Cuando sus ojos se encontraron, el susurro:
– Perfecta.
No era la palabra que habria usado nunca para describirse a si misma. No era la palabra que habria imaginado que le diria un hombre. Su corazon latio rapidamente en respuesta, luego el se estiro para alcanzar y quitarle las horquillas del pelo, dejandolas caer sobre el agua. Los rizos rebeldes cayeron libres hasta rozarle las caderas. Luego, lentamente, el introdujo los dedos entre los mechones.
– Perfecta -repitio-. Si Botticelli pudiera verte, te reclamaria como su musa. No puedo mas que compadecerle de que nunca vaya a tener el placer.
– No puedo encontrar ni una sola razon para que diga eso.
– ?De veras? Dijiste algo parecido en mi dormitorio cuando te dije cuanto deseaba besarte. Asi que te contestare lo mismo: no te preocupes. Yo encontrare suficientes razones para los dos.
Le rozo con la yema del dedo la base de la garganta y deslizo la mano hacia abajo. A Sarah se le cerraron los ojos. Apretando las rodillas, se concentro en la mano de Matthew, sintiendo los calidos escalofrios que le recorrian la piel. Las caricias lentas y suaves despertaron cada celula de su cuerpo, provocandole un estremecimiento tras otro. Cuando el ahueco la palma de la mano sobre sus pechos, jugueteando con sus pezones, ella emitio un largo suspiro.
– Abre los ojos, Sarah.
Ella abrio los parpados y miro los hermosos ojos color avellana, oscurecidos por una inconfundible pasion que nunca habia imaginado ver. Una pasion que nunca habia creido poder inspirar.
El se acerco un paso e inclino la cabeza. Con la lengua rodeo uno de los pezones, y luego cerro los labios sobre la sensible punta, succionandola suavemente. Sarah se quedo sin aliento ante el intimo acto que le puso un tirante nudo de placer en el vientre. Levantando las manos, entrelazo los dedos entre sus gruesos cabellos, disfrutando de cada maravillosa succion de sus labios.
Cuando el le prodigo la misma atencion al otro pecho, las manos que vagaban por su espalda bajaron hasta ahuecarle las nalgas. Un gutural gemido emergio de su garganta, un sonido que ella no recordaba haber emitido nunca. El le beso el pecho, subiendo a su cuello, y siguiendo por su barbilla.
– Sarah… Sarah -susurro el, tentandola con sus labios y su calido aliento.
Y luego su boca se amoldo a la de ella y Sarah le rodeo el cuello con los brazos. Su mente se vacio de todo menos de una palabra…: mas…, mas.
Como si hubiera oido su silenciosa suplica, el ahondo mas el beso, su lengua bailo con la de ella. Una de sus grandes manos bajo hasta la parte trasera del muslo y le levanto la pierna hasta que le apoyo el pie contra el borde de la banera. Cualquier verguenza que ella hubiera podido sentir por estar tan expuesta se evaporo ante el primer contacto de sus dedos contra los doloridos pliegues entre sus muslos.
Sarah se quedo sin aliento y se hubiera caido en la banera si no hubiera sido por el brazo que la sujetaba con fuerza alrededor de la cintura. El la atormento con un lento movimiento circular que la enloquecio e inflamo hasta que se movio con una necesidad descontrolada contra su mano. El gimio y levanto la cabeza, besandola a lo largo de la mandibula.
– Eres tan suave -susurro contra su garganta-. Tan calida y humeda. Eres… perfecta.
Si, perfecta. La manera en que la tocaba era perfecta, como jugueteaba con su carne femenina era perfecto. Y la empujaba hacia un precipicio que parecia quedar fuera de su alcance.
Y de repente, ella estuvo alli, volando, hasta que el siguiente toque magico la impulso por el borde de un abismo calido y oscuro de agonizante placer que le arranco un grito desgarrador de la garganta. Enterro la cara contra su hombro y durante un momento de interminable locura todo su ser se redujo al palpito que notaba entre los muslos donde el continuaba acariciandola con tal perfeccion. Luego los espasmos se apaciguaron, arrancandola languidamente de la mas pura delicia.
Sarah inspiro profundamente y se sintio inundada por el perfume de su piel. El olor a sandalo y a limpio; el olor a el. Lentamente levanto la cabeza y se lo encontro mirandola con esos ojos color avellana.
– Sarah -susurro el.
– Lord Langston -susurro ella en respuesta.
El esbozo una sonrisa.
– Matthew.
– Matthew. -El mero acto de decir su nombre le produjo un escalofrio. Muy despacio bajo la mano de su cuello, hundiendola dentro del cuello abierto de la camisa hasta dejarla reposar sobre su pecho. Extendio los dedos sobre la piel calida, sintiendo el latido de su corazon, sintiendo el leve cosquilleo del oscuro vello contra la palma de su mano-. Matthew, ?que me has hecho?
– Casi la misma maravilla que tu me acabas de hacer a mi. Nunca… habia sentido esto. -Algo que ella no supo interpretar brillo en sus ojos-. Me alegro mucho de haber sido el primero.
Le dio un beso en la frente, y con un movimiento fluido la saco de la banera. La bajo con lentitud, deslizandola por su cuerpo. Cuando los pies de Sarah rozaron la mullida alfombra, sintio su deseo duro contra el vientre y deseo que estuviera tan desnudo como ella. Deseo que no hubiera nada que le impidiera satisfacer la curiosidad de descubrir y explorar la calida textura de su piel.
Tras depositarla en el suelo, se alejo y recogio la bata del respaldo de la silla. Colocandose detras de Sarah, sujeto la prenda para que ella pudiera deslizar los brazos por las mangas. Luego se inclino hacia delante y le ato el cinturon con habilidad.
– Creo que ahora ya estamos en paz -dijo el.
Ella arqueo las cejas.
– No exactamente.
– ?No? Tu me viste tomar un bano y yo observe como lo tomabas tu.
– Yo te vi darte un bano. Tu me «ayudaste» a tomar un bano. Y, hummm, luego… eso.
En vez de parecer divertido como ella esperaba, su expresion permanecio seria. Extendiendo los brazos, le capturo las manos y entrelazo sus dedos con los de ella.
– ?Que es lo que quieres, Sarah? -pregunto con suavidad, mirandola a los ojos-. ?Ayudarme a tomar un bano?
Un «si» pugno por salir de su garganta, pero se obligo a contenerlo. Porque si se basaba en su tono y en su expresion, el no lo estaba preguntando de manera alegre y provocativa. Con el tono mas ligero que pudo lograr, ella le contesto.
– Me lo pensare. -Y lo haria. Lo cierto era que no creia que pudiera pensar en otra cosa.
– Porque si me ayudaras a banarme -dijo el-, me temo que entonces no podria detenerme. -Su mirada la recorrio de pies a cabeza y un musculo palpito en su mejilla. Mirandola a los ojos otra vez, anadio-: Y ahora debo irme. Antes de que me encuentre en esa situacion… incapaz de detenerme.
Alzandole las manos, le dio un suave beso en el dorso de los dedos. Luego la solto y se encamino a paso vivo hacia la puerta. Abandono la estancia sin volver la vista atras, cerrando la puerta con un leve chasquido.
Sarah se inclino hacia la banera, y permanecio absolutamente quieta durante un momento, mirando el agua, volviendo a revivir ese interludio increible y magico. Sin duda, deberia sentir remordimientos. Culpa. Una absoluta verguenza por las libertades que le habia permitido. Por el contrario, se sentia exultante y pletorica. Ahora comprendia sobre que susurraban las damas tras los abanicos.
Se giro y miro a la cama. Se suponia que debia meterse bajo las mantas, pero ?como podia pensar en dormir cuando su mente estaba tan sobrecogida por las cosas que habia experimentado? El sueno la evadia, camino hacia la ventana, donde aparto a un lado la pesada cortina verde de terciopelo. La luna iluminaba un cielo plagado de estrellas como si fuera una perla iridiscente contra un raso negro salpicado por diamantes. La luz plateada de la luna iluminaba el jardin. Los setos inmaculados. El bosquecillo de olmos.
Una figura con una pala se movia hacia el bosquecillo.
Se quedo sin respiracion y apreto mas la nariz contra el cristal. Incluso aunque no hubiera reconocido a Matthew, no habia lugar a errores, Danforth trotaba tras sus talones. Fuera lo que fuese lo que su senoria hubiera estado tramando la noche anterior, estaba claro que lo estaba haciendo de nuevo…, y ni siquiera un cuarto de hora despues de abandonar su dormitorio. Todas las dudas y preocupaciones que el habia eliminado con esos embriagadores besos y esas caricias excitantes retornaron con fuerza, sacandola del estupor como una bofetada.
Su saciada languidez fue sustituida por el asco que sintio por si misma al haber sido seducida por completo