar con el «?mierda!».
Daniel observo al muchacho mientras se dirigia al aparador y su corazon se hincho de orgullo. Sin duda, Samuel ya no era el atracador indigente, desesperado y enfermo que conocio una noche fria y lluviosa en Bristol, un ano atras, cuando intento robarle. El esquivo el intento con facilidad, tanto que, al principio, creyo que su atracador, quien apenas se sostenia en pie, estaba borracho. Pero cuando el muchacho se derrumbo a sus pies, Daniel se dio cuenta de que, ademas de estar sucio y vestir con harapos, tenia una fiebre muy alta. Y parecia que no habia tomado una comida decente desde hacia meses.
La compasion y las voces de un pasado que se negaba a aceptar empujaron a un lado el enfado que sentia por haber sido el blanco del intento de robo. En lugar de entregar al muchacho enfermo a las autoridades, Daniel se lo llevo a la posada en la que se alojaba y llamo a un medico.
El joven se debatio entre la vida y la muerte durante tres dias. Y en su delirio murmuro frases acerca de los abusos que, aparentemente, habia sufrido; cosas que Daniel rezo para que no hubieran ocurrido en realidad. Al cuarto dia, la fiebre por fin remitio y Daniel se encontro siendo observado por los ojos entrecerrados de un paciente debil pero lucido quien, con algo de mano izquierda por parte de Daniel, se identifico como Samuel Travers, de diecisiete anos de edad. Daniel tuvo que utilizar todas sus dotes de persuasion para convencerlo de que no pensaba hacerle ningun dano, que no iba a entregarlo a las autoridades y que no albergaba ningun oscuro proposito hacia el. Y aquellos esfuerzos que tuvo que realizar para tranquilizarlo lo convencieron de que, por desgracia, las situaciones de pesadilla que el muchacho habia mencionado durante sus delirios habian sucedido de verdad.
Al principio, Samuel se negaba a creer que Daniel lo habia ayudado solo porque si y sin esperar nada a cambio, pero durante los dias siguientes, poco a poco, llego a aceptarlo. Mientras Samuel descansaba, comia y recuperaba las fuerzas, compartieron relatos de sus vidas y una confianza provisional surgio entre ellos. Samuel le conto a Daniel que su madre murio cuando el tenia cinco anos, y que el se quedo solo, salvo por un tio alcoholico que, supuestamente, debia cuidar de el. Tambien le explico que nunca tuvo un verdadero hogar y que se vio obligado a robar para comer y a cambiar de ciudad continuamente para huir de la ley. Y que, al final, cuando tenia doce anos, se escapo valiendose por si mismo a partir de entonces lo mejor que pudo.