– Es un baile muy sencillo -susurro ella-. Lo unico que tiene que hacer es contar. Un-dos-tres. Un-dos-tres. E ir cambiado de pie.

El cuarteto empezo a tocar. Philip alzo una de las manos a la altura exactamente adecuada, coloco la otra en la exacta posicion en la espalda de ella, y empezo a deslizarse por el suelo. Ella lo miro con sus hermosos ojos de color azul profundo y un delicado sonrojo tino sus mejillas. El dulce y delicioso perfume de ella enajenaba a Philip, que aspiro profundamente para disfrutar de su esquiva fragancia.

Pastel. Esta noche olia como un pastel de moras. Su postre favorito. Su vestido de color turquesa acentuaba el color de sus extraordinarios ojos, y aunque se trataba de una indumentaria innegablemente modesta, no por ello dejaba de ofrecer una provocadora vista de su escote. Su mirada se detuvo en sus gruesos y humedos labios y tuvo que tragarse un gemido.

Maldita sea, tanto intentar mantener las cosas en una perspectiva adecuada, y de repente su caracter de hierro se habia evaporado. Bailar con ella era algo que entraba definitivamente en la categoria de «una idea muy mala». Si, habia deseado tenerla entre los brazos, pero no habia considerado la dulce tortura que eso significaba. Necesitaba de toda su concentracion para mantenerla a la distancia adecuada, en lugar de hundir su cara contra la piel de su frente. Y degustar sus labios. Sus labios… Dios. Apreto los dientes y se puso a contar furiosamente para sus adentros un-dos-tres, un-dos-tres.

Despues de la tercera vuelta, los ojos de ella se entrecerraron de manera sospechosa.

– Me parece que me ha contado un cuento chino, senor. Baila usted el vals de maravilla.

El perdio la cuenta, tropezo, y acabo pisando uno de sus zapatos. Ella dio un respingo.

– Lo lamento muchisimo, querida. ?Que estabamos diciendo?

– Lord Greybourne -dijo ella mirandole con fiereza-, este truco infantil mas bien parece un juego propio de muchachos, un tema en el que estoy muy versada. Si pretende tomarme el pelo con tales numeritos, creo que acabara muy decepcionado.

– Yo nunca la habria pisado a proposito, Meredith. -Sus ojos se abrieron como platos al oir que la llamaba por su nombre de pila-. Sin embargo, debo reconocer que hace un tiempo me puse a estudiar los rudimentos del vals.

– ?Hace cuanto tiempo?

– Esta tarde. Llame a Catherine y la obligue a que me ensenara, para poder hacer un buen papel esta noche.

– Ella no me habia dicho nada.

– Le pedi que no lo hiciera. Queria sorprenderla.

– Ya… veo. Bueno, he de reconocer que su hermana ha hecho un trabajo maravilloso. De modo que, en realidad, ya no necesita perder mas tiempo bailando conmigo. Lady Penelope esta al lado de la mesa del ponche, le sugiero que baile primero con ella.

Ella empezo a llevarlo hacia la mesa del ponche con una clara intencion en mente, y el, de una manera igualmente intencionada, la arrastro hacia la direccion contraria.

– Me parece que estaba llevando el baile, Meredith. Pero esa es una prerrogativa del caballero, si no estoy equivocado.

– Intento que nos acerquemos a la mesa del ponche -dijo ella en un susurro silbante.

– No tengo sed.

– La gente empezara a murmurar si no deja usted de bailar conmigo.

– Las lenguas ya estan hablando de mi, asi que no veo que importancia puede tener. Ademas, que se siga especulando aun mas solo puede ir en beneficio de mi cada vez mayor halo de misterio.

– ?Es usted imposible! Una par de vueltas rapidas de baile es una cosa, y se lo agradezco, pues me parece que todavia confia usted en mis cualidades para ensenarle y en mis habilidades como casamentera. Sin embargo, la realidad de la situacion es que es usted un vizconde y yo solo soy una ayudante pagada, y el tiempo que llevamos bailando esta empezando a ser mas de lo que se consideraria correcto.

Philip empezo a sentirse irritado.

– Es usted mi invitada.

– Si insiste en verlo de esa manera, perfecto. En tal caso debere recordarle que tiene usted otras dos docenas mas de invitadas a las cuales deberia prestar tambien atencion. -Ella bajo la vista durante unos segundos y luego la volvio a alzar mirandole con una expresion que le encogio el corazon-: Por favor.

Esa simple suplica en voz baja, combinada con la reconocible mirada implorante, le dijo que detras de aquella peticion se escondia algo mas que sus obligaciones hacia los demas invitados. ?Estaba empezando a sentir ella que estar cerca de el era tan molesto y desconcertante como lo era para el la cercania de ella? ?Sentia ella el mismo desasosiego y el mismo anhelo que el?

Maldicion, realmente deseaba que asi fuera. Odiaba tener que sufrir solo.

Pero tampoco podia ignorar su suplica. Tenia que cumplir con sus obligaciones durante la velada. Pero la velada acabaria en algun momento…

Con expresion resignada la condujo hacia la mesa del ponche.

– Lord Greybourne, debe decirnos que es lo que piensa de… -la voz de lady Emily se convirtio en un susurro-…ya sabe que.

– ?Perdone? -Philip la miraba perplejo, como si realmente no la hubiera entendido.

– Oh, si, cuentenos -le urgio lady Henrietta, con una risita tonta-. Todo el mundo tiene miedo de hablar de «ya sabe que», pero nosotras nos hemos dado cuenta de que usted no abriga tales miedos.

Philip se quedo mirando sus rostros expectantes y meneo la cabeza pensando para sus adentros como era posible que aquellas dos aparentemente inocentes criaturas le estuvieran incitando para que hablara con ellas de sexo.

– Lo lamento, pero no esta bien que yo hable de esos temas -dijo tragandose una risa al oir lo remilgada que sonaba su frase. ?Estaria Meredith orgullosa de el?

– Le prometemos no decir nada a nadie -insistio lady Emily.

– Ni una sola palabra. Jamas -la secundo lady Henrietta.

De repente comprendio y dijo:

– ?Quieren que les de mi opinion como anticuario?

Las dos jovenes intercambiaron una mirada desconcertada y respondieron al unisono:

– Si.

Bueno, probablemente no era estrictamente formal, pero al menos aquellas dos jovenes mostraban cierto interes por las culturas antiguas. Se aclaro la garganta y empezo a hablar:

– El falo masculino suele representarse en los pictogramas como un simbolo de virilidad.

Los ojos de lady Henrietta se abrieron como platos y lady Emily se quedo con la boca abierta.

Profundizando mas en el tema, Philip continuo:

– El pene erecto, en concreto, fue utilizado muy a menudo en los dibujos antiguos. En Egipto he descubierto algunos ejemplares especialmente bien representados…

– ?Va todo bien? -pregunto Meredith uniendose al grupo.

Antes de que el pudiera contestar, lady Emily dijo con un extrano tono de voz:

– Creo que necesito sentarme un momento.

– Tambien yo -susurro lady Henrietta-. Por favor, disculpennos. -Agarradas por el brazo, las dos jovenes se batieron en franca retirada.

– Por el amor de Dios, ?que les ha contado? -susurro Meredith.

– Que me aspen si lo entiendo. Me estaban preguntando mi opinion acerca de los antiguos habitos sexuales…

– ?Que!

– Creame que a mi me sorprendio tanto como a usted, pero ellas insistieron. Me pedian mi opinion en tanto que anticuario.

– ?Realmente le pidieron su opinion sobre… -Echo una mirada furtiva a su alrededor, y luego bajo mas la voz-…sobre que? ?Que es lo que dijeron exactamente?

– Me preguntaron que pensaba sobre «ya sabe que». Yo acababa de empezar mi explicacion, que era de lo mas estrictamente cientifica, se lo aseguro, cuando usted llego.

Ella abrio los ojos como platos y todos los colores se le subieron a la cara.

Вы читаете Maldicion de amor
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату