cargada tension por la presencia de el que el sentia por la de ella. Daniel lo considero un hecho prometedor.
– Es usted muy buena limpiando y vendando heridas -indico el esquivando el silencio.
– De nina, Sarah era un poco hombruna -explico Carolyn sonriendo afectuosamente por el recuerdo-. Pase muchas horas curando sus numerosos cortes y aranazos. Y unos cuantos de los mios.
– Entonces, ?no es usted una persona impresionable?
– No. Si hubiera sido un chico, habria seguido los pasos de mi padre y habria sido medico.
Lord Surbrooke levanto las cejas sorprendido. Nunca habia oido a una aristocrata decir algo asi, que aspirara a tener una profesion. Claro que Carolyn no habia nacido noble.
– Dice que Sarah era un poco hombruna, pero ?como se hizo usted sus cortes y aranazos?
Una sonrisa bailo en los labios de Carolyn.
– Tengo que hacerle una confesion.
El interes se desperto en el interior de Daniel.
– ?Ah, si? Por favor, no me mantenga en suspenso. Aunque creo justo recordarle que las confesiones a medianoche pueden ser peligrosas.
– Entonces tengo suerte de que haga rato que haya pasado la medianoche. -La picardia brillo en los ojos de Carolyn. Se inclino hacia el y le confeso con aire conspirador-: Solia… subirme a los arboles.
El no sabia si se sentia mas sorprendido, intrigado o divertido.
– No lo habria dicho nunca.
– Pues me temo que es cierto. Y tambien solia caminar haciendo equilibrios sobre los troncos de los arboles caidos. Y saltar sobre las rocas que sobresalian en el estanque que habia cerca de nuestra casa. Me cai al agua mas de una vez.
Un recuerdo intento surgir de las profundidades del alma de lord Surbrooke, quien enseguida cerro la puerta de la mazmorra donde lo guardaba para evitar que viera la luz del dia.
– Seguro que me esta contando un cuento. No creo que sea usted capaz de comportarse de una forma tan inusual.
– Le aseguro que es verdad. Mi madre siempre me presionaba para que mi comportamiento fuera impecable, cosa que no hacia con Sarah.
– ?Por que?
Carolyn titubeo, reflexionando sobre si contarselo o no. Al final, declaro:
– Para mi consternacion, siempre fui la favorita de mi madre. Ella consideraba que Sarah era poco dotada y sin remedio, asi que le prestaba poca atencion y puso todas sus esperanzas de realizar un buen matrimonio en mi, aunque mas que esperanzas lo daba por hecho. Su favoritismo hirio profundamente a Sarah. Y a mi tambien, pues yo adore a Sarah desde el mismo dia en que nacio. Siempre que podia, yo escapaba de las rigidas garras de mi madre y, cuando lo conseguia, me iba con Sarah a escalar arboles, saltar sobre las rocas o cualquier otra gran aventura en la que ella estuviera metida. De haberlo sabido, mi madre se habria puesto hecha un basilisco, asi que, para cubrirnos, aprendi a curarme las heridas que me causaba cuando me caia. Y tambien las de Sarah. - Una sonrisa ilumino su cara-. Como mi padre era medico, no me resulto dificil aprenderlo. Ni conseguir vendas.
Habian llegado a las cristaleras que comunicaban con el invernadero y el se detuvo.
– Debo admitir que este aspecto inesperado suyo me ha cogido desprevenido.
– Le aseguro que es cierto. De hecho, conservo una cicatriz en el tobillo, recuerdo de una de mis mas desafortunadas aventuras como escaladora de arboles. La considero una condecoracion.
Daniel cogio el pomo de laton y abrio la puerta. El aire que los rodeaba enseguida se vio inundado de una fragancia floral con toques de tierra recien excavada. Un rayo plateado de luna caia sobre el suelo de piedra desde el elevado techo de vidrio. Daniel levanto la vista y vio una luna nacarada sobre un cielo negro y aterciopelado encastado con estrellas que parecian diamantes.
– ?Que bonito! -murmuro Carolyn entrando en la calida habitacion.
– Pense que le gustaria.
– Me gusta. Y mucho. -Inhalo hondo y sonrio-. A la luz del dia debe de ser esplendido.
– Si, pero yo prefiero venir de noche. Lo encuentro muy…
– ?Tranquilo?
El asintio con la cabeza.
– Si. El lugar perfecto para la contemplacion.
Carolyn se sorprendio de una forma patente.
– Nunca crei que fuera usted un hombre dado a la reflexion introspectiva.
– Esta claro que no me conoce usted tanto como cree.
Ella lo miro intrigada.
– En realidad, yo diria que no le conozco en absoluto. -Antes de que el le asegurara que estaria encantado de explicarle todo lo que quisiera saber, ella continuo-: A Sarah siempre le han encantado las plantas y las flores. ?A usted le gustan desde hace tiempo?
El la condujo lentamente por uno de los pasillos de verdor exuberante.
– De hecho, era una de las grandes pasiones de mi madre. Este invernadero era su habitacion favorita. Quedo abandonado despues de que ella muriera, pero cuando yo herede la casa, hace tres anos, a la muerte de mi padre, hice que lo reconstruyeran. Lo mantengo en memoria de mi madre.
– Siento su perdida -susurro ella-. No me imagino lo doloroso que debe de resultar perder a ambos padres. ?Cuantos anos tenia usted cuando su madre murio?
– Ocho. -Decidido a cambiar de tema, el senalo la zona de flores por la que estaban pasando-. Rosas -indico. Arranco una, le quito las espinas y se la entrego a Carolyn-. Para usted.
– Gracias. -Ella se llevo el regalo a la nariz e inhalo hondo. Despues sostuvo la flor en alto para examinarla a la luz de un indeciso rayo de luna-. Se ve blanca, pero no parece que sea de un blanco puro -declaro mientras la hacia girar poco a poco entre sus dedos.
– Es de un rosa palido. A este color mi jardinero lo llama «rubor». -Alargo el brazo y deslizo la yema de uno de sus dedos por el borde de uno de los petalos de la rosa-. Esta flor me recuerda a usted.
– ?Por que?
– Porque es delicada, aromatica y muy, muy encantadora. -Deslizo la yema del dedo con la que acababa de tocar la flor por la suave mejilla de Carolyn-. Y porque usted se ruboriza de una forma maravillosa.
Como si lo hubieran conjurado, el rubor cubrio las mejillas de Carolyn y Daniel sonrio.
– Asi.
Su cumplido la puso nerviosa de una forma patente y Carolyn bajo la vista mientras seguian avanzando con lentitud por el pasillo. Despues de varios y largos segundos de silencio, ella comento:
– ?Se marcho usted pronto de la fiesta?
– Cuando usted se fue ya no senti deseos de seguir alli.
Carolyn lo miro y se le corto la respiracion al sentir su intensa mirada clavada en ella. El la miraba como si fuera un dulce y el tuviera un antojo de azucar. «?Oh… Dios!» Y no solo era lo que habia dicho, sino la forma en que lo habia dicho, con aquella voz grave y aspera. La tension que la atenazaba desde que se quedo a solas con el se multiplico por dos y todo su cuerpo parecio arder en llamas. ?Y el ni siquiera la habia tocado!, salvo por aquella ligera caricia que le habia hecho en la mejilla unos instantes antes, la que habia dejado una estela de fuego tras ella.
Carolyn se dio cuenta de que, aun en contra de su voluntad, deseaba que el la tocara. Lo deseaba mucho.
?Que haria el si ella se lo dijera? Si ella le dijera: «Quiero que me toques. Besame.»
«Te obedeceria», susurro su voz interior.
Si y, una vez mas, ella experimentaria toda la magia que habia sentido en las otras dos ocasiones en las que el la habia tocado. Y besado.
Carolyn se agarro con fuerza al tallo de la rosa para no abanicar con la mano su acalorada cara. Desesperada por encontrar algo, cualquier cosa, que decir que no incluyera la palabra «besame», declaro:
– Katie me ha hablado de la interesante variedad de mascotas que ha rescatado usted.
– ?Ah, si! Forman un grupo bastante vistoso, aunque quiza seria mejor llamarlos «manada».
– Salvar animales abandonados es una labor inusual y sorprendente para un conde.