Su voz era totalmente fria, al igual que sus ojos, y el corazon de Albert se encogio.

– Estoy seguro de que tendra una buena vida, Charlotte. Tu y yo, y miss Merrie lo vamos a ver.

El esbozo de una sonrisa se dibujo en sus labios, dandole calor a sus ojos.

– Gracias, Albert. Eres un muchacho excelente. Y un amigo maravilloso.

El hizo todo lo posible para no demostrar lo desilusionado que se sentia. Maldita sea, ya no era un muchacho. Era un hombre. Estaba a punto de cumplir veinte anos. Estuvo tentado de recordarselo, pero ?que sentido tenia? Forzando una sonrisa, dijo:

– Muchas gracias. Es un honor ser tu amigo.

El sonido de un carruaje que se acercaba llamo su atencion. Se acerco a la pequena ventana que habia al lado de la puerta de la calle y descorrio la cortina.

– Un carruaje elegante -comento-. Se acaba de parar frente a la puerta. Debe de ser otro de los mensajes enviados por alguna elegante dama diciendo que…

Sus palabras se apagaron mientras un lacayo abria la puerta del carruaje y miss Merrie descendia de el, seguida por un alto caballero que llevaba gafas.

Albert entorno los ojos cuando vio que el caballero acompanaba a miss Merrie por el empedrado hacia la casa. Como el camino era estrecho, caminaban en fila, el caballero andando detras de miss Merrie. La mirada de este se paseaba por la espalda de miss Merrie, con especial interes en su trasero, de una manera que a Albert le hizo chirriar los dientes. Sin esperar a que hubieran acabado de subir los escalones, abrio la puerta de golpe.

– ?Va todo bien, miss Merrie? -pregunto mirando a aquel hombre con mala cara.

– Todo esta bien, Albert, gracias. -Tras subir los escalones que daban a la puerta, miss Merrie llevo a cabo las presentaciones.

Para sorpresa de Albert, el amigo Greybourne le saludo con la mano extendida.

– Encantado de conocerle, Goddard.

Albert no estaba seguro de poder decir lo mismo, pero, sin dejar de mirarle con cara de pocos amigos, le estrecho la mano.

– Gracias por haberme acompanado a casa, lord Greybourne, ?esta seguro de que no desea tomar un refrigerio antes de regresar?

– No, gracias. De todos modos, mandare a buscarla a ultima hora de la tarde. ?Le parece que le envie mi carruaje? ?Digamos a las ocho?

– De acuerdo. -Ella inclino la cabeza haciendo una formal reverencia-. Buenas tardes.

Lord Greybourne hizo una reverencia y volvio a su carruaje. Albert se quedo en el porche, mirando el carruaje hasta que se hubo perdido de vista. Al entrar en el vestibulo, miss Merrie estaba dandole el chal a Charlotte.

– Asi que ese tipo es lord Greybourne -dijo Albert.

Meredith se dio la vuelta hacia la ruda voz de Albert, un tono que no estaba acostumbrada a oirle. Sus dedos se detuvieron en el momento de quitarse el gorro y fruncio el entrecejo.

– Ese era lord Greybourne, si.

– ?Y ha quedado usted con el esta noche?

– Si. Voy a reunirme con el y con su hermana, y con uno de sus colegas anticuarios, para cenar en casa de lord Greybourne.

Las cejas de Albert se arquearon todavia mas.

– Yo en su lugar me andaria con cuidado con un tipo como ese, miss Merrie. Creo que se ha fijado en usted.

Un calor ascendio a sus mejillas, y Meredith deseo que ni Albert ni Charlotte se dieran cuenta de su reaccion.

– Por amor del cielo, Albert, ?que es lo que estas diciendo! Por supuesto que no. Mi cometido es buscarle novia.

– Ya le habia encontrado una. Pero a juzgar por como se la comia a usted con los ojos, creo que ya se ha olvidado de ella.

A duras penas pudo refrenarse para no echarse la mano al pecho, donde el corazon habia empezado a latir con fuerza. ?Estaria Albert en lo cierto? ?Lord Greybourne se la comia con los ojos? Algo que se parecia sospechosamente a una sonrisa empezo a dibujarse en su boca y ella apreto los labios. ?Por el amor del cielo, deberia sentirse ofendida! Que se la coman a una con los ojos es algo completamente grosero. Lo cierto es que no deberia sentirse… halagada. Ni deberia experimentar esa fiebre de calido placer. No, por supuesto. Ella estaba ofendida.

– ?Que quieres decir con «comerme con los ojos»?

– He visto como la miraba. Como si fuera usted un bombon de confiteria y el tuviera el antojo de comer algo dulce.

Una nueva inesperada, inapropiada e inexplicable oleada de placer la recorrio de la cabeza a los pies. ?Porras!, eso es lo que le pasaba por no haber descansado lo suficiente. Se hizo el firme proposito de retirarse temprano esa noche y dormir hasta tarde la manana siguiente.

Adoptando su expresion mas remilgada, dijo:

– No estaba haciendo nada por el estilo. La expresion de sus ojos se puede malinterpretar facilmente a causa de sus gruesas gafas. -Cuando vio que Albert parecia tener ganas de seguir discutiendo sobre ese tema, ella anadio:

– Tengo algunas noticias.

Explico en pocas palabras a Albert y a Charlotte como iba su busqueda del pedazo de piedra desaparecido, les hablo de la repentina boda de lady Sarah y les conto su plan para encontrarle a lord Greybourne una nueva novia.

– En la cena de esta noche deberemos discutir los planes para conseguirlo. -Con el rabillo del ojo vio el monton de cartas que habia sobre la mesa. Puso la cara mas valiente que tenia y, sonriendo a Albert y a Charlotte, anadio:

– Estoy segura de que todo va a salir bien.

Pero pudo ver en sus expresiones de preocupacion que no habia conseguido convencerles.

?Y como iba a pretender convencerles a ellos si ni siquiera podia convencerse a si misma?

6

Philip andaba de un lado a otro delante de la chimenea, y miro una vez mas el reloj de pared que habia sobre la misma.

– Pareces nervioso -puntualizo Andrew con un jocoso tono de voz.

– No estoy nervioso. Estoy inquieto de satisfaccion. Hace anos que no he visto a Catherine. -Vio como Andrew se colocaba bien la chaqueta azul oscuro. – Hablando de nervios, es la decima vez que te arreglas la ropa.

– No querras que tu hermana piense que tu mejor amigo es una persona impresentable.

– Ah. En ese caso, sera mejor que te marches antes de que llegue ella. -Se detuvo en su incesante caminar, se quedo mirando las llamas que bailaban en la chimenea y un monton de recuerdos infantiles le pasaron por la cabeza-. Siempre ha tenido una apariencia angelical, pero, ?por el buen Dios!, tiene una endiablada picardia. Siempre enviaba al mayordomo a hacer algun recado falso para que pudieramos deslizarnos por el pasamanos de la escalera de la finca de Ravensly, o conseguia convencerme para que nos metieramos de noche en la cocina a robar pastas.

Si, su hermana Catherine, un ano mas joven, habia sido todo lo que el como muchacho no pudo ser: amigo de diversiones y festivo. Ella le habia ensenado como se tenia que reir o sonreir, y como divertirse, halagando su timidez y aceptandole exactamente como era: torpe, timido, diferente, seco, gafotas y fofo.

– Has hablado tan a menudo de ella durante todos estos anos que siento como si ya la conociera -dijo Andrew-. Sois muy afortunados por teneros el uno al otro.

– Ella ha sido mi mejor amiga -dijo sencillamente Philip-. Cuando me fui de Inglaterra, lo mas dificil fue separarme de ella. Pero ella acababa de casarse y estaba esperando un hijo, de manera que estaba seguro de que seria feliz. -Apreto las mandibulas-. Pero, como ya sabes, en sus cartas decia que la cordial relacion de

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