gusto. A juzgar por la cantidad de blasfemias que Bakari habia murmullado entre dientes, y el extraordinario comportamiento del senor Smythe, Philip penso que la tarea no habia sido facil.

El delicado estofado de rodaballo habia pasado ante el sin que le diera importancia, mientras intentaba apartar la mirada, sin conseguirlo, de miss Chilton-Grizedale. Ella estaba sentada a su izquierda, ofreciendole una perfecta vision de su perfil. Se habia arreglado el negro cabello en un mono de estilo griego, con una cinta de bronce que recogia los bucles de su pelo brillante. Los ojos de el se paseaban por su piel satinada, por la curva de sus mejillas y por los movimientos de sus pestanas. Y cada vez que ella se acercaba la copa de vino a su boca, su atencion se desviaba hacia aquella encantadora boca.

Cada vez que ella se echaba hacia delante para decir algo a Catherine, el intentaba desesperadamente no mirar como ese movimiento estiraba su vestido de seda dorada haciendo que se redondease un poco mas el generoso volumen de su pecho. Cada una de las palabras que dirigia a Catherine al respecto de la velada que estaban planeando con la precision de una invasion militar, le ofrecia una nueva oportunidad para disfrutar de su voz.

Ahora mismo estaba hablando con Catherine, ambas mujeres sentadas en el sofa de brocado. Un delicado color tiznaba las mejillas de miss Chilton-Grizedale y sus ojos brillaban con interes. Movia las manos alegremente mientras hablaba, puntualizando con un gesto cada una de sus palabras. Su voz era calida y estaba llena de matices, con un pequeno tono ronco que sonaba como si acabara de levantarse. De la cama. De su cama.

Inmediatamente se formo en su mente la imagen de ellos dos juntos, desnudos, con los miembros entrelazados y ella susurrando su nombre con esa voz ronca… «Philip… por favor, Philip…»

– Por favor, Philip, ?que es lo que piensas tu?

La voz de Catherine le saco de sus pensamientos como si fuera la picadura de una cobra. Miro a su alrededor y se dio cuenta de que tres pares de ojos le estaban observando con diferentes grados de interrogante expectacion. Andrew, que estaba sentado en un comodo sillon de brazos enfrente de las damas, tenia una expresion que parecia mas divertida que interrogante. Un calor recorrio la nuca de Philip. Se ajusto las gafas y, a continuacion, al demonio las convenciones, se solto el panuelo.

– Me temo que me habia quedado en Babia. ?Que es lo que estabais diciendo?

Los labios de Catherine se doblaron hacia arriba. Mirando alternativamente a Andrew y a miss Chilton- Grizedale, les dijo en tono de burla:

– Veo que mi hermano no ha cambiado mucho en la ultima decada. Su mente siempre esta ocupada con sus estudios, a menudo viajando lejos de nuestras conversaciones. Recuerdo que una vez le estaba contando la fascinante historia de un musical al que habia asistido. Despues de la quinta vez que me dijo «eso esta muy bien, Catherine», le dije: «Y entonces yo salte al Tamesis y nade hasta Vauxhall». Y el sencillamente asintio con la cabeza. Por supuesto, cuando dije «las piramides de Gize fueron construidas por sir Christopher Wren», enseguida se volvio hacia mi con atencion. Eso es algo que los dos deberiais recordar para la proxima vez que su mente se ponga a divagar.

– Gracias por el consejo, lady Bickley -dijo Andrew. Y dirigiendose a Philip-: ?En eso estabas concentrado en este momento? ?En la belleza de las… piramides?

Philip lanzo a Andrew una mirada de desafio. Normalmente le gustaba el desenfadado sentido del humor de su amigo, pero no ahora. No ahora que se sentia tan incomodo y descubierto.

– No. Estaba mas bien… preocupado. -Intentando con cuidado no volver a mirar a miss Chilton-Grizedale concentro su atencion en Catherine-: ?Que es lo que tengo que pensar acerca de que?

– De preparar la velada para pasado manana por la noche, aqui, en tu casa, conmigo como anfitriona. Miss Chilton-Grizedale y yo pensamos que una cena con baile despues puede ser lo mas adecuado para nuestros propositos.

– ?Podreis preparar algo tan rapidamente?

– Con la ayuda y el personal adecuados, hasta una coronacion se prepararia en tan poco tiempo. -La tristeza se reflejo en los ojos de Catherine-. Y dada la enfermedad de papa, el tiempo es algo esencial.

– Para ayudarle a encontrar una esposa, seria de gran ayuda para mi saber que cualidades admira usted en una mujer -dijo miss Chilton-Grizedale con ese todo energico y desenfadado tan suyo.

Algo que se parecia sospechosamente a una carcajada se oyo desde donde estaba Andrew. Philip lanzo a su amigo una mirada fria, y cuando miss Chilton-Grizedale y Catherine miraron hacia ese lado, Andrew se puso a toser. Alargo la mano para tomar su copa de brandy y dijo:

– Ya estoy bien, no se preocupen. -Tras tomar un trago, Andrew anadio sonriendo burlonamente en direccion a Philip-: A ver, Philip, ?que tipo de cualidades admiras tu en una mujer?

Todos los ojos se volvieron hacia el, pero como Philip seguia callado, miss Chilton-Grizedale anadio:

– No quiero decir que vaya a ser capaz de conseguir que se cumplan todos sus requisitos, lord Greybourne, especialmente con tan poco tiempo. Sin embargo, creo que seria de gran ayuda saber si hay algunas caracteristicas que encuentra particularmente atractivas o demasiado desagradables. En definitiva, si no tiene ninguna objecion a que utilice su escritorio y una hoja de papel, me gustaria tomar algunas anotaciones.

No era el tipo de conversacion que el tenia especial interes en mantener, sobre todo dado el travieso interes que habia podido observar en los ojos de Andrew, a quien tan bien conocia. Pero como no se le ocurria ninguna manera de rechazar la propuesta sin que se le achacara de nuevo una carencia en sus modales, la condujo hacia su escritorio. Extrajo de un cajon una fina hoja de papel vitela de color marfil y retiro la silla de piel marron para que ella se sentara.

– Gracias -murmuro ella, sentandose con una elegancia felina.

La dorada falda oprimia sus nalgas y un delicioso aroma lleno como una rafaga de aire su imaginacion. Bollos. Hoy huele como unos deliciosos, frescos y calientes bollos recien hechos. Maldita sea, el tenia una especial debilidad por los deliciosos, frescos y calientes bollos recien hechos. Rapidamente se alejo de ella.

– Philip tiene una inclinacion especial por las rubias esbeltas -dijo Andrew, poniendose en pie para acercarse a la chimenea-. Especialmente desde que se cruzo con varias en sus viajes. Y mucho mejor si sus rasgos son los de la belleza clasica. -Emitio un chasquido-. Lastima que lady Sarah saliera huyendo. Fisicamente era del tipo de mujeres que a el le gustan.

– Rubias de belleza clasica -repitio miss Chilton-Grizedale con un tono serio de voz, a la vez que tomaba notas-. Excelente, ?que mas, senor?

Las cejas de Philip se arquearon. Maldita sea, solo hacia dos dias hubiera estado de acuerdo con Andrew. Pero ahora…

– A mi hermano le gusta la musica -anadio Catherine-. Tal vez vendria bien alguien que supiera tocar el piano, o con una hermosa voz, seria lo preferible. -Se volvio hacia su hermano.

– ?Estas de acuerdo, Philip?

– Eh, si. El talento musical esta muy bien.

– Alguien que tenga al menos un minimo interes por el estudio de las antiguedades sin duda seria de gran ayuda -anadio Catherine-. Para cuestiones conversacionales.

– De hecho -anadio Andrew, quien se veia que estaba disfrutando mucho con la conversacion-, al ser Philip un hombre de talante cientifico e intelectual, prefiere a las mujeres que sepan conversar de algo mas que del tiempo y de la moda. Sin embargo, deberia tratarse mas bien de una mujer practica, que no espere tonterias romanticas. Philip no es el tipo de persona que haria grandes actuaciones romanticas.

– Oh, si, estoy de acuerdo -dijo Catherine antes de que Philip pudiera replicar-. El romance es algo que sencillamente no va con la naturaleza de Philip. -Sonrio y movio un dedo en direccion a su hermano-. No me mires tan afligido, querido Philip. La mayoria de los hombres son notoriamente poco romanticos.

– No estoy afligido y tampoco soy poco romantico…

Un chasquido producido por miss Chilton-Grizedale interrumpio sus palabras. Le lanzo una mirada de franca desaprobacion.

– Esto me da mucha rabia. Basandome en sus comentarios, creo que ya habia conseguido encontrarle la pareja perfecta, lord Greybourne.

– Yo no he hecho que caiga sobre mi un maleficio de manera intencionada.

– Pero eso no hace que este usted menos maldito, ?no es asi, senor?

– Que manera tan directa de puntualizarlo. ?Siempre ha sentido esa imperiosa necesidad de exponer lo obvio?

– Yo prefiero llamarlo una reiteracion de los hechos pertinentes…

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