por las cintas de raso que llevaba atadas flojamente alrededor del cuello. Tenia las mejillas sonrosadas y el pecho agitado como si hubiera corrido una larga distancia.
Sarah se humedecio los labios, un gesto que le hizo apretar sus propios labios para no imitarla. Se ajusto las gafas que se le habian deslizado hasta la mitad de la nariz y luego le ofrecio una torpe reverencia.
– Lord Langston, disculpeme. Pensaba que los caballeros estaban ocupados con el tiro con arco.
– Ya hemos terminado el torneo. Pensaba que las damas se habian ido al pueblo.
– Me he quedado para explorar detenidamente sus extensos jardines. Espero que no le importe.
«No, si no comienza a escupirme nombres latinos de flores.» O a preguntarle sobre las straff wort o las
– En absoluto.
Sarah miro en derredor y fruncio el ceno.
– Esta no es la sala.
– No. Este es mi estudio privado.
El rubor inundo sus mejillas.
– Oh. Debo pedirle perdon de nuevo. No tenia intencion de entrometerme.
Se entrometia de todas maneras. En su privacidad y en su muy aburrido -esto… productivo- trabajo con los libros de cuentas. Deberia despacharla, por supuesto. Sin embargo se encontro diciendo:
– No se ha entrometido. Es mas, estaba a punto de pedir el te. ?Le gustaria acompanarme?
Por Dios, ?de donde diablos habia surgido esa invitacion? No habia estado a punto de pedir el te. De hecho, aun era muy temprano para que el lo tomara. Era como si hubiera perdido el control de sus labios.
Con solo pensar en labios, dirigio la mirada a su incitante boca. Intento no mirarla, intento apartar la mirada de esos exuberantes labios que sabia que eran calidos y deliciosos. Vaya, parecia que tambien habia perdido el control sobre sus pupilas.
Ella lo estudio durante varios segundos, como si fuera un acertijo que estuviera tratando de descifrar, luego dijo:
– Tomar el te suena delicioso. Gracias.
Bueno, puede que eso fuera lo mejor. Despues de todo, ?no habia decidido pasar algun tiempo con ella para enriquecerse de su extenso conocimiento sobre plantas, y que lo ayudara en su busqueda? Si, lo habia hecho. Era necesario que pasase tiempo con ella. Y siempre que fuera capaz de mantener la conversacion alejada de las
– Pongase comoda, por favor -dijo Matthew, senalando el conjunto de sillones cerca de la chimenea. Saco la bota de debajo de Danforth y cruzo la estancia hacia el cordon que habia cerca del escritorio. Cuando terminaba de recoger los libros de cuentas, Tildon contesto a la llamada.
Despues de ordenar que sirvieran el te en la terraza, Matthew se unio a la senorita Moorehouse junto a la chimenea.
En lugar de sentarse, ella permanecio frente a la chimenea mirando con fijeza el retrato que colgaba encima de la repisa. El siguio la direccion de su mirada y miro la pintura que nunca dejaba de provocarle un nudo en el estomago.
– ?Su familia? -pregunto ella.
El sintio que le palpitaba un musculo en la mandibula.
– Si.
– No sabia que tenia un hermano y una hermana.
– No los tengo. Ya no. Murieron los dos. -Las palabras salieron mas entrecortadas de lo que hubiera querido, ya que aunque pensaba en James y Annabelle todos los dias, rara vez hablaba de ellos. Sintio el peso de la mirada de ella y se volvio en su direccion. La encontro mirandolo con los ojos muy serios.
– Lamento su perdida -comento con suavidad.
– Gracias -dijo el por rutina; anos de practica habian conseguido que dominara la pena que una vez lo habia mantenido paralizado. Habia aprendido a vivir con ella. La culpa, sin embargo, no se habia desvanecido nunca-. Ocurrio hace mucho tiempo.
– Pero la perdida de un ser querido es un dolor que no se cura nunca.
Matthew arqueo las cejas, asombrado tanto por sus palabras como por lo bien que reflejaban sus pensamientos.
– Lo dice como si lo supiera por experiencia.
– Lo se. Cuando tenia catorce anos, mi querida amiga Delia, una chica que conocia desde la infancia, fallecio. Todavia la extrano y continuare haciendolo durante el resto de mi vida. Y tambien queria al marido de mi hermana, Edward, como si fuera mi propio hermano.
El asintio. Ella comprendia su pena.
– Su amiga, ?como murio?
Un profundo dolor brillo en sus ojos y se tomo varios segundos para responder.
– Nosotras ibamos a caballo y le sugeri una carrera. -Su voz se volvio un susurro y miro al suelo-. El caballo de Delia se hizo dano poco antes del final y la tiro. Se rompio el cuello en la caida.
Inmediatamente Matthew reconocio la culpa que escondia su voz. ?Como podria no hacerlo? Era tan familiar para el como su propia voz, y una profunda sensacion de empatia lo atraveso.
– Lamento profundamente su perdida.
Ella levanto la vista y lo miro. Sus ojos se encontraron y Matthew no pudo evitar sentir un vacio en el corazon ante la expresion desolada que mostraban. Era una mirada que el conocia demasiado bien.
– Gracias -susurro ella.
– Creo que ya se por que le dan miedo los caballos.
– No he vuelto a montar desde entonces. No es exactamente el miedo lo que me detiene, es mas…
– No querer volver a recordar cosas demasiado dolorosas. -Era una afirmacion mas que una respuesta. Sabia con exactitud como se sentia ella.
– Si. -Lo estudio con sus enormes ojos, agrandados por las gafas-. Ahora es usted el que suena como si lo supiera por experiencia propia.
Matthew sopeso con rapidez que y cuanto contarle. Era algo de lo que nunca hablaba. Pero esa mirada desolada que le habia dirigido hizo que se le retorcieran las entranas. Habia hecho aflorar todos sus instintos protectores. Habia conseguido que quisiera reconfortarla.
Tras aclararse la garganta, el dijo:
– Asi es. Es la razon por la que nunca voy al pueblo.
Aunque ella no dijo nada, el vio surgir la comprension en su semblante y como asentia con la cabeza. Ella no sabia lo que habia ocurrido, pero sabia que su aversion al pueblo tenia que ver con la muerte de sus hermanos. Lo entendia. Y no preguntaba. Simplemente compartia con el un mutuo entendimiento.
Algo en el interior de Matthew parecio expandirse. Le gustaba muchisimo esa faceta de ella. No necesitaba llenar los silencios con charlas intranscendentes o realizando interminables preguntas como hacian otras mujeres. Aunque era extrovertida, poseia una callada entereza y una serenidad que lo atraia enormemente.
Y antes de que pudiera detenerse, se encontro diciendo:
– Tenia once anos. Se suponia que debia quedarme estudiando matematicas, pero en vez de eso me fui al pueblo para ver a mi amigo Martin. Era el hijo del carnicero. Mi padre me habia prohibido expresamente que fuera al pueblo, ya que la gente estaba enfermando con unas fiebres y no queria que ninguno de los habitantes de Langston Manor se viera expuesto a ellas. -Aspiro profundamente y las palabras surgieron con mas rapidez. Salieron a borbotones como el veneno de una herida abierta-: Pero habia oido que Martin estaba enfermo y queria verlo. Llevarle una medicina que habia dejado el doctor por si alguien enfermaba. Asi que fui. A la manana siguiente estaba febril. Dos dias despues, James y Annabelle cayeron enfermos. Yo sobrevivi. Ellos no lo hicieron. Ni tampoco Martin.
Dejo de hablar. Se quedo sin aliento. Vacio. Y sus rodillas parecian no querer sostenerle. Su hermano y su hermana habian muerto por su culpa. Habia sobrevivido por razones que no podia ni lograba entender; pero de