inexplicable temor a los lugares cerrados que sufria desde su infancia.

Habia aprendido tiempo atras a escuchar sus sensaciones y a confiar en su instinto. En realidad, durante sus anos al servicio de la Corona, su instinto le habian salvado la vida en mas de una ocasion. Por eso no podia ignorar el mensaje perturbador que le susurraban desde hacia un mes: algo malo iba a ocurrirle. Algo que no podria evitar. Algo a lo que probablemente no sobreviviria. El sentimiento se habia vuelto mas pronunciado desde su llegada a Londres, y no se habia disipado en modo alguno tras su enfrentamiento con aquel gigante del cuchillo. Habia conseguido escapar al desastre en aquel momento, pero ?seria igual de afortunado la proxima vez? Su instinto le decia que no, no lo seria. Y que le acechaban mas peligros.

Habia reflexionado que tal vez parte de aquel profundo presentimiento se debiese a que el tenia ahora la misma edad que tenia su madre cuando murio, pero desecho la idea por considerarla una supersticion. No, el no era un hombre supersticioso. Pero era un hombre que escuchaba su instinto.

La innegable sensacion de su propia mortalidad, del tiempo que se agotaba, pesaba mucho sobre el. De ahi su apremiante necesidad de cumplir con sus deberes y obligaciones, y de inmediato. Antes de que fuese demasiado tarde. Y el mas urgente de esos deberes y obligaciones era encontrar una esposa y engendrar un heredero.

Su sentido comun trataba de decirle que se equivocaba, que no le ocurriria nada y que viviria hasta alcanzar una edad avanzada. Desde luego, esa era su esperanza. Pero no habia forma de negar aquella sensacion funesta de la que no podia librarse, y no era un riesgo que estuviese dispuesto a asumir.

Sobre todo porque, en caso de que encontrase una muerte prematura, Nathan heredaria el titulo y todo lo que lo acompanaba. Y eso, como el sabia, era lo ultimo que su hermano menor habria deseado, y por lo tanto era lo ultimo que Colin habria deseado para el. Nathan siempre habia evitado la pompa de la alta sociedad, prefiriendo centrar su atencion y su talento en la medicina, y era un buen medico. Deseaba el titulo tanto como habria querido que le arrancasen las visceras con una cuchilla oxidada.

No, la responsabilidad de engendrar un heredero le correspondia a Colin. Ahora solo deseaba haber cumplido esa obligacion siendo mas joven. Antes de que aquella sensacion de urgencia lo agarrase por el cuello. Cuando aun habia tiempo. Por supuesto, solo un mes atras, creia tener todo el tiempo del mundo…

Al levantar los ojos su mirada tropezo con el escritorio de cerezo, y recordo que Ellis le habia dicho que tenia una carta. Tras apoyar la copa vacia sobre la mesa, cruzo la habitacion y cogio el papel vitela doblado, de color marfil y sellado con un poco de lacre rojo. Enarco las cejas al ver su nombre escrito en la cara externa con los inconfundibles trazos vigorosos de Nathan. Resultaba asombroso que su hermano hallase tiempo para escribir una carta, llevando solo siete meses casado y todo eso. Desde luego, si Colin tuviese la suerte de tener una mujer como la bellisima Victoria, de la que Nathan estaba apasionadamente enamorado, Dios sabia que no malgastaria el tiempo escribiendo cartas.

Tras romper el sello de lacre, leyo la breve nota:

Llegare a la ciudad pasado manana en lugar de la semana que viene con Victoria y varios amigos a cuestas. Nos alojaremos en la casa de Wexhall, pues mi mujer tiene previsto ayudar a su padre con los preparativos de su fiesta. Cuando lleguemos te haremos una visita.

Nathan

Le asalto el mismo sentimiento de culpa persistente que siempre albergaba al pensar en Nathan, pero lo aparto de si para centrarse en lo agradable que seria volver a ver a su hermano. Doblo la nota y luego dirigio su atencion al pequeno plato azul y blanco de porcelana de Sevres que descansaba en una esquina del escritorio. Una sonrisa curvo sus labios a la vista del trio de exquisitos mazapanes, cada uno una obra de arte en miniatura modelada en perfecta imitacion de una fruta. Observo las variedades de esa noche: una fresa, una pera y…

Una naranja.

Su eleccion no ofrecia la menor duda.

Alargo la mano, cogio la apetitosa naranja y se la llevo a la boca. Cerro los ojos y saboreo el dulzor de fruta y almendra que resbalaba por su lengua, mientras la imagen de la misteriosa madame Larchmont le ocupaba la mente.

Aquella mujer era un enigma y actuaba de forma poco clara, pero Colin era especialista en desentranar misterios y nunca se le habia resistido ninguno. Estaba decidido a obtener respuesta a muchas de sus preguntas aun antes de que la joven fuese al dia siguiente.

Que la mujer no solo estuviese viva sino que pareciese prosperar indicaba que poseia inteligencia y suerte en abundancia. Pero Colin juro que esta vez habia encontrado la horma de su zapato. Y, si se dedicaba a alguna clase de robo, su suerte estaba a punto de acabar.

Alex avanzo deprisa a traves de una serie de callejones y luego subio corriendo los peldanos gastados hasta el segundo piso del edificio en el que vivia. Tras echar un vistazo al oscuro corredor para asegurarse de que estaba sola, introdujo la llave y abrio en silencio la puerta de su piso. Se deslizo en el interior y cerro la puerta tras de si sin perder un momento. Luego se apoyo contra la madera aspera y cerro los ojos. Su respiracion agitada le quemaba los pulmones, y el corazon le latia desbocado, no solo por su apresuramiento, sino tambien por la inquietante sensacion de que alguien la vigilaba y la habia seguido mientras se dirigia a casa tras abandonar el carruaje de lord Sutton. Estaba acostumbrada a la presencia de ladrones y rufianes, y sabia evitarlos. Tambien sabia defenderse si evitarlos le era imposible. Sus dedos rozaron el bulto de su falda, donde escondia un cuchillo enfundado y metido en la liga.

Pero lo que habia experimentado esa noche era distinto. La abrumadora sensacion de que la vigilaban y le seguian los pasos la habia atormentado a lo largo de todo el camino hasta casa, produciendole escalofrios. Unos escalofrios especialmente agudos tras la conversacion que habia sorprendido esa noche en el estudio de lord Malloran. Quienes la tenian en su punto de mira sabian permanecer ocultos, pero ella habia vivido en las calles de los barrios mas pobres de Londres demasiado tiempo para no saber cuando la estaban observando.

– ?Te encuentras bien, Alex?

Abrio los ojos al oir la pregunta, formulada en voz baja, y se encontro con los ojos azules de Emma, llenos de preocupacion.

Aunque solo tenia diecisiete anos, seis menos que Alex, Emma Bagwell era muy lista y perspicaz gracias a su conocimiento de los bajos fondos de Londres. Se habian encontrado hacia tres anos y, juntas, habian conseguido sobrevivir y dejar atras el lugar del que procedian.

Alex comprendio que no solo era inutil tratar de ocultarle un secreto a su tenaz amiga, sino que ademas necesitaba confiarle los detalles de aquella perturbadora velada.

– Hay algo que me inquieta, pero antes de contartelo… -Se interrumpio, indicando con la cabeza la cortina destenida de terciopelo azul que aislaba una parte de la habitacion-. ?Cuantos tenemos esta noche?

Emma miro la cortina.

– Ocho.

Ocho. La noche anterior fueron seis, y la de antes, doce. El martes de la semana anterior habian hecho espacio para diecisiete.

– ?Esta Robbie?

Emma asintio.

– Ha sido el ultimo en llegar, hace una hora mas o menos. Muy sucio y agotado. Apenas ha podido mantenerse despierto el tiempo suficiente para cenar -explico, con un destello de colera en la mirada-. Estaba mas que sucio, Alex. Le han pegado.

Alex se agarro la capa con fuerza.

– ?Como esta?

– Tiene un ojo hinchado y el labio reventado. Lo he limpiado, pero deberias echarle un vistazo. Ha preguntado por ti.

– De acuerdo -murmuro-. Lo hare ahora, porque se marchara antes de que nos despertemos.

– Es como un fantasma -convino Emma, asintiendo-. Todos son asi. Anadire mas agua al hervidor y preparare te para las dos.

– Gracias.

Alex cruzo la habitacion y colgo la capa en el destartalado armario que compartia con Emma. Incluso con la

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