Sin apartar los ojos de la joven, lord Sutton se dirigio a su mayordomo.

– Ellis, digale al mensajero que lord Wexhall puede esperarme antes de una hora.

– Si, senor.

El mayordomo salio de la habitacion y cerro la puerta sin hacer ruido.

La mirada de lord Sutton la inmovilizo, y Alex se sintio invadida por la familiar y odiosa sensacion de verse como un animal atrapado. Demonios, habia jurado no volver nunca a sentirse asi.

– Esta muy palida -murmuro Colin, acercandose a ella-. ?Quiere sentarse?

La muchacha se paso la lengua por los labios resecos y sacudio la cabeza.

– Tengo que irme.

Y lo haria en cuanto sus rodillas dejasen de temblar.

El asintio, sin dejar de mirarla a los ojos.

– Antes de marcharse, digame, ?hablo usted con lord Malloran anoche?

Dios, estaba temblando.

– Un poco. Cuando llegue -respondio ella, antes de volver a pasarse la lengua por los labios-. ?Como… murieron?

– No lo se pero, dado que hubo dos muertes, supongo que no fue por causas naturales. La nota que he recibido indica que pudo haber un robo, ya que el estudio estaba revuelto.

Alex agarro su bolso y se obligo a moverse.

– Una tragedia -murmuro, caminando deprisa hacia la puerta-. Si me disculpa, senor, me temo que debo marcharme.

– Por supuesto -dijo el, adaptandose a su paso-. Hare que traigan mi carruaje para acompanarla a casa.

Alex abrio la boca para protestar, pero Colin volvio a hablar antes de que ella pudiese decir una palabra.

– Insisto.

Como no deseaba prolongar su salida discutiendo, la muchacha asintio.

– Muy bien, gracias.

Cinco minutos despues se encontraba aposentada en el mullido y lujoso carruaje. Sentada contra los suaves cojines de terciopelo gris, Alex oculto la cara entre las manos.

Dios. ?Que habia hecho?

?Y que iba a hacer a continuacion?

Al llegar aquella noche a la fiesta de los Newtrebble, Colin acepto un conac de un lacayo que pasaba y luego se puso a pasear en torno al perimetro del salon lleno de gente. En lugar de un ambiente apagado dadas las muertes prematuras de lord Malloran y William Walters, una sensacion de entusiasmo parecia flotar en el aire. La fiesta estaba en su mejor momento, con lacayos llevando bandejas de plata cargadas de bebidas y entremeses. Mientras caminaba, Colin escuchaba los fragmentos de conversacion que sonaban a su alrededor. Las muertes eran el principal tema de conversacion, con especulaciones acerca de como y por que habian muerto, y quien -o que- los habia matado. ?Un ladron? Segun decian, habian registrado el estudio de su senoria. ?O tal vez unos canapes en mal estado? El ultimo rumor era que los sirvientes de los Malloran afirmaban que se habia hallado sobre el escritorio de su senoria una fuente casi vacia de tartaletas de marisco.

– ?Madre mia, yo tome anoche una tartaleta de gambas! -exclamo una mujer que se hallaba en el centro de un grupito de damas-. Olia un poco pasada, ya me entienden, y luego tuve muchas nauseas. ?Vaya, tengo suerte de no haber sufrido el mismo destino horrible que Malloran y ese pobre joven! Aunque no entiendo como podia estar comiendo tartaletas de gambas un lacayo…

La mujer sacudio la cabeza.

– ?Criados! -dijo otra dama con gesto de desprecio, mientras el resto del grupo asentia para indicar que conocia las manias de la clase inferior-. Una se pregunta si le sirvio deliberadamente a Malloran comida en mal estado para robarle, pero le salio mal cuando cayo victima de su propia traicion.

Colin siguio caminando y se deslizo en un hueco en sombras, situado detras de una gran palmera. Su posicion ventajosa le ofrecia una buena vision de la sala. Refugiado entre las sombras, movio su copa de conac y miro con el ceno fruncido las profundidades de color ambar, que giraban con suavidad.

Su conversacion previa con lord Wexhall, quien, pese a haberse retirado hacia poco de su servicio a la Corona, habia acudido a la casa de los Malloran a peticion del magistrado junto con este y el medico, resono en la mente de Colin. «Parece ser un robo -habia dicho lord Wexhall-, porque ambos hombres tenian heridas en la cabeza, el atizador de la chimenea estaba fuera de su soporte y la habitacion en desorden. Pero mi instinto… me dice que Malloran y Walters no murieron de golpes en la cabeza. Ambos olian ligeramente a almendras amargas, como los posos de la licorera. Y ya sabe usted que significa eso.»

Colin dio un buen trago del conac. Si, sabia que significaba eso. Acido prusico. Malloran y Walters habian sido envenenados. Con una sustancia utilizada con frecuencia para matar roedores.

Por los cazadores de ratas.

Sus dedos se crisparon contra la copa de cristal tallado y escudrino la multitud, hasta que su mirada se quedo clavada en el otro extremo de la habitacion. Su estomago ejecuto una maniobra rara mientras se quedaba sin aliento. Madame Larchmont, ataviada con el vestido de color esmeralda que habia visto en su armario esa tarde, se hallaba sentada con las cartas extendidas ante si, hablando con la matrona sentada frente a ella.

Alexandra… El nombre de ella atraveso su mente en un susurro, mientras su mirada demasiado avida vagaba sobre la muchacha. La joven llevaba el cabello recogido en un atractivo nudo de estilo griego, entrelazado con cintas doradas y verdes, y brillaba bajo la suave luz proyectada por las aranas llenas de velas. Alex sonrio, atrayendo la atencion de Colin por un momento hacia su boca sensual.

Todo en ella parecia inocente y franco. Solo el entretenimiento de la noche que ofrecia con alegria el espectaculo por el que le pagaban. Era evidente que habia recuperado la compostura perdida unas horas atras… ?o no? Solo por un instante, su mirada se dirigio hacia un lado, como si observase a la multitud cercana, y fruncio el ceno de forma casi imperceptible. La verdad, el cambio en su expresion fue tan fugaz que Colin se pregunto si seria producto de su imaginacion. Pero su instinto le decia que no y que su apariencia inocente y franca era solo eso, una apariencia.

Porque no habia nada inocente y franco en encontrar muertos a dos hombres en la habitacion por cuya ventana la habia visto salir solo unas horas atras, hombres que con toda probabilidad habian sido asesinados con una sustancia a la que la joven tenia facil acceso porque, segun ella misma admitia, su marido era cazador de ratas. Aunque Colin albergaba serias dudas en cuanto a la veracidad de esa afirmacion.

Tampoco habia nada inocente ni franco en su propio olvido de compartir esa informacion con Wexhall y el magistrado.

Colin apoyo la cabeza contra la pared, dio un buen trago de conac y cerro los ojos, saboreando el ardor que bajaba por su pecho y confiando en que chamuscase el sentimiento de culpa que le corroia. Demonios, ?que le pasaba? Nunca habia eludido su deber ni sus responsabilidades. Ni hacia su familia y su titulo, ni una sola vez durante sus anos de servicio a la Corona bajo las ordenes de Wexhall. Durante ese servicio cometio varios actos, uno en particular, que derivaron mas tarde en un profundo examen de conciencia, pero su deber estaba claro e hizo lo que tenia que hacer. Deberia haberles dicho a Wexhall, por quien sentia el mayor de los respetos, y al magistrado lo que sabia de la escapada nocturna de madame Larchmont por la ventana. Sin embargo, habia permanecido en silencio. Y, diablos, no entendia por que.

Abrio los ojos y, como le ocurria siempre que su mirada la encontraba desde aquella primera vez, cuatro anos atras en Vauxhall, se quedo sin aliento. Eso lo confundia, lo perturbaba y lo irritaba mucho. Demonios, ademas de haber sido una ladrona, todo lo que sabia de ella indicaba que seguia siendo una intrigante. O peor. Desde luego, una mentirosa. No habia sido sincera sobre el lugar en que vivia, y monsieur Larchmont, si es que existia fuera de su imaginacion, cosa que Colin dudaba mucho despues de registrar su piso, no residia con ella como la joven afirmaba. No, en lugar de eso, al parecer vivia con alguien llamado «senorita Emmie» y tenia una trampilla que conducia a su piso con la que estaba familiarizado un pilluelo. Reservada, misteriosa… desde luego, era ambas cosas. Sin embargo, ninguno de esos rasgos era ilegal. Pero el asesinato si lo era.

De todas formas, pese a sus sospechas acerca de los motivos y la sinceridad de la joven, no podia atribuirle el papel de asesina, de alguien capaz de envenenar a dos hombres. Se habia mostrado muy afectada cuando el anuncio el contenido de la nota de Wexhall. ?Era conmocion, sentimiento de culpa o bien unas habilidades interpretativas muy perfeccionadas? ?Habia anadido algo a la licorera, tal vez por orden o a peticion de otra

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