Siguieron avanzando a paso lento por el sendero. Hayley fue senalando mas de una decena de flores diferentes mientras paseaban, indicando a Stephen que simbolizaba cada una. A Stephen le sorprendio que Hayley fuera capaz de distinguir las flores, pues, a pesar de la luna llena, estaba bastante oscuro. El se fijaba atentamente en la dinamica mano de Hayley senalando las perfumadas flores, e intentaba recordar sus nombres y lo que simbolizaban, pero se equivocaba constantemente. Le resultaba casi imposible concentrarse en sus palabras mientras ella le sonreia, inmerso en su perfume embriagador y, por mucho que lo intentara, no conseguia olvidarse ni ignorar aquellos condenados pantalones. Al contemplar sus caderas, se le tensaron las partes intimas y, de repente, noto que se le estrechaban los pantalones.
Al cabo de un rato, se acercaron a un gran lecho de rosas.
– Bueno. Estas si que son rosas -dijo el, orgulloso y aliviado por pensar en algo que no fuera ella.
– Correcto -dijo ella sonriendo-. Son mis flores preferidas.
– ?Que simbolizan? -le pregunto, con autentica curiosidad y al mismo tiempo sorprendido por aquel repentino interes. Si alguien le hubiera dicho hacia una semana que estaria paseando por un jardin en plena noche hablando sobre flores con una virginal solterona de pueblo que, de algun modo, le despertaba fuertes deseos carnales, se le habria reido en la cara. Pero ahi estaba. Y lo mas sorprendente de todo, se lo estaba pasando en grande.
– Las rosas simbolizan muchas cosas diferentes, dependiendo del color y de lo abiertos que esten los capullos.
Alargando la mano, Hayley cogio un capullo amarillo de un alto rosal. Corto el pequeno tallo lleno de espinas, inhalo su dulce fragancia y se lo ofrecio a Stephen.
– Para usted -dijo con una sonrisa.
– ?Para mi? -pregunto sorprendido aceptando el regalo. Si la memoria no le enganaba, aquella era la primera vez en su vida que alguien le regalaba una flor. Acerco la nariz a la rosa e inhalo. Aquella flor de un amarillo intenso olia exactamente igual que Hayley.
– ?Que simbolizan las rosas amarillas?
– La amistad.
Stephen levanto la cabeza y sus miradas se cruzaron.
– ?Amistad?
Ella asintio con la cabeza y sonrio.
– Si. Somos amigos, ?no?
El la miro fijamente durante varios largos segundos, completamente extasiado ante aquella vision. Resplandecientes ondas de cabello castano acariciaban los hombros de Hayley y le bajaban por la espalda como un sedoso manto. Varias redecillas ayudaban a recoger los cabellos que se escapaban de la sencilla cinta que apartaba los rizos del rostro mas encantador que Stephen habia visto nunca. Sus expresivos ojos lo miraban de una manera directa, calida y natural. ?Cuando fue la ultima vez que una mujer le habia mirado de ese modo? «Nunca. Nadie ha mirado asi al marques de Glenfield. Hasta hoy.»
Las mujeres que conocia Stephen, las superficiales damas de la ciudad, siempre le miraban con calculado interes, elucubrando formas de seducirle para que les comprara joyas caras, urdiendo tretas para convenirse en sus esposas y ofreciendole a cambio sus encantos en el lecho. Ninguna mujer le habia ofrecido su amistad.
El carraspeo.
– Considerando que me ha salvado la vida y que me ha abierto generosamente las puertas de su casa para que me recupere, desde luego, estoy de acuerdo en que usted es mi amiga -dijo finalmente-. Ojala algun dia pueda devolverle toda su amabilidad.
– Oh, eso no es en absoluto necesario. Me encanta su compania. Es muy agradable tener a otro adulto con quien poder hablar. -Le dirigio una mirada de soslayo y anadio sonriendo-: Ademas, me he encarinado bastante de
– Entonces, tendre que darle a el las gracias -contesto Stephen con una sonrisa.
Permanecieron de pie durante un momento, uno delante del otro, simplemente mirandose mutuamente, y Stephen se sintio como si ella le hubiera hechizado. Con la luz de la luna iluminando su cabello, resaltando el color crema de su piel, casi parecia que Hayley tuviera un halo a su alrededor. Era como un angel de ojos cristalinos vestido con blusa de lino y pantalones de montar.
Ella alargo el brazo y le toco la manga.
– ?Se encuentra bien, senor Barrettson? Parece alterado.
Stephen miro hacia abajo y clavo la mirada en la mano de Hayley, que reposaba sobre su antebrazo. Un calido escalofrio le recorrio el espinazo y le hizo hervir la sangre. ?Por que el mas leve contacto con aquella mujer ejercia un efecto tan perturbador y tan profundo en sus sentidos?
– ?Senor Barrettson?
El deje de preocupacion de aquella dulce voz saco a Stephen de su ensimismamiento. Levanto la mirada, completamente hipnotizado por la joven que tenia delante. Las arrugas de su frente indicaban que estaba sinceramente preocupada por su bienestar.
– Me encuentro bien, senorita Albright -contesto con dulzura, mientras su mirada se deslizaba lentamente hacia abajo hasta detenerse en la flor que ella llevaba en el ojal. Alargando la mano, toco un petalo con un dedo. ?Como ha dicho que se llamaba esta flor?
– Pensamiento.
– ?Y que simbolizan los pensamientos?
– «Ocupas mis pensamientos.»
– «Ocupas mis pensamientos…» -repitio el. Aparentemente en contra de su voluntad, sus pies dieron un paso hacia Hayley y luego otro mas, hasta que solo los separaban unos pocos centimetros. El casi esperaba que ella retrocediera, pero Hayley no se movio; se limito a mirarlo fijamente con los ojos abiertos de par en par.
Las puntas de los senos de Hayley rozaban la camisa de Stephen cada vez que ella inspiraba. Una imagen del cuerpo de ella apretado contra el suyo en toda su estatura irrumpio subitamente en la mente de Stephen y le hizo estremecerse intimamente. Necesitaba alejarse de ella. Inmediatamente.
En lugar de ello, le aparto delicadamente un rizo rebelde de la mejilla y se percato de que le temblaban los dedos.
– Usted esta ocupando mis pensamientos en este momento -dijo el, con un ronco susurro.
– ?Ah, si? ?Estoy ocupando sus pensamientos?
– Si. -La mirada de Stephen sondeo la de Hayley. El deseaba besarla con todas sus fuerzas, pero, para su desconcierto, estaba experimentando una lucha interna impropia de el, entre sus deseos y su conciencia, una voz interior que habia dado por muerta hacia tiempo.
«Te iras de aqui dentro de dos semanas. No te arriesgues a hacer sufrir a una mujer que solo te ha mostrado amabilidad. Es una inocente chica de campo que no sabe jugar a los enrevesados juegos del amor a los que tu estas tan acostumbrado. ?Dejala en paz!»
Stephen estaba a punto de hacer un noble gesto, increible e impropio de el, alejandose de ella, cuando la mirada de Hayley se detuvo en su boca. El practicamente podia sentir la suave caricia de aquellos labios en los suyos.
Ahogando un gemido, enterro mentalmente su conciencia en una honda sepultura y se inclino hacia delante hasta que solo unos milimetros separaban sus labios de los de Hayley.
Su voy interior hizo un ultimo e improbo esfuerzo por hablar, pero el la acallo con firmeza y rozo con su boca los carnosos labios de Hayley.
Aquella sutil caricia, en el fondo no mas que una fusion de alientos, dejo a Stephen insatisfecho y avido de mas. Ahuecando las manos alrededor del rostro de Hayley, la volvio a besar, atormentandola dulcemente, recorriendo con sus labios el contorno de los de ella y probando su sabor.
Independientemente de lo que el esperara, desde luego no era el torbellino de sensaciones que inundo todo su cuerpo.
La sangre le empezo a correr a toda velocidad por las venas, palpitando por todo su cuerpo como un rio de aguas turbulentas a punto de desbordarse. Su femenina fragancia a flores silvestres lo impregnaba todo, invadiendo los sentidos de Stephen, narcotizandole. Hayley dejo escapar un velado suspiro de placer, y el tenso el cuerpo como reaccion.
El cuerpo de Stephen rezumaba calor y, cuando Hayley coloco suavemente las palmas sobre su pecho, el