Aquellos ojos perdieron al instante su toque de malicia, y la joven le dedico durante varios segundos una larga mirada fria. Lo saludo con una leve inclinacion de la cabeza y luego devolvio su atencion al hombre, a quien sonrio. Colin se sintio invadido por la irritacion y por otro sentimiento, que era igual que los celos, pero no podia tratarse de eso.

– ?No esta de acuerdo, lord Sutton…?

La voz imperiosa de lady Whitemore lo arranco de su ensonacion y lo forzo a devolver su atencion a sus companeras, que lo miraban expectantes. Demonios, habia perdido el hilo de la conversacion. Antes de que pudiese hablar, lady Whitemore se llevo al ojo el monoculo y lo observo con atencion.

– Lord Sutton, ?se encuentra bien? Tiene usted mala cara.

Colin compuso al instante su expresion y exhibio una sonrisa forzada.

– Estoy bien. Digame, lady Whitemore, ?quien es el hombre al que le estan echando las cartas?

Lady Whitemore miro hacia el rincon y luego se acerco mas a Colin para hablarle en tono confidencial:

– Es el senor Logan Jennsen, el americano -aclaro la dama, arrugando la nariz-. ?No le conoce?

– No.

– Llego a Inglaterra hace solo seis meses, pero ya ha dado de que hablar.

– ?Como es eso?

– Nada en la abundancia -afirmo lady Whitemore, muy orgullosa de su funcion de informadora-, pero es dinero nuevo, por supuesto. Posee toda una flota de barcos y pretende comprar mas, ademas de montar algun otro tipo de negocio. Es muy brusco y tiene mucho desparpajo, como todos esos advenedizos de las colonias. A nadie le cae demasiado bien, pero es tan rico que nadie se atreve todavia a pararle los pies.

– Es muy guapo -opino lady Alicia en tono ansioso-, para ser alguien que se dedica al comercio -anadio a toda prisa al ver el gesto de desaprobacion de su madre.

– Es cierto que los comerciantes acostumbran ser muy poco atractivos -replico Colin en tono seco-. Ah, parece que el senor Jennsen ha terminado, y eso significa que ha llegado mi turno. Les pido disculpas, senoras.

Tras una breve inclinacion, se acerco a la mesa del tarot mientras Jennsen se levantaba. Colin apreto la mandibula al ver que el hombre se llevaba a los labios la mano enguantada de madame Larchmont y le besaba los dedos.

– Gracias por la encantadora tirada -oyo que decia Jennsen con un inconfundible acento estadounidense-, y por la encantadora compania. Estoy deseando volver a verla manana, madame.

– Y yo a usted, senor Jennsen.

El hombre se alejo, y Colin se sorprendio mirando fijamente a madame Larchmont. La joven tenia los labios entreabiertos y durante varios segundos observo la espalda de Jennsen con una expresion extasiada que lo puso enfermo. Luego se volvio hacia Colin. Como habia ocurrido antes, al instante cayo sobre sus rasgos una mascara de fria indiferencia. Colin sintio un hormigueo de irritacion y juro en silencio borrar como fuese aquella falta de interes de su mirada.

– Buenas noches, lord Sutton.

– Buenas noches, madame Larchmont.

Sin esperar una invitacion, se deslizo en la silla situada frente a ella. Y la miro. Diablos, se sentia sin aliento. La dorada luz de las velas proyectada por la arana y la velita votiva que brillaba con un resplandor tenue dentro de un cuenco de cristal tallado en una esquina de la mesa se reflejaba en los oscuros cabellos de la joven e iluminaba sus insolitos rasgos con un fascinante despliegue de sombras oscilantes. Colin no detecto ni rastro del nerviosismo que venia observando desde hacia una hora. No, se la veia muy serena y… preciosa. Seductora y misteriosa. Y tentadora de un modo que no le gustaba nada.

La mirada de Colin vago hacia abajo, deteniendose en la boca de la muchacha antes de continuar. Aunque el escote del vestido, de color verde esmeralda, seguia siendo recatado en comparacion con los que llevaban casi todas las demas mujeres de la sala, era mas amplio que el del traje de la noche anterior y mostraba una piel cremosa y la generosa curva de sus pechos. Colin apreto la mandibula ante la espectacular vision, la misma espectacular vision que el bastardo de Jennsen acababa de disfrutar.

El hombre trato de brindarle una sonrisa, pero tenia los musculos faciales extranamente rigidos y fruncidos. Como si hubiese mordido un limon.

– ?Se encuentra bien, senor? -pregunto la muchacha en tono indiferente-. Parece… tenso.

– Estoy bien. ?Como ha ido la tirada de Jennsen?

– ?Conoce al senor Jennsen?

– ?No le conoce todo el mundo? Esta claro que usted si.

– Nos presentaron en una fiesta hace varias semanas. Asiste a muchos eventos sociales.

Varias semanas… Diablos, Jennsen llevaba todo ese tiempo disfrutando de su compania.

– No parece que le haya dicho cosas siniestras como las que me ha dicho hoy a mi.

– Yo no comento la tirada de un cliente con nadie.

– Excelente. No querria que mis posibles prometidas se asustaran ante el oscuro porvenir que me ha predicho a mi. ?Vera a Jennsen manana?

Demonios, no pretendia soltar aquello, y mucho menos en un tono que no sonaba tan despreocupado como le habria gustado.

– ?Tiene la costumbre de escuchar conversaciones ajenas?

La verdad es que si.

– La verdad es que no. Sin embargo, no soy sordo.

– No me parece que sea problema suyo si veo o no al senor Jennsen manana, lord Sutton.

– Y a mi no me parece que usted tenga que mostrarse tan quisquillosa para responder a una sencilla pregunta, madame Larchmont.

La joven fruncio los labios en un claro gesto de irritacion, y la mirada de Colin se poso en su boca.

– Muy bien, si, tengo una cita con el manana para una tirada privada.

El forzo una sonrisa que no alcanzo sus ojos y consiguio no preguntar si era la primera vez que concertaba una cita asi con aquel hombre.

– Ya esta. ?Tan dificil era? Digame, ?es victima de las mismas tarifas desorbitadas que me cobra a mi?

En lugar de ofenderse ante su brusca pregunta, la joven parecio divertida.

– Vamos, lord Sutton, ?como voy a responder a esa pregunta? Si digo que el paga mas, usted se jactara del trato que recibe, y por lo tanto me arriesgo a desatar las iras del senor Jennsen. Si digo que es usted quien paga mas, me arriesgo a desatar sus iras. Como no me resulta atractiva ninguna de las dos posibilidades, tengo que negarme a responder.

El corazon de Colin realizo una ridicula maniobra al ver el esbozo de una sonrisa en los labios de la joven. Acerco un poco mas la silla a la de ella y se vio recompensado con un leve aroma de naranjas.

– Si es el quien paga mas, prometo no jactarme.

– Una amable oferta; sin embargo, tengo la politica estricta de no comentar las tarifas de un cliente con nadie que no sea ese cliente.

– La politica estricta -repitio el en voz baja-. ?Tiene muchas de esas?

– ?Politicas estrictas? La verdad es que si. Como por ejemplo no perder el tiempo con charlas ociosas en mi mesa de echar el tarot.

– Excelente. Entonces, empecemos. ?No deberia estar barajando o algo asi? -pregunto el indicando las cartas, que estaban extendidas sobre la mesa.

– Otra politica estricta es que no mezclo las cartas hasta que mi siguiente cliente esta sentado frente a mi.

El abrio los brazos.

– Y sentado estoy.

Todo rastro de diversion abandono los ojos de la muchacha. Se inclino un poco hacia delante, y Colin se encontro haciendo lo mismo mientras inspiraba hondo y despacio, disfrutando del delicado aroma de naranjas que provocaba sus sentidos.

– Dado el resultado de nuestra tirada de esta tarde -murmuro la joven-, no creo conveniente echarle las cartas en un lugar tan publico.

– Entiendo. Prefiere estar sola conmigo.

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