– ?Adelante! -contesto.

Nelson abrio la puerta y se acerco a Carolyn con una bandeja de plata en la que habia una tarjeta.

– Tiene usted una visita, milady -declaro el mayordomo tendiendole la pulida bandeja.

Carolyn cogio la tarjeta y leyo el nombre impreso. Su corazon dio un complicado salto acrobatico y se puso a latir con fuerza y rapidez.

?Santo cielo! ?Que estaba haciendo el alli?

«?Esta usted en casa, milady?»

Carolyn trago saliva.

– Si, puede usted hacer entrar a lord Surbrooke.

Estas palabras salieron de su boca sin que ella pudiera evitarlo, pues en el fondo sabia que lo que tendria que haber dicho era justo lo contrario.

Nelson inclino la cabeza y se retiro. En cuanto salio de la habitacion, Carolyn corrio hacia el espejo que colgaba de la pared mas lejana y, al ver su imagen, apenas pudo contener un ?ay! de horror. No necesitaba pellizcarse las mejillas para tener algo de color, pues un color escarlata coloreaba su cutis haciendo que pareciera que acababa de meter la cabeza en un horno. ?Cielo santo! Incluso sus ojos estaban enrojecidos, y tambien hinchados, debido a lo mucho que habia llorado y lo poco que habia dormido. O quiza solo se trataba de un reflejo de sus acaloradas mejillas.

Apreto los labios y fruncio el ceno. ?Que importancia tenia el aspecto que tuviera? ?Ninguna en absoluto! No sentia ningun deseo de impresionar a lord Surbrooke. ?Ninguno en absoluto!

Se oyeron unos pasos en el pasillo y Carolyn solto un soplido y se alejo del espejo a toda prisa. Se detuvo frente a la chimenea y apenas tuvo tiempo de secar las humedas palmas de sus manos en su vestido cuando Nelson aparecio en la puerta.

– Lord Surbrooke -anuncio Nelson.

Tras realizar una rapida reverencia, Nelson se aparto a un lado y lord Surbrooke aparecio en el umbral. El corazon de Carolyn volvio a dar otro intrincado salto.

?Vaya, el hombre era realmente atractivo! Como siempre, iba impecablemente arreglado. Desde la chaqueta de corte transversal de color azul oscuro que hacia juego con sus ojos y acentuaba la amplitud de sus hombros, pasando por su camisa blanca como la nieve, por su fular, que caia en cascada desde el perfecto nudo, por sus pantalones beige que se ajustaban a sus musculosas piernas y hasta sus botas negras y lustrosas.

Lord Surbrooke avanzo despacio hacia ella y Carolyn no pudo hacer otra cosa salvo mirarlo, enmudecida por la gracia de sus movimientos predatorios. ?Cielos! Caminaba bien. Bailaba bien. Besaba… extraordinariamente bien.

El calor invadio el cuerpo de Carolyn, quien tuvo que realizar grandes esfuerzos para no abanicarse con la mano. Contemplar a lord Surbrooke la hacia sentirse como si estuviera junto a un fuego abrasador. «?Estas junto a un fuego abrasador!», le recordo su voz interior.

Al recordarlo, Carolyn se sintio aliviada y se alejo varios pasos de la chimenea. Claro que se sentia acalorada. No le extranaba que hiciera tanto calor en aquella habitacion. Pero ese no tenia nada que ver con su visitante.

Por encima del hombro de lord Surbrooke, vio que Nelson cerraba la puerta de la habitacion. Si hubiera estado atenta, le habria dicho que la dejara abierta, pero, por lo visto, no estaba nada atenta. Y ademas se habia quedado sin habla.

Lord Surbrooke se detuvo dejando una respetable distancia entre ellos. Distancia que Carolyn sintio la penosa tentacion de acortar.

El dijo algo. Carolyn lo supo porque sus labios se movieron, pero sus palabras no llegaron a ella porque el recuerdo de su beso la embargaba de tal modo que lo unico que podia oir eran los latidos de su propio corazon.

?Vaya! Los labios de lord Surbrooke volvian a moverse. Aquellos labios bonitos y masculinos, de aspecto firme y tacto maravilloso. Aquellos labios… aquellos labios… ?Cielo santo, habia perdido por completo el hilo de la conversacion! Por no mencionar la cabeza…

Aparto la mirada de la boca de lord Surbrooke, la fijo en sus ojos y se aclaro la garganta para encontrar su voz perdida.

– ?Disculpe?

– Decia que temia que fuera demasiado temprano para una visita. Gracias por recibirme.

– De hecho, no es usted la primera visita del dia.

– ?Vaya! -Su mirada se agudizo a causa del interes-. ?Sus otras visitas no serian, por casualidad, el senor Rayburn y el senor Mayne?

Carolyn asintio con la cabeza…

– Si. ?Tambien lo han visitado a usted? Me comentaron que pretendian interrogar a todos los asistentes a la fiesta.

– Salieron de mi casa no hace mucho. La muerte de lady Crawford es algo impactante y terrible.

– ?Espantoso! Espero que atrapen pronto al asesino.

– Yo tambien. Pero hasta entonces, debe usted extremar sus precauciones. No vaya a ningun lugar sola.

– No suelo hacerlo.

– Estupendo.

Se hizo el silencio. Carolyn busco en su mente con desesperacion algo que decir, tarea que le resulto muy dificil, pues ver a lord Surbrooke en su salon de algun modo le vaciaba la mente. Y, curiosamente, a pesar de lo espaciosa que era la habitacion, su presencia parecia reducirla al tamano de una caja.

Al final fue el quien rompio el silencio.

– ?He interrumpido algo?

De repente, ella se acordo de lo que estaba haciendo cuando Nelson anuncio la llegada de lord Surbrooke. Estaba a punto de lanzar las Memorias al fuego. Dirigio la mirada al sofa y se sintio desfallecer. Uno de los extremos del libro sobresalia del cojin.

– Nada -respondio ella con rapidez y quiza con un tono de voz un poco demasiado alto-. No ha interrumpido nada. Sin embargo, siento curiosidad por conocer la causa de su visita.

«?Si, por favor, digamela. Deprisa. Y despues, vayase. Para que pueda empezar a olvidarlo.»

Una sonrisa curvo una de las comisuras de los labios de lord Surbrooke.

– ?Puedo sentarme?

«?No! Cuenteme la razon de su visita y vayase. Y deje de sonreir.»

– Claro.

Le indico el sillon, pero el se acomodo en el sofa. Justo encima de las Memorias. Carolyn contemplo, alarmada, el cojin. Alarma que se convirtio en pesadumbre cuando se dio cuenta de que la entrepierna de lord Surbrooke habia atraido, de una forma irremediable, su mirada. Su absolutamente fascinante entrepierna.

Carolyn solto un respingo y levanto la mirada. Y vio que el la examinaba de tal modo que dejaba claro que la habia pillado mirandolo. Mirando su fascinante entrepierna.

?Santo cielo! Aquella visita apenas habia empezado y ya era un autentico desastre. Bueno, al menos no podia ser peor.

Carolyn recobro la compostura, se sento en el otro extremo del sofa y consiguio decir en un tono de voz perfectamente sereno:

– ?Por que deseaba verme, lord Surbrooke?

– Queria darle una cosa.

Lord Surbrooke le tendio un frasco de cristal sellado con cera y lleno de una sustancia de color ambar.

Carolyn contemplo el regalo sorprendida. ?De donde lo habia sacado? Era evidente que lo llevaba en la mano desde que entro y ella no se habia dado cuenta.

«Porque estabas ocupada contemplando sus labios. Y sus ojos. Y su fascinante entrepierna.»

Carolyn acepto el frasco y lo sostuvo contra la luz.

– Parece miel.

El sonrio.

– Probablemente porque se trata de miel. De mis propias abejas. Conservo unas cuantas colmenas en Meadow Hill, la finca que poseo en Kent.

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