– Esfuerzos que se dirigen tambien hacia lord Berwick, lord Thurston y lord Hartley -anadio Julianne con un profundo ceno en la frente-. ?Creeis que alguno de los caballeros presentes podria ser el Hombre Perfecto?
Emily nego con la cabeza.
– No. Tal hombre no existe, de otra manera no habriamos tenido que crearlo. -Emitio un dramatico suspiro-. Pero ?que maravilloso seria que existiera!
Si, seria algo maravilloso, aunque poco realista. Sarah recogio las prendas de vestir y las escondio en su baul de viaje que estaba guardado en el fondo del armario. Las damas se dieron las buenas noches y prometieron encontrarse la tarde siguiente para dar vida a Franklin N. Stein.
Sarah cerro la puerta tras su partida, pero segundos despues alguien llamo con un golpe seco. Abrio la puerta y se encontro con Carolyn en el pasillo. Despues de que su hermana entrara en la habitacion, le dijo:
– Se que debes de estar cansada, Sarah, pero… -Extendio la mano y tomo la de Sarah-. Queria decirte lo feliz que me siento de que estes aqui conmigo.
Sarah se sintio aliviada de que la razon por la que Carolyn habia regresado a su dormitorio no fuera nada malo.
– No mas que yo.
– Lo se, y te lo agradezco. Estas reuniones contigo, Julianne y Emily, y las aventuras de la Sociedad Literaria, son justo lo que necesito. -Una sonrisita aparecio en los labios de Carolyn-. Por supuesto, estoy segura de que ya lo sabias.
– No puedo negar que esperaba que te divirtieras.
– Espero que tu tambien te estes divirtiendo. -Los ojos de Carolyn escrutaron su cara-. Veo que este viaje tambien ha sido bueno para ti. Confiaba en que ausentarte de tu rutina habitual, y alejarte de mama, te permitiera extender un poco tus alas -le dirigio una breve sonrisa-. Y sabia que te gustarian los celebres jardines del marques.
Sarah parpadeo.
– ?Estas intentando decirme que en vez de venir por ti, como yo pensaba, tu querias venir por mi?
Carolyn sonrio ampliamente.
– Hay un dicho que dice que las grandes mentes piensan igual.
Sarah estaba sorprendida y emocionada, y anadio:
– Cierto. Pero no tienes que preocuparte por mi, Carolyn. Soy muy feliz.
– Si, eso lo veo. Hay un… brillo nuevo en ti, y me alegro mucho.
Un profundo sonrojo cubrio rapidamente las mejillas de Sarah. Antes de que pudiera anadir nada mas, Carolyn la beso en la mejilla y agrego:
– Buenas noches, cielo. Duerme bien. -Y luego se marcho, cerrando la puerta sigilosamente.
Sarah solto un largo suspiro. Estaba claro que su brillo interior saltaba a la vista, al menos para Carolyn, que la conocia mejor que nadie. Era de agradecer que su hermana desconociera su procedencia. Lo que le hizo recordar la pregunta de Julianne: «?Creeis que alguno de los caballeros presentes podria ser el Hombre Perfecto?»
Solto un suspiro exasperado, enfadada consigo misma por ser tan caprichosa y poco practica. No, el Hombre Perfecto no existia. Era solo producto de la imaginacion. Aunque… lord Langston, no podia negarlo, habia sido perfecto tanto besando como preocupandose por ella. Habia dicho varias de las cosas de la lista que diria el Hombre Perfecto y cumplia varios requisitos de la primera lista, la de los rasgos del Hombre Perfecto. Ademas de ser un hombre que sabia besar, lord Langston era guapo, ocurrente e inteligente. Y ella podia dar fiel testimonio de que era sorprendentemente apasionado y de que le hacia sentir mariposas en el estomago. No estaba segura de si era amable, paciente, generoso, honorable y honesto. La verdad era que los dos ultimos rasgos podian ser puestos en entredicho, dados los secretos que guardaba. Estaba claro que sabia mucho menos de jardineria de lo que la gente pensaba. Y ademas, si no llevaba gafas… ?como podia ser perfecto?
Y aun asi, si fuera el Hombre Perfecto, ?de que le valdria a ella? Nunca seria su Hombre Perfecto, puesto que ella no atraia precisamente a hombres asi. Pero mejor que el no lo fuera porque corria el riesgo de enamorarse locamente de el.
Y eso seria un desastre de proporciones gigantescas; simplemente le partiria el corazon en dos.
Pero si despues de averiguar mas cosas sobre el descubria que estaba cerca de ser perfecto, tendria que dejar de pensar en el inmediatamente. Y tendria que olvidarse de su beso. De la sensacion de sus caricias. De la textura de su piel bajo los dedos. De su sabor.
Por desgracia, sospechaba que seria mas facil pensarlo que hacerlo.
– Excelente disparo, Berwick -dijo Matthew cuando la flecha de su invitado cayo en el anillo de nueve puntos de la diana que estaba al otro lado del cesped.
Lord Berwick bajo el arco.
– Gracias. Creo que eso me da posibilidades.
– Va mejor que Jennsen, pero a el aun le falta disparar una flecha -le recordo Matthew.
Despues de observar la calmada y constante determinacion que Jennsen habia exhibido durante las dos ultimas horas en el campo de tiro con arco, Matthew ya no se preguntaba por que ese hombre tenia exito en los negocios. Aunque era el menos experimentado de los arqueros, Jennsen habia ido a por sus adversarios uno por uno, nunca habia parecido cansado ni sudoroso. Incluso en las ocasiones en que su disparo era menos brillante su absoluta confianza estremecia a los demas tiradores, obligandolos a cometer errores imperdonables. A lo largo del torneo la atmosfera de amigable competencia habia desaparecido dando paso a una tension casi palpable, sobre todo en las dos ultimas rondas. Hartley y Thurston se habia dejado llevar por la frustracion en varias ocasiones; Thurston habia llegado incluso a romper una flecha con la rodilla.
Cada una de las rondas habia resultado ser muy competitiva. Daniel gano la primera ronda, y Matthew la segunda. Hartley y Thurston se disputaron la tercera ronda, ganando finalmente Hartley con un tiro perfecto. Jennsen habia ganado la cuarta y Berwick la quinta. Todos habian estado de acuerdo en que esa era la ultima ronda y ya habian llegado al ultimo tiro.
– Jennsen necesita obtener diez puntos para ganar -dijo Thurston, mirando al americano. Un frio brillo inundo sus ojos-. ?Alguien quiere hacer esto mas interesante?
Logan Jennsen le dirigio una fria mirada a Thurston, luego miro decidido a Berwick.
– Apuesto cinco libras a que hago el mejor tiro.
Berwick arqueo una de sus cejas rubias y esbozo una sonrisa divertida.
– Yo apuesto diez a que pierdes.
– Lo veo -dijo Hartley, mirando al americano con la misma falta de cordialidad que Thurston-. Apuesto por Berwick.
– Yo tambien -dijo Thurston. Se giro hacia Daniel-. ?Por quien apuestas, Surbrooke?
Daniel sonrio.
– Por Jennsen. -Matthew detecto la rabia que brillaba en los ojos de Berwick.
– Acabaras arrepintiendote -dijo Berwick en tono gelido.
Daniel se encogio de hombros.
– No me importa perder.
– ?Y tu, Langston? -pregunto Berwick, fijando su mirada azul en Matthew-. ?Por quien apuestas?
Matthew levanto las manos en senal de fingida rendicion, esperando aligerar la tension que crepitaba en el aire.
– Como soy el anfitrion seria descortes por mi parte no demostrar imparcialidad. Por lo tanto, me mantendre neutral y os deseare a los dos buena suerte.
Sin embargo, Matthew aposto mentalmente por Jennsen. La conducta de ese hombre dejaba claro que estaba acostumbrado a obtener lo que queria, y lo que queria en ese momento era superar a Berwick, y reirse de Hartley y Thurston.
Matthew habia oido rumores de que la decision de Jennsen para abandonar su America natal estaba motivada por algo mas que el deseo de expandir sus negocios, y que su pasado no era tan limpio como cabia suponer. Habia ignorado los rumores porque provenian de los competidores de Jennsen, pero ahora, despues de haber visto la fria determinacion y el ferreo control que exhibia en el campo de tiro, no podia por menos de preguntarse si esos rumores no serian ciertos.