para seguir con tu busqueda.
– Eso estaba planeando hacer, pero antes tengo que decirte algo. -Le relato en pocas palabras los acontecimientos de la vispera en el almacen, y concluyo con la peticion a su padre de que tuviera especial cuidado en adelante y estuviera alerta.
– Estoy convencido de que se trata de algo mas que del proceso del propio maleficio, pero no se por que, ni quien esta detras de todo esto. Pero te aseguro que lo averiguare. -Tras sorber el ultimo trago de su cafe, Philip se puso en pie-. Y ahora, si me disculpas, padre, voy a arreglarme para ir al almacen.
Su padre apreto con determinacion la mandibula mientras tambien se ponia en pie.
– Ire contigo. Cuantos mas seamos buscando, antes acabaremos de revisar las cajas.
– Es un trabajo sucio y cansado…
– No me cansare demasiado. Hoy tengo un «buen» dia y no lo voy a perder tumbado en la cama. Quiero ayudarte.
– De acuerdo.
No valia la pena discutir con su padre cuando se le metia algo en la cabeza. Se aseguraria de que no hiciera mas esfuerzos que comprobar los libros con los listados.
– Parece que te sorprende que te ofrezca mi ayuda. Estoy preocupado por tu seguridad y no me gusta nada el tono de la nota que encontro Edward. Y en cuanto al maleficio… a pesar de que sigo convencido de que no es autentico, al contrario de lo que tu pareces creer, nada deseo mas que verte casado con la mujer a la que quieres… hijo.
El cuello de Philip se tenso al oir la brusca afirmacion de su padre. Su padre no le habia llamado hijo desde la muerte de su madre. Ni una sola vez, ni de palabra ni por escrito. Lo cual significaba que ahora su padre le estaba ofreciendo una rama de olivo, estaba haciendo un gesto para solucionar sus diferencias, aprovechando el hecho de que si Philip se casaba podrian dejar el pasado a sus espaldas.
– Gracias. Tu compania sera bienvenida. -Cuando salian del comedor, Philip dijo-: Como veo que Andrew aun no se ha levantado, supongo que no se encontrara bien todavia. Espero que este mejor a lo largo del dia y se pueda unir a nosotros mas tarde.
– ?Dices que Stanton esta enfermo? Habra sido algo bastante rapido. Lo vi ayer por la noche y parecia perfectamente bien de salud.
– ?Ayer por la noche? ?A que hora? -Debian de ser cerca de las once, cuando volvia en mi carruaje desde el club. Lo vi andando por Oxford Street.
– ?Y que es lo que hacias tu fuera de casa a las once de la noche, padre? Estoy seguro de que el doctor no te habra recomendado esas salidas nocturnas.
Las mejillas sonrosadas de su padre palidecieron.
– Me encontraba bastante bien ayer por la noche y pase un rato por el club. El doctor me ha dicho que puedo salir de vez en cuando si me encuentro bien. Hace que me sienta mejor de animo, ya sabes.
– Ya veo. Pero en cuanto a Andrew, debes de estar equivocado. Se metio en la cama poco despues de las siete.
– Estaba convencido de que era el… Pero parece ser que me equivoque. Aunque entonces tu amigo Stanton debe de tener un doble en Londres.
– Dicen que todo el mundo tiene uno en alguna parte -contesto Philip. Y luego rio-: Pero que el cielo nos ayude si de verdad hay por aqui otro Andrew Stanton.
Philip se dio media vuelta describiendo un lento circulo, con sus botas aranando el gastado suelo de madera del almacen mientras observaba el area que rodeaba dos de las cajas. Se podian ver muestras de violencia en las marcas de rozaduras de la madera y en los objetos rotos esparcidos por el suelo. Philip se agacho y tomo un trozo puntiagudo de ceramica roja brillante. Samiatico, del segundo siglo antes de Cristo. Habia comprado ese jarron a un vendedor de Roma conocido por sus exquisitas reliquias, algunas de ellas adquiridas por medios bastante dudosos. La perdida de algo tan hermoso, que habia sobrevivido durante cientos de anos y le ofrecia una mirada precisa sobre un pasado que jamas podria ser reconstruido, le golpeo el estomago con una dolorosa ira. Y mucho mas dolorosa era la idea de que Edward podria haber acabado hecho trozos como esa pieza que sostenia entre las manos. Con meticuloso cuidado podia conseguir recomponer aquel jarron. Pero no podria haber hecho lo mismo si aquel malnacido hubiera matado a Edward.
– ?Ha habido muchos desperfectos? -pregunto su padre.
– Es dificil saberlo. Pero me parece que se han roto varias piezas. Lo sabre con exactitud cuando haya cotejado el contenido de las cajas con los libros. -Se paso las manos por la cara-. Podria haber sido mucho peor.
Su padre alzo un brazo senalando los destrozos.
– ?Era necesario que fueran tan salvajes?
– Por supuesto, yo habria intentado ser mas cuidadoso, pero ya ves que ellos no lo han sido. -Recogio la bolsa de cuero que habia dejado al lado de una de las cajas. La abrio y extrajo de ella un trozo de tela de algodon-. Tengo que guardar los fragmentos en esta tela, dejando espacio entre los trozos, y luego enrollarlos con ella para que esten protegidos. Esa silla es bastante comoda.
– No he venido hasta aqui para quedarme sentado.
– Lo se, pero me temo que para esta tarea se necesita andar tirado en el suelo a cuatro patas.
Su padre alzo una de las cejas.
– No soy la vieja reliquia que tu imaginas. Mis manos y mis rodillas estan en perfectas condiciones.
A pesar de la seriedad de la circunstancia, Philip esbozo una sonrisa.
– Como experto en reliquias viejas, puedo confirmar que tu no eres una de ellas. Solo estaba pensando en tu inmaculado atuendo. Si te arrodillas en este suelo, ni una ley del Parlamento sera capaz de volver a limpiar los pantalones que llevas.
– Bah. -Su padre se agacho lentamente hasta ponerse de rodillas, moviendose con cautela y con tal expresion en la cara que Philip tuvo que apretar los dientes para no dejar escapar una carcajada.
– Ya lo ves -dijo su padre con voz de satisfaccion en cuanto lo hubo conseguido.
– Excelente. Pero muevete con cuidado no vayas a romper alguno de los trozos.
Mientras estaban trabajando, colocando juntos con cuidado fragmentos rotos de diferentes colores en la tela de algodon, Philip fue contestando a su padre miriadas de preguntas que tenian que ver con las alfombras, los muebles, las telas y las demas mercancias que habia traido del extranjero para poner en marcha su nuevo negocio juntos. Habia pasado mas de una hora de sorprendentemente amable conversacion cuando su padre dijo:
– Mira lo que he encontrado debajo de la caja. Parece demasiado nuevo para ser una de tus piezas. De hecho se parece mucho al que llevo yo.
Philip se dio la vuelta. Entre los dedos de su padre habia un cuchillo, con su brillante y letal hoja reflejando el sol matinal que se colaba a traves de las ventanas. Philip se acerco y su padre le paso con cuidado el arma.
– Parece el cuchillo de la persona que asalto el almacen. Edward dijo que el criminal lo perdio durante la lucha.
Philip examino la pieza, pero no pudo distinguir ninguna marca especial. No era mas que un tipico cuchillo de bota. La mayoria de la gente a la que conocia, incluido el mismo, llevaba uno como ese: Andrew, Edward, Bakari, y tambien su propio padre, como acababa de saber.
Colocando el cuchillo en su propia bota, Philip dijo:
– Tendre que llevarlo al juzgado.
Siguieron con la dificil tarea de recoger los restos de la ceramica rota. Estaban a punto de acabar cuando un sonido en la puerta del almacen les advirtio de que alguien habia entrado.
– Lord Greybourne, ?esta usted ahi?
Su cuerpo se puso tenso enseguida al escuchar la femenina y ronca voz de Meredith, y el se trago el sonido desabrido que ascendia por su garganta. ?Como podia defenderse, que oracion podia salvarle contra una mujer que solo con el sonido de su voz tenia tal efecto sobre el?
– Aqui estoy -dijo sorprendido por el extrano tono de su propia voz. Volviendose hacia su padre, le anuncio-: Miss Chilton-Grizedale. -El sonido de unos pasos que se arrastraban llego hasta sus oidos-. Acompanada por su mayordomo, Albert Goddard. -«Quien esta enamorado de ella», penso.
Philip y su padre se pusieron en pie, y el apreto los labios forzandose para no fijarse en las rodillas sucias de
