persona, sin saber que se trataba de un veneno mortal?

Un sonido de disgusto salio de sus labios. Escuchate, idiota, se dijo. Buscando excusas, agarrandote a explicaciones, inventando racionalizaciones para explicar lo que viste con tus propios ojos, a una conocida ladrona saliendo por la ventana de lord Malloran, que ahora esta muerto.

Sacudio la cabeza y fruncio el ceno, sintiendose mal. ?De verdad estaba buscando excusas para ella, o simplemente trataba de no cometer el mismo error cometido con Nathan, un error que a punto estuvo de costarle la relacion con su hermano? Entonces, como ahora, todas las pruebas apuntaban en un sentido -hacia la culpabilidad-, y cuatro anos atras acepto las pruebas condenatorias sin dudar, negandose a escuchar a su corazon, que le sugeria que podia haber otra explicacion. Ahora su corazon hacia la misma sugerencia con respecto a madame Larchmont, y esta vez le resultaba imposible no escuchar.

Tiempo. Necesitaba tiempo. Para averiguar mas sobre ella, sobre su vida. No le cabia duda de que tramaba algo, pero hasta que averiguase que era se sentia reacio a entregarla a las autoridades para que la interrogasen. Su sentido comun le decia que se estaba comportando como un maldito idiota. Pero su instinto… ese maldito instinto… le advertia que esperase.

De algo si estaba seguro: estaba mas decidido que nunca a descubrir los secretos de madame Larchmont. Pero su sentido del honor y su etica se mostraban reticentes a ocultarles informacion a Wexhall y al magistrado.

Tres dias, acordo con su conciencia. Se concederia tres dias para vigilarla. Seguirla. Pasar tiempo con ella. Averiguar todo lo que pudiese sobre ella. Con el objetivo de establecer con firmeza su culpabilidad o su inocencia. Pero, fuera cual fuese el resultado, cuando llegase el cuarto dia se lo contaria todo a Wexhall.

Aunque su conciencia ya no gritaba escandalizada, seguia mirandole con furia; pero Colin evito pensarselo dos veces. Habia tomado una decision y pensaba atenerse a ella. Ahora era momento de actuar.

Tras apurar la copa de conac, salio del hueco dispuesto a dirigirse hacia su presa. Sin embargo, antes de que pudiese dar un solo paso, surgio una voz femenina justo detras de el.

– ?Pero si esta usted aqui, lord Sutton!

Reprimiendo su irritacion ante aquel retraso en sus planes, se volvio para encontrarse ante su anfitriona, que exhibia su amplia figura con un vestido azul marino que no le favorecia demasiado, mientras unas plumas de pavo real se desplegaban en abanico en torno a su cabeza en un complicado tocado. Si su objetivo era parecer un ave vestida de saten, lo habia conseguido de una forma admirable, aunque bastante aterradora.

– Buenas noches, lady Newtrebble -dijo Colin mientras se inclinaba.

– Le he estado buscando por todas partes. ?Que hace escondido aqui, entre las sombras?

– No me escondo. Acabo de llegar. He pensado en disfrutar un poco de su excelente conac antes de entrar en liza -le aclaro, mostrandole la copa vacia.

– Bueno, pues ya esta aqui y eso es lo que importa. Y seguramente es buena idea revivificarse un poco, teniendo en cuenta la tarea que le espera. Digame, ?como va la busqueda?

La dama se acerco un poco mas, y Colin evito por muy poco pincharse con las plumas.

– ?Busqueda?

Ella le dio un golpecito en el brazo con el abanico plegado y se rio.

– ?De su prometida, tonto!

?Prometida? Colin parpadeo. Se le habia olvidado por completo.

– Esta noche hay aqui al menos dos docenas de senoritas apetecibles, incluyendo a mi propia sobrina, lady Gwendolyn -dijo ella, pestaneando-. Se la presente anoche en la fiesta de lady Malloran.

En su mente se materializo la imagen de una joven preciosa que, durante su breve conversacion, no hizo mas que quejarse de todo, desde el tiempo (demasiado caluroso) hasta los sirvientes de su familia (demasiado entrometidos), pasando por los entremeses que acababa de tomar (demasiado salados). Toda esa belleza, desperdiciada en una persona tan desagradable y petulante.

– Ah, si, lady Gwendolyn.

Colin no pudo contener del todo un escalofrio de aversion.

Lady Newtrebble no se dio cuenta.

– La temporada acaba de empezar y ya la han declarado incomparable -dijo, mientras le tomaba del brazo con gesto de propietaria-. Venga conmigo -anadio, tirando de el-. Tenemos mucho que hacer.

Colin se libero con el pretexto de dejar su copa vacia en la bandeja de un lacayo que pasaba por alli. Luego dio un paso hacia atras y enarco las cejas.

– ?Hacer?

– Si. Tengo que presentarle a la echadora de cartas, madame Larchmont. Todo el mundo esta impaciente por saber si predecira quien es su futura esposa.

Los ojos de la dama brillaron con inconfundible avidez. Colin casi pudo oir sus pensamientos: Sera todo un golpe de efecto que le eche las cartas precisamente en mi fiesta.

– Despues de eso -continuo lady Newtrebble-, mi sobrina le acompanara en una amplia visita por la galeria.

– Muy amable -murmuro Colin, con su mejor sonrisa-, pero nunca se me ocurriria monopolizar su tiempo. Si intentase acaparar a semejante belleza, estoy seguro de que la mitad de los hombres de esta sala me desafiarian a un duelo con pistolas al amanecer.

– Pero…

– En cuanto a esa tirada de tarot… me parece una oferta fascinante. Me gustaria mucho hablar con esa madame Larchmont, y no deseo alejarla a usted de sus otros invitados. Si me disculpa…

Colin se inclino ante ella y, sin esperar su respuesta, se adentro en el mar de invitados. De forma deliberada, tardo mas de una hora en atravesar la habitacion, deteniendose para charlar con amistades y conocidos, muchos de los cuales aprovecharon la ocasion para presentarle a una hija, hermana o sobrina deseosa de casarse, e incluso a una tia en uno de los casos. Durante todas las conversaciones y presentaciones, Colin se mantuvo en apariencia atento y cortes, charlando con soltura e intercalando sonrisas o gestos de la cabeza segun requeria la conversacion, pero no dejo de estar pendiente de madame Larchmont. Supo cada vez que sonreia, lo que habia hecho tres veces mientras Colin hablaba con lady Miranda y otras dos mientras conversaba con lady Margaret, ambas muy hermosas y claramente interesadas en el. Supo cada vez que fruncia el ceno, lo que habia hecho dos veces mientras escuchaba a lord Paisler, cuyas hijas, lady Penelope y lady Rachel, se reian como hienas y tambien estaban claramente interesadas en el. Se fijo en cada persona que se sentaba a su mesa, que hablaba con ella. Solo con fines de investigacion, por supuesto.

Para cuando estuvo a solo cuatro metros de su mesa, habia llegado ya a la conclusion de que algo perturbaba a la inescrutable echadora de cartas. Cada vez que creia que no la observaban, su mirada recorria a las personas que se hallaban cerca de ella. Al principio Colin penso que tal vez lo estuviese buscando a el, pero abandono la idea, reprochandose su engreimiento, cuando se dio cuenta de que sus miradas rapidas y furtivas solo abarcaban la zona que rodeaba su mesa, no la sala entera. Ademas, su postura mostraba que permanecia muy alerta. Rigida. Tensa. En varias ocasiones vio que se inclinaba hacia delante de forma imperceptible, como si tratase de oir las conversaciones que sonaban a su alrededor. Si no la hubiese vigilado con tanta atencion, no habria detectado los matices. Pero resultaban innegables, como el hecho de que el nerviosismo de ella fuese muy… interesante.

Estaba escuchando a lady Whitemore y a su atractiva hija, lady Alicia, que estaba en su segunda temporada, las cuales pontificaban sobre las horripilantes muertes con un entusiasmo que a Colin le resultaba muy desagradable, cuando una risa suave y ronca llamo su atencion. Sus sentidos se estremecieron al reconocer el sonido. Aquella risa pertenecia a madame Larchmont. La mirada de Colin se dirigio hacia la mesa.

La joven sonreia con hoyuelos en las mejillas al hombre sentado frente a ella, que se inclino hacia delante como para revelar algo que nadie mas debia oir. La mirada de Colin observo sus anchas espaldas, lo bien que le quedaba la chaqueta azul marino y su pelo bien cortado. Lord Sutton apreto la mandibula. ?Quien demonios era? Alargo un poco el cuello para atisbar su perfil. Fuera quien fuese, Colin no le reconocia.

Devolvio su atencion a madame Larchmont, que bajo los ojos con gesto recatado y volvio a reirse ante el evidente ingenio del hombre. Las tripas se le encogieron de una forma que ni le gustaba ni deseaba examinar muy de cerca. Cuando la joven alzo la mirada, sus ojos brillaron con inconfundible malicia. Dijo algo que hizo reir a su companero, y Colin maldijo su incapacidad para leer los labios. Ella debio de notar el peso de su mirada, porque justo entonces sus ojos cambiaron de posicion y tropezaron con los de el.

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