– Ah, si. Cambiar impresiones. Eso es exactamente lo que estaba deseando hacer.
– Entonces, ?ha llegado a alguna conclusion al respecto de las jovenes?
– La verdad es que si. Venga. Acompaneme a mi estudio.
Philip la condujo por el pasillo hasta el estudio y cerro la puerta detras de el. Se apoyo contra el artesonado de roble y la observo mientras ella cruzaba la habitacion, con los ojos fijos en las generosas curvas de sus caderas que se balanceaban al andar. Su mirada se elevo y se detuvo en la suave piel de su nuca, donde su limpio cabello estaba recogido en un mono griego. Unas cintas de color turquesa, el mismo color del vestido, recogian sus bucles. Que Dios se apiadara de el, era tan hermosa vista por detras como vista por delante. ?Como se habia definido a si mismo? ?«Moderadamente interesado»? Ni mucho menos. Lo que sentia por aquella mujer no se parecia ni de lejos a la moderacion.
Espero a que ella se sentara en el sofa, pero en lugar de eso ella desaparecio de su vista de repente. Preocupado pensando que podia haberse caido, cruzo la habitacion; la descubrio agachada de rodillas en el suelo, acariciando el lomo peludo de Prince, para satisfaccion del cachorro, que se retorcia.
– ?Aqui es donde te has escondido toda la tarde, pequeno diablo? -canturreo ella dirigiendose al animal-. Me estaba preguntando donde te habrias metido.
Prince se incorporo y le lamio las mejillas con entusiasmo, emitiendo un sordo y gracioso sonido que solo podria definirse como una risita. Prince volvio luego a tumbarse en el suelo de espaldas, con la patas hacia arriba, esperando desvergonzadamente que ella le acariciara la barriga, cosa que hizo.
Riendo, miro a Philip.
– Creo que lo colocare en la categoria de «el perro mas carinoso que pueda imaginar».
Philip miro a Prince y le parecio que el animal le guinaba un ojo ?El perro mas carinoso? El mas bien lo habria colocado en la categoria de «el perro mas inteligente del mundo». Sus ojos se fijaron en los dedos de ella, que acariciaban la barriga de Prince. O bien, «el perro mas afortunado del mundo».
Una imagen vivida centelleo en la imaginacion de Philip: ellos dos desnudos, tumbados en la mullida alfombra, con las manos de ella acariciando su abdomen. Enseguida dirigio la mirada hacia sus nalgas y tuvo que apretar los labios para no dejar escapar un profundo gemido. Pestaneando para hacer desaparecer aquella imagen erotica, se acerco a la licorera, esperando que ella no pudiera notar su ligera cojera al andar. Se sirvio un brandy que se bebio de un solo trago. Tras rellenar su copa, le sirvio a ella un jerez, sintiendose ya mas calmado, y capaz, por suerte, de volver a andar con normalidad. Se acerco de nuevo a ella. Entretanto, ella se habia sentado en una esquina del sofa. Prince estaba tumbado a su lado, con la cabeza apoyada contra su regazo, mirandola con sus adorables ojos de cachorro. Como en el sofa solo habia sitio para dos -una persona y un perro- Philip decidio quedarse de pie. Apoyando los hombros contra la chimenea, le lanzo a Prince una mirada fulminante que el animal ignoro por completo. Por Dios, cuando un hombre se pone celoso de su perro es que esta pasando realmente un mal dia.
Ella alzo amablemente su copa y sonrio.
– Un brindis, lord Greybourne, por el exito conseguido esta noche. A pesar del casi desastroso mal paso, tengo la sensacion de que esta noche dara los resultados que deseamos.
Manteniendo la mirada fija en ella, Philip se acerco y rozo con el borde de su copa la de ella. El sonido del cristal reverbero por la silenciosa estancia.
– Por que consigamos todo lo que queremos.
Ella inclino la cabeza y dio un sorbo a su bebida.
– Deliciosa -murmuro. Tras depositar la copa en la mesilla redonda de caoba que habia junto al sofa, abrio su bolso y extrajo de el una hoja de papel doblada junto con una cuartilla de vitela. Mientras desdoblaba la hoja, dijo-: He tomado algunas notas mientras limpiaban la sala y las he cotejado con las notas de la otra noche al respecto de sus preferencias.
– Muy eficiente. De modo que eso es lo que queria decir con intercambiar opiniones. Me temo que yo no he tomado ninguna nota. Pero no importa. Esta -se golpeo la frente con un dedo- es como una mazmorra sellada, repleta de todas mis impresiones de la noche.
– Excelente. -Ella bajo la vista y consulto sus dos hojas de notas-. Hay unas cuantas jovenes damas que he marcado como convenientes; sin embargo, hay una en particular que sobresale. Se trata de…
– Oh, no empecemos por la primera opcion -la interrumpio Philip-. ?Que tendria eso de divertido? Le sugiero que empecemos por la ultima de la lista y vayamos subiendo hacia la gran final. Eso hara que la expectativa sea mayor, ?no le parece?
– Muy bien. Entonces comenzaremos por lady Harriet Osborn. Creo que es una excelente candidata.
– No. Me temo que no lo es en absoluto.
– ?Y por que no? Es una excelente bailarina y posee una hermosa y melodiosa voz.
– No le gustan los perros. Cuando le hable de Prince, arrugo la nariz de una manera que venia a querer decir que el perro deberia ser trasladado inmediatamente a alguna de nuestras propiedades en el campo.
Prince levanto la cabeza al oir esto y lanzo un grave ladrido que impresiono a Philip. Por Dios, si que debia de ser el perro mas inteligente del mundo.
– ?Se ha dado cuenta? Prince no quiere saber nada de esa mujer que lo sacaria de esta casa, y me temo que yo estoy de acuerdo con el. ?Cual es la siguiente en la lista?
– Lady Amelia Wentworth. Es…
– Completamente inaceptable.
– ?Como? Creo que le encantan los perros.
– No tengo ni idea. Pero eso no importa. Es una bailarina nefasta. -El alzo una de sus botas y la meneo de un lado a otro-. Mis pobres botas no van a recuperarse jamas de esta.
– No veo que tienen que ver en todo esto sus habilidades para el baile, especialmente cuando le recuerdo perfectamente a usted diciendo que no se consideraba un buen bailarin.
– Exactamente. Como puede leer en su lista de preferencias, dijimos que mi futura esposa debia ser una excelente bailarina para que pudiera ensenarme.
– Estoy segura de que lady Amelia puede mejorar en el baile si toma lecciones.
– Imposible. No posee ningun sentido del ritmo, sea eso lo que sea. ?La siguiente?
Ella bajo la vista hacia el papel.
– Lady Alexandra Rigby.
– No.
La impaciente e inflamada mirada que ella le lanzo era inconfundible.
– ?Por que?
– No me siento en absoluto atraido por ella. De hecho, la encuentro de lo mas desagradable.
La confusion reemplazo a la impaciencia.
– Pero ?por que? Es extremadamente hermosa y una magnifica bailarina.
– Se trata de algo que se remonta al pasado. Su familia visito a la mia en la finca de Ravensly un verano, cuando yo tenia once anos. Lady Alexandra tenia dos anos. Un dia la encontre en el jardin comiendo… -Carraspeo y continuo hablando- para decirlo de la manera mas delicada que se me ocurre… -su voz se convirtio en un susurro- excrementos de conejo.
Aunque intento simular que se trataba de un acceso de tos, Meredith emitio una inconfundible risa escandalizada.
– Solo tenia dos anos, lord Greybourne. Estoy segura de que muchos ninos de esa edad hacen cosas similares.
– Yo nunca hice una cosa por el estilo, ?usted si?
– Bueno, no, pero…
El levanto una mano interrumpiendo sus palabras.
– Se trata de una desgraciada imagen de lady Alexandra que jamas podre borrar de mi mente. Lamento tener que insistir para que la coloque bajo la categoria de «labios que han tocado caca de conejo nunca podran tocar mis labios». -Hizo una senal con la mano y siguio-: ?Quien es la proxima?
– Lady Elizabeth Watson.
– Imposible.
– ?De verdad? ?Acaso tuvo alguna desafortunada eleccion de alimentos cuando era nina?
– No tengo ni idea. Sin embargo, se que de adulta si que lo hace. Huele a coles de Bruselas.
