– ?Sabes como se llama?
– Katie Marshall, milor.
– ?Y cuantos anos tiene la senorita Marshall?
– Diecinueve. -Samuel miro con fijeza a Daniel. Es una chica decente, milor. Paso tiempos duros cuando, hace unos meses, la familia para la que trabajaba la despidio. Desde entonces ha intentado encontrar trabajo. Habia oido decir q' una familia necesitaba una sirvienta y se dirigia a la casa cuando el muy cerdo l' agarro. Le robo el poco dinero que tenia e intento robarle algo mas. -Los ojos de Samuel despidieron destellos-. Lucho contra el, si, senor, y s' escapo.
– Bien por ella -comento Daniel en voz baja-. Sera mejor que hagamos venir a alguien, a una mujer, lo antes posible. La casa de lady Wingate es la mas cercana. Ve alli y preguntale si puede venir su doncella. Despues, ve a buscar a Mary y a la cocinera. Y… Samuel…
– ?Si, milor?
– Afortunadamente, necesito otra sirvienta.
En lugar de esbozar su habitual y breve sonrisa, Samuel asintio con solemnidad.
– Gracias, milor. Es uste el mejor de los hombres.
Como siempre, la gratitud de Samuel y la buena opinion que tenia de el avergonzaron a Daniel. El no era el mejor de los hombres, de eso estaba seguro. Pero quiza -solo quiza- con la ayuda de Samuel, estaba compensando parte de sus errores pasados.
Carolyn, cansada e inquieta despues de la fiesta, se sintio aliviada al llegar a casa. Despues de entregarle el chal de cachemira a Nelson, su mayordomo, y darle las buenas noches, se dispuso a subir las escaleras, decidida a acostarse y caer en un sueno profundo.
Sola.
Si, estaba sola.
Fruncio el ceno. No estaba sola, solo… sin el. Tenia anos enteros de recuerdos que la acompanaban. Por no mencionar a su hermana y sus amigas. ?Claro que no estaba sola!
Aun asi, la persistente y molesta pregunta que rondaba por el fondo de su mente la atormentaba: ?habia hecho lo correcto rechazando la oferta de lord Surbrooke?
«Si», insistio su sentido comun.
«No», replico su corazon.
Habia subido la mitad de las escaleras cuando la campanilla que indicaba que alguien habia abierto la verja del jardin tintineo. Segundos mas tarde, el sonido del llamador de bronce de la puerta retumbo en la casa. Sorprendida, Carolyn se dio la vuelta y miro al igualmente sorprendido Nelson, quien todavia estaba en el vestibulo con el chal en las manos.
– ?Quien llamara a estas horas? -pregunto Carolyn, incapaz de ocultar la preocupacion de su voz.
Sin duda algo iba mal. Las personas no llamaban a las casas ajenas a la una de la madrugada porque todo fuera bien.
Antes de abrir la puerta, Nelson miro al exterior por uno de los estrechos cristales que flanqueaban la puerta de roble.
– Se trata de Samuel, el criado de lord Surbrooke -informo a Carolyn.
Ella se agarro al pasamano mientras todo su cuerpo se ponia en tension a causa de la preocupacion. Cielo santo, ?le habria ocurrido algo a lord Surbrooke?
– Hagale entrar -declaro, obligando a sus palabras a sortear el nudo de miedo que atenazaba su garganta.
Carolyn bajo las escaleras con rapidez.
Nelson dejo entrar a un joven guapo, alto y jadeante que, de una forma clara, se tranquilizo al verla. El joven explico, con voz entrecortada y acelerada, que habia encontrado a una joven herida, que la habia llevado a la casa de lord Surbrooke y que ella se negaba a ver a un medico.
– Necesita a una mujer, milady, si uste m' entiende. Su senoria m' ha enviado a buscar a su doncella. A ver si la puede ayudar.
– Claro -respondio Carolyn mientras el alivio de que no fuera lord Surbrooke quien estaba herido chocaba con la compasion que sentia por la joven.
Carolyn se volvio hacia Nelson.
– Despierta a Gertrude. En cuanto se haya vestido, acompanala a la casa de lord Surbrooke. Yo voy alli, ahora, con Samuel.
Para sorpresa de Carolyn, lord Surbrooke en persona abrio la puerta de su casa. Su impecable aspecto habitual dejaba mucho que desear. Tenia el pelo alborotado, como si se hubiera pasado los dedos repetidas veces por los mechones castano oscuro. Se habia quitado la chaqueta y el fular y se habia arremangado las mangas de la camisa dejando a la vista unos antebrazos musculosos y cubiertos de un vello oscuro. Ella nunca lo habia visto tan… desarreglado. Carolyn se quedo boquiabierta y momentaneamente aturdida.
Un fuerte maullido la saco de su estupor y Carolyn bajo la vista hacia una gata negra que se restregaba contra las botas de lord Surbrooke. Una gata negra que la miro y parpadeo. Con un solo ojo.
Carolyn volvio a desviar la mirada hacia lord Surbrooke, y se dio cuenta de que el parecia sentirse tan sorprendido de verla a ella en el vestibulo de su casa como ella lo estaba de verlo a el. Despues de darse una severa sacudida mental, Carolyn declaro:
– Samuel me ha explicado la situacion y mi doncella esta de camino, pero he creido que yo tambien podia ser de ayuda. Como hija de un medico y hermana mayor de una nina que se hacia aranazos constantemente, soy bastante habil en estos asuntos.
– Gracias -contesto lord Surbrooke mientras se pasaba las manos por el cabello-Por lo que Samuel me ha contado, las heridas de la senorita Marshall no son graves, pero seria mejor que alguien les diera una ojeada.
– ?Si, claro! ?Donde esta?
– En el salon. He preparado algunos articulos de primeros auxilios, como vendas, agua y unguento y los he dejado junto a la puerta. -Se volvio hacia Samuel-. No he querido entrar para no asustarla. Sera mejor que entremos todos juntos. Despues de presentarnos, puedes ir a buscar a Mary y a la cocinera.
Cuando lord Surbrooke abrio la puerta del salon, Carolyn vio a una joven acurrucada en el sofa, delante del hogar. La joven se incorporo. Una mezcla de compasion y rabia recorrio el cuerpo de Carolyn cuando vio los oscuros morados que desfiguraban a la muchacha. Samuel enseguida se coloco junto a ella.
– Este es lord Surbrooke -declaro el joven criado con dulzura acuclillandose delante de la muchacha pero sin tocarla-. No tienes que temer nada d' el, ni de nadie en esta casa. El senor es quien me salvo y m' ha prometido que tambien t' ayudara a ti. Te dara un empleo aqui, en su magnifica casa, como doncella. Su amiga, lady Wingate, es una dama muy buena y amable. Te cuidara hasta que llegue su doncella. Tienes mi palabra de que estas en buenas manos, Katie.
Katie desvio su asustada mirada hacia Carolyn y lord Surbrooke y asintio con la cabeza.
– Gra… cias.
– De nada -contesto lord Surbrooke.
Entraron los articulos de primeros auxilios y los dejaron en la mesa que habia junto al sofa. Carolyn se fijo en que la habitacion, con sus paredes forradas de una tela de seda de color verde palido estampada con paisajes pastoriles, sus cortinajes de terciopelo y sus muebles de caoba reflejaba un gusto sobrio y elegante. Eso le parecio interesante y sorprendente, pues ella esperaba que la casa de un hombre soltero estuviera decorada con cabezas de animales disecados en lugar de elegantes pinturas.
Durante unos instantes, un bonito cuadro de gran tamano que colgaba encima de la chimenea llamo su atencion. Representaba a una mujer ataviada con un vestido azul. La mujer estaba de espaldas, en la terraza de una gran casa solariega, y solo se veia un trozo del perfil de su cara. Tenia una mano apoyada en la barandilla de piedra de la terraza y, con la otra, se protegia la vista del brillante sol mientras contemplaba el extenso y cuidado jardin ingles, que estaba en plena floracion. Una brisa invisible hacia ondear el dobladillo de su vestido y un mechon de su cabello castano claro. Al fondo del cuadro y de pie en el jardin, se vislumbraba la figura de un hombre. Carolyn tuvo la indudable sensacion de que, aunque el hombre estaba rodeado de la belleza del jardin, lo unico que veia era a la mujer de la terraza.