picado, y enseguida retrocedio dos pasos apresuradamente.
– Le suplico que me perdone, senor.
Sus labios se estremecian aun por el tacto de los dedos de ella, y tuvo que hacer un gran esfuerzo para no deslizar su lengua por los labios y pasarla por el lugar exacto que ella acababa de tocar. Philip movio una mano en un gesto desenfadado, solo para descubrir que su mano estaba temblando.
– No tiene por que disculparse -dijo Philip con ligereza-. Algunas cosas es mejor no decirlas.
«Como que te encuentro fascinante. Intrigante. Que me encanta la manera como piensas y planteas tus ideas: de forma clara y concisa, yendo directa al grano. Que tienes sobre mi un efecto que me parece demasiado perturbador. Y que me gustaria saber mucho mas sobre ti», penso.
No, era mucho mejor que no dijera ese tipo de cosas. Carraspeo y siguio hablando.
– Creo que su plan suena muy bien. Pero como no se absolutamente nada de veladas sociales, creo que seria inteligente que le pidieramos ayuda a mi hermana Catherine. Esta previsto que llegue a Londres esta misma tarde.
– Una excelente idea, senor. Una invitacion de lady Bickley seria sin duda mucho mejor vista que una invitacion realizada por mi. ?Cree que le apetecera hacer de anfitriona?
– No me cabe ninguna duda de que estara dispuesta a hacer cualquier cosa para ayudarnos. Le enviare una nota para invitarla a cenar esta noche y discutiremos los detalles… si esta usted libre para unirse a nosotros.
Sacando el reloj del bolsillo, Philip miro la hora.
– Como se esta haciendo tarde y debo enviar la invitacion a Catherine, y tambien hablar con mi padre para explicarle como se han desarrollado los acontecimientos, le sugiero que acabemos con nuestras respectivas cajas y luego nos marchemos.
Ella asintio con la cabeza y volvio a su zona de trabajo. Philip se obligo a hacer lo mismo. Pero, incapaz de controlarse, se dio media vuelta y, de espaldas a ella, se froto el labio con el dedo indice, justo en el lugar donde ella le habia tocado.
Ella iba a ir a su casa. Esa misma noche. Solo de pensarlo el corazon le latia de una manera que realmente no era la mas apropiada. A pesar de ello, no ignoraba lo que le estaba pasando. La pregunta era: ?que estaba dispuesto a hacer al respecto?
Albert cerro la puerta de la casa de miss Merrie con mas fuerza de lo que habia pretendido. Murmurando amenazas entre dientes, cruzo el vestibulo y dejo caer la misiva que acaba de recoger en la bandeja de plata que habia sobre la mesa de caoba, al lado de la otra docena de mensajes que ya habian llegado.
– ?Ha llegado otra mas? -pregunto Charlotte en voz baja a su espalda.
El se quedo helado y el corazon le dio un vuelco. Maldita sea, tenia que dejar de reaccionar de esa manera cada vez que se cruzaban en la misma habitacion. Pero ?como evitarlo? El no era mas que un muchacho de quince anos cuando miss Merrie habia invitado a una derrotada y embarazada Charlotte a que se uniera a su familia, rescatandola a ella de la misma manera que habia hecho con el anos atras. Pero ahora no era un muchacho, y ademas sus sentimientos hacia Charlotte no eran nada fraternales.
Exhalando un profundo suspiro, se dio la vuelta lentamente, intentando que su movimiento pareciera tranquilo. Desgraciadamente, en su intento por parecer menos torpe, estuvo a punto de tropezar con sus propios pies. Se tambaleo hacia delante, y Charlotte lo agarro por los hombros para que no cayera, a la vez que el se sujetaba en los brazos de ella para no darse de bruces contra el suelo.
En cuanto recobro el equilibrio, todo su cuerpo se quedo paralizado. La calidez de las manos de ella habian dejado una impronta en sus hombros que descendia hasta llegarle a los pies. Sentia sus esbeltos brazos entre sus manos. Si la atraia hacia si, la parte superior de su cabeza quedaria recogida bajo su barbilla.
Ella alzo la vista para mirarle, con sus enormes ojos grises llenos de preocupacion. Solo preocupacion. Pero ni un destello de ninguna de las emociones que se agitaban en el. Ni la mas minima indicacion de que ella sintiera algo mas por el de lo que siempre habia sentido: respeto, carino y amistad.
Malditos sean los infiernos tres veces, habria deseado que eso fuera tambien lo unico que el sentia por ella. Pero, de alguna manera, sus sentimientos de respeto, carino y amistad se habian ido convirtiendo en algo mas. Algo que le hacia sentirse torpe y sin palabras en su presencia. Algo que le hacia sentirse dolorosamente consciente de ella cada uno de los minutos del dia, que hacia que su corazon se desbocara al sonido de su voz, que tensaba cada uno de sus musculos siempre que se encontraban en la misma habitacion. Un sentimiento que le hacia pasar las noches en vela, sin descanso, sufriendo en su solitaria cama. Por ella.
La idea de que ella pudiera imaginar o darse cuenta de como se sentia le provoco un nudo en el estomago. No se iba a reir de el -era demasiado amable para eso-, pero la idea de ver la compasion en sus ojos, o de que sintiera pena por el y por sus desesperados sentimientos… eso no podria soportarlo.
– ?Estas bien? -le pregunto ella.
Apretando los dientes, Albert lentamente relajo las manos.
– Bien -contesto con un tono mas brusco de lo que pretendia. Dio un torpe paso atras, teniendo cuidado de mantener el cuerpo en equilibrio sobre su pierna sana, y luego se coloco bien la chaqueta tirando de los hombros.
– Me parece que ya sabemos lo que son esas notas. Mas cancelaciones -dijo ella mirando la pila de cartas sobre la bandeja.
El no confiaba en su propia voz, por lo que tan solo fue capaz de asentir con la cabeza.
– Pobre Meredith -dijo Charlotte-, Ha trabajado tan duro, no se merece que la desprecien ahora de esta manera. -Sus ojos se entornaron y sus labios se apretaron formando una delgada linea-. Pero asi es la gente. Te utilizan, y luego te tiran como si fueras un trasto viejo. Nosotros dos lo sabemos mejor que nadie, ?no es asi, Albert?
– Si. Pero no toda la gente es asi, Charlotte. -El saboreo el sonido de ese nombre en su lengua-. Miss Meredith no es asi, y nosotros dos lo sabemos mejor que nadie.
– Si todo el mundo fuera como ella -replico Charlotte relajando un poco su enfadada expresion.
– Es absurdo desear que todos sean buenos -dijo el en voz baja.
Ella bajo la mirada al suelo, retorciendose las manos.
– Si. Pero a veces no puedo evitar desear cosas imposibles.
Su voz tranquila le encogio el corazon, y no pudiendo reprimirse, coloco amablemente los dedos bajo su barbilla para hacerle levantar la cara. Aguanto la respiracion, esperando que ella retrocediera, pero para su sorpresa ella no se movio del sitio. Su piel parecia como… no lo sabia definir. Como la cosa mas suave que jamas hubiera acariciado. Su mirada se encontro con la de ella, y su corazon empezo a latir con tal fuerza que pensaba que ella podria oirlo.
– ?Que es lo que deseas, Charlotte?
Durante un largo momento ella no dijo nada, y el simplemente se quedo quieto, absorbiendo el calor de su piel a traves de las yemas de los dedos, y la luz de su mirada, tan insondable y llena de sombras por las heridas y los sufrimientos del pasado. El deseo de hacer que todos sus suenos se convirtieran en realidad, de destruir a cualquiera o cualquier cosa que pudiera pretender volver a herirla, vibraba dentro de el. Su mirada se entretuvo en el rostro de ella, deteniendose en la leve cicatriz que partia en dos su ceja izquierda, y en la ligera protuberancia del puente de su nariz. El recuerdo de ella, golpeada y magullada, centelleo en su memoria.
«Nunca mas.» Nunca mas permitiria que nadie volviera a hacerle dano. Estar a su lado sin jamas poder tocarla, o amarla, era una especie de tortura para el, pero asi era como tenia que ser. Ella se merecia mucho mas de lo que el podia ofrecerle.
E incluso si, aunque fuera imposible, su destrozada pierna y sus limitaciones fisicas no tuvieran importancia, sus palabras, aquellas palabras fervorosas que le habia oido pronunciar hablando con miss Merrie, cuando ella llego alli por primera vez, le habian obsesionado haciendole entender que no habia futuro para el. «Nunca mas volvere a dejar que me toque hombre alguno», habia dejado escapar ella entre sus hinchados y amoratados labios. «Nunca mas. Antes me mataria, o lo mataria a el.»
Habia tardado mucho tiempo en confiar en el, pero habia acabado haciendolo -al menos de la misma manera en que confiaba en cualquier otro. Y el no iba a hacer nada para poner eso en peligro. Nunca. Y si eso era todo lo que podia obtener de ella, que asi fuera. Pero, que Dios le perdonara, el deseaba mucho mas.
– ?Que es lo que deseo? -repitio ella en voz baja-. Todos mis deseos estan puestos en Hope. Quiero que ella tenga una buena vida. Una vida segura. Quiero que ella nunca tenga que hacer… las cosas que yo he tenido que hacer.