– No se que me preocupa mas, Alex, que vuelvas a ver a ese vizconde, cosa que en mi opinion es meterse en la boca del lobo, o la conversacion que has oido. ?Y si alguien averigua que estas enterada y que has sido tu quien ha escrito la nota?

– ?Como podria averiguarlo nadie? He disfrazado mi letra deliberadamente. Nadie perdera el tiempo tratando de descubrir quien ha escrito la nota. Estaran demasiado ocupados intentando saber quien va a ser asesinado en la fiesta de lord Wexhall y evitando que ocurra.

A pesar de sus palabras, Emma seguia inquieta.

– Espero que tengas razon.

Yo tambien, penso Alex. Yo tambien.

Capitulo 4

Colin se encontraba en la oscuridad que le brindaba un portal situado en una estrecha calle de adoquines, frente al edificio hasta el que habia seguido a madame Larchmont la noche anterior. A la luz del dia, el ladrillo cubierto de hollin parecia poco atractivo, y aun mas siniestro debido a las nubes grises que flotaban bajas en el cielo de color pizarra.

Por las observaciones que hizo la noche anterior despues de que ella entrase en el edificio, las sombras que se movian al otro lado de la ventana en la tercera habitacion del segundo piso indicaban que aquel era su destino. Dos personas habian salido del edificio en el ultimo cuarto de hora, pero hasta el momento no habia ni rastro de madame Larchmont. Se saco el reloj de bolsillo y miro la hora. Las dos y media. ?Era posible que se hubiese marchado ya para acudir a su cita de las tres?

Una joven pelirroja salio del edificio, y Colin entorno los parpados. No era su presa. La muchacha, vestida con un sencillo vestido marron, llevaba una caja plana que le colgaba por debajo de la cintura, sujeta con unas correas. Era la clase de recipiente que utilizaban las vendedoras de naranjas, aunque por lo que Colin podia ver lo que llevaba no eran naranjas. Parecian ser tartas o magdalenas.

Transcurrieron otros diez minutos, que Colin paso esperando con paciencia el momento oportuno. Acababa de mirar de nuevo el reloj cuando la vio salir del edificio. Aunque un gorro de ala ancha le protegia los ojos del sol, la muchacha resultaba inconfundible. Llevaba una bolsa que parecia una mochila. Al verla, Colin fruncio el ceno. Se le entrecorto el aliento, y su corazon ejecuto una extrana maniobra. La joven vacilo durante varios segundos mirando a su alrededor, y el se hundio mas aun en la oscuridad. Luego la muchacha se puso a caminar a buen paso, avanzando en direccion opuesta a la casa de el.

Al igual que la noche anterior, ella se movia con la seguridad de alguien familiarizado con la zona. Al cabo de unos diez minutos, se acerco a un edificio medio destartalado, justo en la periferia de los bajos fondos. Cuatro escaparates, tres de ellos tapados, cubrian la planta baja. Un cartel manchado con una jarra de cerveza mal pintada que anunciaba El Barril Roto marcaba la cuarta puerta. La joven entro en la taberna y salio cinco minutos despues, ya sin mochila. Antes de echar a andar volvio a mirar a su alrededor, y Colin se pregunto si lo haria normalmente o si intuia su presencia. La causa podia ser simplemente lo poco recomendable de la zona, pues Colin tambien sentia el peso de otros ojos sobre el. Despues de echar a su vez un vistazo alrededor y no detectar a nadie, la siguio durante varios minutos mas. Cuando quedo claro que no volvia a su casa sino que se dirigia a Mayfair, Colin volvio sobre sus pasos. En la esquina del edificio en el que vivia la muchacha se detuvo un momento para frotarse el muslo dolorido.

Tras comprobar que nadie lo observaba, Colin entro en el edificio. Un olor de col y sudor invadia el aire mientras subia en silencio por la escalera. Voces ahogadas y el sonido del llanto de un nino flotaron hacia abajo. Cuando llego al segundo piso, se detuvo en la tercera puerta y apoyo la oreja en la rendija, atento por si oia voces, mientras sus dedos agiles manipulaban la cerradura. Al no oir nada, y convencido de que la habitacion estaba vacia, abrio la puerta y se deslizo en silencio en el interior.

Se apoyo de espaldas contra la puerta y permanecio inmovil durante varios segundos, observando los detalles. La habitacion era mas grande de lo que esperaba, aunque poco espaciosa, y estaba muy limpia. Olio el aire y percibio los aromas agradables de naranjas y magdalenas recien horneadas. El suelo de madera estaba cubierto de alfombras hechas con lo que parecian tiras trenzadas de tela. Habia un solo ropero en el rincon, flanqueado por dos camas estrechas. Un gato de rayas grises yacia acurrucado en un extremo de la cama mas proxima a la ventana. Habia una mesita junto a cada cama, un bano de asiento en un rincon y un solo tocador contra la pared. Al otro lado de la habitacion estaba la zona de la cocina, con una mesa y dos bancos. Una cortina destenida de terciopelo azul aislaba una parte de la habitacion. ?Otra zona para dormir?

Colin se acerco al ropero sin hacer ruido. Al abrir la puerta, sus sentidos se vieron asaltados de inmediato por un delicado aroma citrico. De golpe surgio en su mente la imagen de madame Larchmont, evaluandolo con sus ojos marron chocolate y a punto de hablar con aquellos labios gruesos. La mirada de Colin se fijo en un familiar vestido de color bronce. Alargo el brazo y paso los dedos por el tejido, recordando como parecia brillar contra la piel clara de ella. Antes de poder detenerse, se inclino hacia delante, se llevo la tela al rostro y aspiro.

Naranjas. Y algo mas, algo agradable que solo se le ocurria calificar de fresco. Seguramente eran los restos de su jabon. Cerro los ojos y otra imagen de ella se materializo en su mente. La joven salia del bano y una estela de pompas de jabon serpenteaba por su silueta humeda y brillante. Enseguida se sintio invadido por el calor y abrio los ojos. Gimio asqueado de si mismo y dejo caer el tejido como si se hubiese quemado.

Una busqueda rapida por el ropero revelo otro vestido verde oscuro que parecia propio de madame Larchmont y un sencillo vestido de dia marron que mostraba los signos del paso del tiempo, pero cuidado de forma meticulosa. En el otro extremo del ropero vio dos vestidos grises. Al igual que los otros, estos eran viejos aunque bien remendados, pero eran al menos diez centimetros mas cortos que los otros vestidos. No habia ni una sola prenda masculina en ninguna parte.

Mientras asimilaba esa interesante informacion, dirigio su atencion a las mesitas. En ambas habia platos desportillados con velas de sebo. En la mesita mas proxima a la ventana, un libro descansaba junto a la vela. Colin leyo el titulo: Orgullo y prejuicio. La otra mesita contenia tambien un libro de aspecto similar a los blocs utilizados por los estudiantes. Lo cogio y hojeo las paginas llenas de letras y numeros copiados cuidadosamente, aunque con letra infantil. Tras devolver el libro a su lugar, le echo un vistazo al gato, que se habia despertado y lo obsequiaba con una mirada feroz y recelosa.

– Buenas tardes -susurro Colin, dando un lento paso hacia el animal. En un abrir y cerrar de ojos, el gato se metio debajo de la cama.

Colin no deseaba asustar al animal y siguio adelante, cruzando la alfombra hecha a mano para inspeccionar la zona de la cocina. Habia unas naranjas apiladas en forma de piramide, y faltaba la de encima. Un ligero sonido capto su atencion, y Colin volvio la cabeza para mirar la cortina de terciopelo azul. ?El gato? Con movimientos silenciosos y cautos se acerco a la cortina y la aparto con la velocidad del rayo, para descubrir una pequena zona vacia salvo por una pila de jergones enrollados en un rincon.

Y un nino que intentaba escapar por una trampilla abierta en el suelo.

Sus miradas se encontraron, y, por un instante, en los ojos del nino surgio un destello de puro terror. Colin corrio hacia delante y agarro la puerta antes de que se cerrase. A continuacion, cogio bruscamente al chaval por el cuello de la ropa.

– ?Sueltame, maldito bastardo! -exclamo una voz en la que vibraba el agravio y un miedo inconfundible. Unos brazos flacos metidos en un abrigo muy sucio se agitaban furiosamente mientras unas piernas delgadas enfundadas en unos pantalones andrajosos y unos zapatos rotos y llenos de agujeros trataban de golpear algo-. ?Sueltame o te abro en canal, te lo juro!

Pese a las valientes palabras, Colin pudo ver que la criatura, que parecia ser un nino de unos cinco o seis anos, estaba aterrada.

– No hace falta que me abras en canal -dijo Colin en tono suave, colocando al nino de pie.

Este se esforzo para alejarse de el, pero Colin lo sujetaba con firmeza por los hombros. El nino se quedo quieto y lo miro furioso con los ojos entornados. Ante aquella cara sucia, a Colin se le cayo el alma a los pies. Luego, al ver las contusiones bajo la suciedad, apreto la mandibula. Demonios, alguien habia golpeado a aquel

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