– No me lo diga, dejeme adivinarlo. A usted le disgustan especialmente las coles de Bruselas.
– Si. Y tambien las calabazas, que es la razon por la que debe tachar de su lista a lady Berthilde Atkins.
– Porque huele a…
– Calabazas, me temo -anadio poniendo cara de asco-. Y es una autentica pena, la verdad, porque esa muchacha tenia potencial.
– Estoy segura de que se puede persuadir a lady Berthilde para que cambie sus habitos alimenticios.
– No me puedo imaginar pidiendole que deje de comer durante el resto de su vida un tipo de comida que obviamente a ella le encanta. ?Siguiente?
Ella se le quedo mirando con desconfianza.
– ?Tiene usted aversion a algun otro alimento?
El le regalo una amplia sonrisa.
– No, que yo recuerde.
– De acuerdo. -Ella volvio a mirar la lista, y luego alzo la vista de nuevo hacia el-: Lady Lydia Tudwell.
– No me haga eso… Huele profundamente a…
– Crei que no habia mas aversiones alimenticias…
– …brandy, que no es un alimento. Echa para atras del tufo. Es obvio que… -Hizo el ademan de echarse varios tragos rapidos-. A hurtadillas. Completamente inaceptable. ?Siguiente?
– Lady Agatha Gateshold.
– No.
Ella dejo escapar un suspiro de exasperacion.
– Estamos estableciendo aqui un patron, senor, que me desorienta. Sin embargo, de acuerdo con su lista de preferencias, lady Agatha es una perfecta candidata.
– Estoy de acuerdo, excepto por una cosa. Ella esta interesada por lord Sassafras.
– ?Sassafras? Nunca he oido hablar de el.
– Es un italiano, creo -dijo el encogiendose de hombros-. Por parte de madre.
– Lady Agatha no menciono nada de eso cuando hablo conmigo -anadio ella con una sombra de duda dibujada en su rostro.
– ?Seguro? Pues yo creo que eso era lo que me queria insinuar. Se dedico a alabarlo durante toda nuestra conversacion. «Lord Sassafras esto, lord Sassafras lo otro.» Era obvio que me estaba dando a entender, de una forma bastante poco sutil, que no estaba interesada en mi. No tengo ninguna intencion de casarme con una mujer que esta enamorada de otro hombre. ?Siguiente?
– Bueno, lady Emily y lady Henrietta…
– Imposible. Las dos estuvieron a punto de desvanecerse con la sola mencion de temas sexuales…
– Como debe hacer cualquier mujer joven bien educada.
– Me parece que usted no entiende tan bien como supone como funcionan las cosas entre los ricos. No; ni tampoco lady Emily o lady Henrietta. Estoy seguro de que sus delicadas complexiones no resistiran el acto real de hacer el amor, y yo tengo la intencion de engendrar un heredero, una hazana que dificilmente puedo acometer solo.
A Meredith se le subieron los colores a la cara y se lo quedo mirando fijamente durante vanos segundos. El intentaba poner una expresion de completa inocencia. Ella carraspeo y dijo:
– Le recuerdo claramente diciendo que no pedia nada particular a la novia, mientras no fuera excesivamente desagradable, pero ahora parece que le importan hasta los mas minimos detalles.
– Hum. Si, supongo que se podria entender asi. ?Quien es la proxima?
– En vista del poco exito que he tenido hasta ahora, creo que deberia pasar directamente a la que encabeza la lista, y ademas nos ahorraremos bastante tiempo.
– ?Y cual es la que esta en la cabeza de su lista?
– Lady Penelope Hickam.
– Ah, si. Lady Penelope.
– Lady Penelope posee todos y cada uno de los rasgos que usted mismo dijo que le parecian dignos de admiracion en una mujer. -Miro hacia abajo y consulto su lista-. Le gusta la musica, toca el piano y canta como los angeles. Parece estar interesada en el estudio de las antiguedades, no tiene especiales objeciones a las polvorientas reliquias y ha demostrado una excelente capacidad de conversacion en los mas diversos temas. Las bobadas romanticas no parecen preocuparle demasiado, y es una experta manejando a los sirvientes y llevando una casa. Ademas, le gustan los animales, es una magnifica bailarina, habla frances con soltura y le encanta bordar. -Levantando los ojos de la lista, se le quedo mirando con expresion triunfante, una mirada que le decia desafiante: «Encuentre algo malo en ella».
– Hum. Creo que ha pasado por alto un detalle.
Ella fruncio las cejas y volvio a dirigir la mirada a su lista. Al momento, riendo, volvio a alzar la vista:
– Lo unico que no he mencionado ha sido la «clasica belleza rubia». No lo dije, porque me parecia del todo innecesario. Lady Penelope es incuestionablemente hermosa.
– Yo creo que es demasiado… palida. Sus ojos se abrieron como si no se lo pudiera creer.
– ?Es rubia!
– Ya. Y ahi reside el problema. Yo prefiero el cabello oscuro.
Con una exclamacion de desesperacion e impaciencia,
Meredith se desembarazo del tranquilo Prince, que se habia quedado dormido sobre su regazo, y se puso en pie mientras arrugaba las hojas de papel. Se acerco hacia la chimenea, apoyo ambas manos en las caderas y a continuacion se encaro hacia el con un inconfundible gesto de desesperacion.
– ?A que viene este sinsentido? Estoy segura de que prefiere el cabello rubio.
El puso cara de desconcierto.
– ?Esta usted segura? Porque yo estoy bastante convencido de lo contrario. Y seguramente eso es algo que yo deberia saber.
– Usted me esta tomando el pelo, lord Greybourne, y eso no me gusta nada. -Le puso las hojas de papel delante de las narices-. Aqui esta escrito. Yo misma lo escribi la otra noche. Usted dijo que le gustaban -busco en la lista hasta encontrar las palabras- «las hermosas rubias clasicas».
– En realidad, fue Andrew el que dijo eso.
– Pero usted no dijo nada para indicar que el estaba equivocado.
– No estaba equivocado. No podria encontrar a ningun hombre al que no le gusten (aunque sea un poco) las clasicas bellezas rubias. Sin embargo, yo prefiero el cabello oscuro.
Oyo el sonido de un repiqueteo y se dio cuenta de que era el zapato de ella que golpeaba contra la piedra de la chimenea demostrando su irritacion.
– Usted no menciono nada de eso la otra noche.
– He de confesar que mi preferencia es bastante reciente.
El repiqueteo se acelero.
– ?De veras? ?Como de reciente? ?Desde que llene su salon de «clasicas bellezas rubias»?
– No. Antes de eso.
– ?Cuando?
Su mirada se poso en el cabello de ella. Se le acerco y tomo uno de los sedosos bucles que le caian sobre la cara, manteniendolo entre los dedos pulgar e indice. El repiqueteo se detuvo de repente y ella dejo escapar un profundo suspiro.
– ?Realmente quiere saberlo, Meredith? Porque puedo decirle casi el momento exacto en que cambie de preferencias.
Meredith se quedo completamente quieta. Aquellas palabras, la voz suave y grave con la que las habia pronunciado, y el calor que denotaba su mirada hicieron que se alterara y se le cortara la respiracion. Por Dios, no habia ninguna duda de lo que estaba insinuando ni del deseo que emanaba de el como un oleaje. Su corazon volvio a latir poco a poco, golpeando con tanta fuerza que podia sentir su eco en los oidos. Tan fuerte que seguramente tambien el lo podia oir.
– En realidad, habia una mujer en la fiesta que llamo mi atencion, y me encantaria que usted pudiera concertar otro encuentro con ella.
Ella trago saliva. Tenia que detenerlo. Ahora.
