luego darle un bano.
Un calor que no tenia nada que ver con el opresivo ambiente del almacen la recorrio junto con la inquietante e inoportuna imagen de sus manos enjabonadas recorriendo el humedo cuerpo de un excitado Philip. Dandose una reganina mental, alzo la vista… Y se encontro con su intensa mirada.
Tras las gafas, los ojos de Philip ardian con irresistible deseo, lanzando unas llamas que la provocaban desde sus profundos ojos oscuros, dandole a entender que el sabia que lo habia estado mirando de una manera que nadie podria definir como apropiada. Aunque el no podia adivinar exactamente sus pensamientos, capto claramente la esencia de los mismos.
– ?Se siente sofocada, miss Chilton-Grizedale? -pregunto el con una voz sedosa.
«Si, maldita sea, y es exclusivamente por tu culpa», penso.
– Creo que todos estamos sufriendo la temperatura de horno que hace aqui dentro -dijo Meredith.
Su mirada la recorrio de arriba abajo, y ella se estremecio por dentro. Seguramente debia de tener el aspecto de una desalinada alfombra llena de polvo. Cuando sus ojos se volvieron a cruzar, la expresion de el no era menos explicita que la suya, pero ahora estaba atemperada por la preocupacion.
– Por favor, perdoneme. Estaba tan sumergido en mi trabajo que no me he dado cuenta de lo incomoda que debe de encontrarse. Por mucho que aprecie su ayuda, no creo que estas sean las condiciones adecuadas para una dama. Con sumo placer la acompanare a casa.
– Por supuesto que no. Aunque agradezco su preocupacion, no soy una flor de invernadero que necesite mimos especiales. Insisto en seguir ayudandole con la busqueda. Nos queda muy poco tiempo y yo tengo un interes personal en que logremos encontrar el pedazo de piedra desaparecido.
– Ese interes personal significa que si no encontramos ese pedazo de piedra no sera capaz de casarme, preferiblemente con una de esas flores de invernadero que conocimos anoche.
– Yo prefiero llamarlas educadas jovencitas de estirpe…
– Estoy seguro de que asi es.
– … y si, el plan es casarlo a usted. Ambos nos arriesgamos a perder una gran oportunidad si no consigue romper el maleficio.
Algo que ella no fue capaz de describir centelleo en los ojos de Philip.
– Me alegro de que nos entendamos.
– Si me disculpan, miss Merrie, lord Greybourne -les interrumpio Albert, haciendo que Meredith tuviera deseos de besarle para agradecerle esa interrupcion-. Acabo de comprobar el ultimo objeto de esta caja y aqui no falta nada.
No hubo duda del alivio que sintio Philip, un sentimiento que tambien Meredith compartio con el.
– Me alegra mucho esa noticia -dijo Philip.
– Puede que esta noticia no te alegre tanto. -Les llego la voz desalentadora del conde-. Yo acabo de terminar con nuestra caja, Philip, y hay un objeto listado que no aparece. Segun tus anotaciones, deberia haber en esta caja un «barco de yeso».
Philip dejo con cuidado en el suelo la estatua de marmol que sostenia entre las manos y luego miro hacia donde senalaba su padre. Una extrana expresion le cruzo la cara y al momento palidecio visiblemente.
– Demonios, deberia haberme dado cuenta… Deberia haber establecido la conexion.
– ?Darse cuenta de que? -pregunto Meredith sin poder evitar dejar entrever la alarma en su tono de voz.
– Recuerdo haber visto esa entrada cuando examine los libros, pero cuando lei «barco» no le di ninguna importancia especial, ya que vi que decia «barco», no «bote». No me sorprendio, porque como habra visto en esa caja predominan los objetos nauticos. Y supuse que se trataba de un barco esculpido en yeso. Pero no tuve en cuenta que barco tambien puede significar algun tipo de «caja». Y sin duda deberia haber deducido la conexion con el aljez.
– ?Que es lo que quieres decir? -pregunto el duque-. ?Que es eso del aljez?
– Es un mineral comun, una especie de yeso que se ha utilizado durante siglos para esculpir en jarros, cajas y cosas por el estilo. Tambien se le llama alabastro… que era el material con el que estaba esculpida la caja que contenia la «Piedra de lagrimas». -Dejo escapar un profundo suspiro-. Parece ser que en esa caja habia un «bote de alabastro». Y ahora ha desaparecido.
11
Solo quedaban nueve cajas.
A las seis de la tarde habian acabado de buscar en tres cajas mas, sin exito. Descorazonado, Philip decidio hacer un descanso en el trabajo. Le dolian los musculos, la humeda camisa se le pegaba al cuerpo como una incomoda segunda piel que deseaba quitarse, y le retumbaba en el estomago un hambre que ya no podia ignorar por demasiado tiempo. De hecho, el trabajo deberia haber acabado horas antes si Meredith no hubiera tenido la prudencia de traer con ella una cesta llena de panecillos, bollos, queso, jamon y una botella de sidra.
No tenia intencion de dejar de trabajar en todo el dia, pero un poco de comida y cambiarse de ropa le vendrian bien. Ademas, ya no podia pedirle mas a su padre, a Meredith o a Goddard por hoy. Todos ellos habian trabajado sin descanso y sin que ni una sola queja saliera de sus labios. Habia obligado a su padre a que se tomara varios descansos, pero el conde parecia revivir con el trabajo, y todas las veces habia sido reacio a abandonarlo por mucho que Philip insistiera.
Ademas de comer y cambiarse de ropa, Philip tambien queria ver a Andrew, que posiblemente aun no se encontraba bien, o que tal vez habia ido al museo. Tenian muchas cosas de las que hablar.
Su padre y Goddard se dirigieron a lo largo del pasillo hacia la salida. Antes de que Meredith les siguiera, Philip le pregunto:
– ?Puedo hablarle un momento, Meredith?
Goddard se detuvo mirando a Meredith por encima del hombro con expresion interrogativa.
– Esta bien, Albert -dijo ella con una sonrisa cansada-. Me quedare sola un momento.
Asintiendo con la cabeza, Goddard siguio avanzando por el pasillo.
Cuando estuvo seguro de que no le podian oir, Philip se acerco hacia ella, parandose en seco cuando solo les separaban dos pasos. Motas de polvo ensuciaban sus mejillas palidas y su lustroso cabello negro, por no mencionar los desperfectos que el trabajo habia ocasionado en su vestido marron. Tenia un aspecto cansado, despeinado y sucio. Aunque se sintio culpable por haberla colocado en aquella situacion, no podia negar que incluso cansada, despeinada y sucia la encontraba mas atractiva que cualquiera de las damas perfectamente arregladas que jamas hubiera visto. Sus dedos ardian de deseos de tocarla y acariciarla, y de llegar aun mucho mas alla.
– Quiero agradecerte la ayuda que me has ofrecido hoy, la tuya y la de Goddard, y que hubieras pensado en traer algo de comida y bebida. Me temo que cuando estoy absorto en el trabajo suelo olvidar esas costumbres tan humanas como comer y beber. Tu prevision entra dentro de la categoria de «absolutamente genial».
Ella le regalo una tentativa de sonrisa.
– Gracias, pero la verdad es que entra mas en la categoria de «autopreservacion». Supuse que estariamos aqui casi toda la tarde, y ademas sospeche que a nadie se le iba a ocurrir pensar en comida o bebida hasta que todos estuvieramos completamente hambrientos. Y sabia que si yo era la primera persona en sugerir que abandonaramos el trabajo para dedicarnos a nuestro mantenimiento se me habria tachado de…
– ?Flor de invernadero?
– Exactamente. Y por lo que veo mi plan funciono perfectamente, porque en lugar de colocarme en la categoria de «blanda y debil mujer» crees que soy un genio.
– Bueno, la comida que nos has ofrecido era exquisita y absolutamente deliciosa. Una de las comidas mas perfectas que recuerdo en muchos anos.
– Eso es solo porque estabas muy hambriento. Habria apostado que aunque te hubiera servido empanadas de serrin te habrias lanzado sobre ellas con la misma ansiedad.
– Hum. Seguro que tienes razon. Pero tal y como lo has hecho, nos has salvado el dia, y en agradecimiento por tu generosidad al proveerme de tan deliciosa comida, quiero devolverte el favor. ?Quieres cenar conmigo manana por la noche?
