Mayfair por haberlos unido». -Fruncio los labios y se golpeo el menton con un dedo-. Pero ?quien es la Mujer mas Incasable?
El trago saliva y dijo:
– En realidad, creo que yo lo se.
Meredith se detuvo en seco, dio media vuelta y se dirigio hacia el con entusiasmo:
– Excelente. ?Quien es?
– Usted, miss Chilton-Grizedale. Cuando la alta sociedad lea la edicion de manana del
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Philip se dio cuenta de que el color desaparecia de las mejillas de miss Chilton-Grizedale mientras sus palabras quedaban suspendidas en el aire como una niebla. Sus ojos, que unos segundos antes danzaban de excitacion, ahora parecian fragmentos de hielo de color aguamarina. Sus labios se curvaron formando lo que el suponia que pretendia ser una sonrisa, pero lo que dejo entrever fue mas una mueca que demostraba que inexplicablemente le habia tocado el orgullo.
– Es usted muy divertido, senor. Pero dificilmente puedo considerarme incasable, puesto que, en tanto que no deseo casarme, nunca me he considerado una persona casable.
Su tono de voz era claro, pero sonaba forzado. ?Y que era eso que parecian destellos en sus ojos? ?Miedo? ?Tristeza? Su curiosidad por ella se vio aumentada. ?Por que no iba a querer casarse? Ah, probablemente ningun hombre habia querido quedarse con una mujer tan autoritaria. Pero en el momento en que se le ocurrio esta idea la rechazo. Seguramente habria un hombre, en alguna parte, que no encontraria sus maneras dictatoriales completamente desagradables. Y, como estaba empezando a darse cuenta, ella no era siempre una persona autoritaria.
?Acaso le habria ofrecido el corazon a alguien que no le habia correspondido? ?O era posible que, incluso ahora, amara a un hombre que no queria, o bien no podia, casarse con ella?
Ese pensamiento le dejo una desagradable sensacion que se parecia sospechosamente a los celos.
– Yo pensaba que la mayoria de las mujeres no quieren otra cosa mas que casarse.
– Yo no soy como la mayoria de las mujeres, lord Greybourne.
No, no era como la mayoria de las mujeres; y eso era algo que hacia que aumentase aun mas la creciente curiosidad que sentia por ella.
– Ademas, una mujer como yo no esta hecha para un hombre como usted -dijo ella con un tono seco mientras alzaba la barbilla.
– ?Una mujer como usted? ?Y eso que significa, exactamente?
El color volvio a sus palidas mejillas.
– Me refiero a una mujer sin nobleza. Usted es un vizconde, el heredero de un condado. Debe usted casarse con una mujer de su misma clase social.
El la miro fijamente a los ojos, deseando poder leer sus pensamientos, puesto que aunque su explicacion era de sentido comun, sospechaba que ella habia tenido mucho cuidado en ocultar algo, que esas palabras revelaban algo mas que ella no habia querido dar a entender. «Una mujer como yo…»
– Si, supongo que tiene usted razon. Pero hasta que no este libre del maleficio, sin mencionar esos desafortunados rumores, no puedo imaginarme que ninguna mujer tenga ganas de casarse conmigo.
– Usted puede hacer que los rumores desaparezcan facilmente, senor. Sencillamente, busquese una amante y asegurese de que se le vea con ella. En la opera, en el teatro.
Por supuesto, ese era un consejo excelente. Tener una amante, combinado con una pizca de oportuna carencia de discrecion -algo nada dificil, habida cuenta su ya manchada reputacion-, podria acallar cualquier duda que hubiera al respecto de su capacidad de cumplir. Sin embargo, el hecho de que ella lo hubiera sugerido de una forma tan tranquila, de un modo tan desapasionado, unido al hecho de que el no tenia ninguna intencion de buscarse una amante, le habia sorprendido. ?Por que no le parecia atractiva esa idea? Habia mantenido el celibato durante meses. Quiza habia algo en el que no funcionaba bien.
Pero una sola mirada a miss Chilton-Grizedale le calentaba la sangre de una manera que el reconocia perfectamente. No, no habia nada en el que no funcionara bien -aparte de ese inexplicable deseo de la mujer equivocada.
– Tendre en cuenta su consejo de buscar una amante -dijo el friamente-. Pero esto todavia nos deja con el problema del maleficio y de encontrar a esa mujer «incasable» de la que usted hablaba.
Ella arrugo los labios y arqueo las cejas.
– Pensandolo mejor, creo que centrarnos en una mujer «incasable» puede que no sea una buena idea. Podemos lograr el mismo resultado de casarle y restituir mi reputacion encontrando una mujer perfectamente casable. Ademas, creo que lo mas inteligente seria pensar en una mujer joven apropiada, en alguien mas o menos como lady Sarah.
– Mas o menos como la bella y la bestia -murmuro el.
– Hare todo lo que este en mi mano para encontrarle una esposa que sea hermosa, senor -remarco ella.
El se la quedo mirando durante un momento, y luego dijo con delicadeza.
– Quiero decir que yo soy la bestia, miss Chilton-Grizedale.
El corazon de ella dio un vuelco, aunque aquella reaccion seguramente no tenia nada que ver con la idea de que ella lo considerara una bestia. Sino mas bien con que lo consideraba atractivo, tanto como el la consideraba a ella cada vez mas interesante. Sus mejillas se rineron de carmesi.
– Eh, si, por supuesto. Pero naturalmente yo debo concentrar mis esfuerzos en encontrar a una mujer que le parezca atractiva. De hecho…
Su voz se apago, y asintiendo con la cabeza empezo a caminar por la habitacion. El la siguio con la vista, mirando alternativamente sus labios apretados y sus cejas arqueadas. Cada vez que pasaba junto a el, saboreaba el delicioso aroma de su perfume, una fragancia que le hacia empezar a salivar. Y esos labios apretados… Aspiro su profundo y delicado aroma. Esos labios parecian ofrecersele para que los besara, una oferta que el no podria rechazar.
De repente ella se paro delante de el, ahora con la frente completamente lisa.
– Creo que tengo un plan, senor.
– Le ruego que no me tenga en suspenso, miss Chilton- Grizedale.
– Dejando aparte el hecho de que este maleficio le haga ser (al menos temporalmente) un hombre incasable, creo que esto tambien puede provocar una gran dosis de interes por su persona. Tenemos que hacer que eso sea una ventaja para nosotros. Con todos los rumores que estan corriendo de boca en boca, deberiamos poner algo de nuestra parte en la situacion. Tenemos que hacer saber que el acabar con ese maleficio no es mas que una cuestion de tiempo, y, entretanto, ofreceremos una velada privada (por ejemplo una cena de gala) en la que yo le encontrare a la mujer adecuada. Por mucho que este hechizado, ante la inminente promesa de romper el maleficio, las madres con hijas en edad de casarse no querran dejar escapar la herencia de un condado de las manos de sus hijas.
– Y si no puedo…
Acercandose a el, ella le puso dos dedos sobre los labios interrumpiendo sus palabras, y su respiracion. Luego, meneando la cabeza, murmuro:
– No lo diga. Podra. Tiene que poder. Por su bien, y para mantener la promesa que le ha hecho a su padre antes de que su salud empeore, y por el bien de mi sustento y mi reputacion.
El queria decirle que, en realidad, era muy posible que no encontrara jamas el pedazo de piedra desaparecido y que no fuera capaz de romper el maleficio, y, por lo tanto, que nunca pudiera casarse. Pero para eso habria tenido que moverse, algo que en ese momento estaba mas alla de sus fuerzas. Si se movia, los dedos de ella se separarian de sus labios, y eso era algo que no estaba dispuesto a permitir que sucediera. El roce de aquellos dedos contra sus labios le habia paralizado y a la vez habia encendido un fuego dentro de el.
No estaba seguro de como se reflejaba lo que sentia en su rostro, porque los ojos de ella estaban muy abiertos y sus labios formaban una «O» de sorpresa. Ella separo los dedos de sus labios como si algo le hubiera