Mas. He de tener mas, se dijo,

Tomo la cara de Alex entre las manos y beso cada rincon de su boca. A continuacion, paso la lengua por el grueso labio inferior de la muchacha. Los labios femeninos se separaron con un suave sonido jadeante, y Colin lo aprovecho al instante, colocando la boca sobre la de ella. Y se perdio de inmediato.

?Alguna mujer tenia un sabor tan voluptuoso, tan calido y delicioso? No… Solo aquella. Aquella mujer cuyo recuerdo le habia perseguido durante cuatro anos. Aquella mujer a la que nunca espero volver a ver y tocar fuera de sus suenos. El corazon de Colin siempre supo que aquella mujer tendria aquel sabor. Un sabor perfecto.

Con un gemido, deslizo una mano entre sus suaves cabellos y la otra en torno a su cintura, apretandola contra si mientras su lengua exploraba la aterciopelada dulzura de su boca. Un deseo apremiante lo inundo, abrumandolo con una necesidad que se multiplico cuando la joven froto su lengua contra la de el, primero con gesto vacilante y luego con una receptividad que elimino otra capa del control de Colin, que se desvanecia a toda velocidad.

Demonios, queria devorarla. Lo invadio una desesperacion abrasadora, distinta de todo lo que habia experimentado en su vida, forzandolo a reprimir el impulso irrefrenable de levantarle las faldas sin mas ceremonias y enterrarse dentro de ella; una reaccion humillante y confusa, porque siempre habia dominado sus acciones y reacciones. Ademas, se consideraba un hombre de cierta finura. Sin embargo, con un solo beso la joven lo habia despojado de su control, dejandolo casi tembloroso, ardiendo con un deseo y una lujuria desconocidos para el que no estaba seguro de poder contener durante mucho tiempo.

No obstante, no podia detenerse… aun. No mientras sus dedos siguiesen explorando la seda de su cabello. No mientras la piel de la joven emanase aquel cautivador aroma de naranjas. No mientras su boca tentadora encajase con tanta perfeccion contra la suya.

Mas cerca… Diablos, la necesitaba mas cerca. En aquel momento. Sin interrumpir el beso, la tomo en brazos y la deposito sobre sus rodillas. Un profundo gemido vibro en la garganta de Colin cuando las curvas de la muchacha se aposentaron contra el, con la cadera presionando contra su ereccion. Abrio las piernas con la esperanza de aliviar el palpitante dolor, pero el movimiento solo sirvio para inflamarle mas.

Desaparecio todo concepto del tiempo y del espacio, dejando a su paso solo ardiente deseo y desesperada necesidad. Sin pensar, le arranco las horquillas del cabello y las dejo caer con descuido en el suelo del carruaje. Paso los dedos a traves de las largas madejas de seda, liberando el leve aroma de naranjas cuando los mechones cayeron sobre la espalda y los hombros de la muchacha para envolverles en una nube sedosa de fragantes rizos.

Alex gimio y cambio de posicion. Su cadera se deslizo contra la tensa ereccion de Colin, y otro gemido se alzo en la garganta de este. Diablos. Le parecia estar desmontandose, a un ritmo frenetico que cobraba impulso con cada segundo que pasaba.

Una vocecita razonable se abrio paso a traves de la niebla de deseo que lo devoraba, advirtiendole que se lo tomase con calma, que pusiera fin a aquella locura, pero el aparto la advertencia de su mente y bajo una mano por la espalda de Alex hasta llegar a sus nalgas, apretandola con mayor firmeza contra el, mientras con la otra mano exploraba la piel satinada de su cuello. Sus dedos rozaron el delicado declive y luego descendieron para explorar la redondez de sus senos en el punto en que se encontraban con la tela del vestido. Suave… Ella era increiblemente suave. Y, demonios, el estaba tan increiblemente duro, y la deseaba tanto…

El carruaje se detuvo con una sacudida, arrancandolo de la nube sensual que llenaba su mente. Colin levanto despacio la cabeza, la miro y contuvo un gemido. La muchacha tenia los ojos cerrados, y de sus labios separados, humedos e hinchados por el beso, salia el aire entre jadeos. Con el cabello en desorden por culpa de sus manos impacientes, parecia descontrolada, excitada y mas deseable que cualquier mujer que hubiese visto jamas. La mirada de Colin descendio un poco mas y se quedo clavada en la vision de su propia mano apoyada en el pecho de ella. Abrio los dedos despacio, cautivado por lo oscura y aspera que resultaba su piel contra la palida delicadeza de la de Alex. El corazon de la joven latia fuerte y frenetico contra su palma, a un ritmo que coincidia con el suyo.

La mirada de Colin erro de nuevo hasta su rostro, recorriendo todos aquellos rasgos imperfectos que resultaban tan… perfectos. Incapaz de refrenarse, dejo que sus dedos temblorosos siguieran el mismo camino que su mirada, rozando el menton, las suaves mejillas y la breve pendiente de la nariz, para acabar dibujando la atractiva forma de la boca. Los parpados de Alex se abrieron, y Colin se encontro mirandola a los ojos aturdidos.

El deseo lo arponeo con fuerza, junto a otro sentimiento que parecia posesividad. Algo que susurraba en su mente «esta mujer me pertenece». Alex levanto la mano que tenia apoyada en el pecho de el y despacio, con gesto vacilante, le paso las puntas de los dedos por la frente, apartandole un mechon de pelo. Ante aquel sencillo ademan, combinado con la mirada de asombro que brillaba en sus ojos, el corazon de Colin dio un vuelco.

Tomo su mano y le dio un breve beso en la palma enguantada.

– Hemos llegado.

Alex parpadeo varias veces y luego, como si le hubiesen arrojado un jarro de agua fria, se enderezo de golpe mientras el panico llenaba sus ojos.

– ?Madre mia! Yo… Oh, ?que he hecho?

La joven se aparto de el y se llevo las manos a los cabellos, que le caian sobre los hombros. Empezo a buscar sus horquillas con gesto frenetico, y Colin la agarro de las manos.

– Calmate -dijo con suavidad-. Te ayudare a recoger las horquillas.

Pero, antes de que pudiese hacerlo, ella aparto las manos como si quemasen y agarro su bolso.

– Tengo que irme -dijo, alargando el brazo para abrir la puerta.

– Espera -dijo Colin, sujetandole la mano.

Alex se volvio hacia el con los ojos llenos de angustia y una inconfundible expresion de enojo. Colin no supo si aquel enojo se dirigia hacia si misma, hacia el o hacia ambos.

– ?Que espere? ?A que debo esperar, senor? ?A poder avergonzarme todavia mas?

– No has hecho nada de lo que avergonzarte.

Un sonido de amargura cruzo sus labios.

– ?No lo he hecho? ?No lo hemos hecho ambos?

– No veo por que.

Alex levanto la barbilla.

– ?Tiene usted la costumbre de besar apasionadamente a mujeres casadas?

– No. Nunca he besado a una mujer casada.

Su mirada exploro la de ella, deseando con todas sus fuerzas que le dijese que seguia sin haberlo hecho.

– ?Tienes tu la costumbre de besar apasionadamente a otros hombres? -anadio, en vista de que la muchacha permanecia en silencio.

Alex lo miro desolada, y luego su mirada se endurecio.

– No. Yo… nunca lo he hecho. No se que me ha pasado. Solo se que no volvera a suceder, no puede volver a suceder. Le pido mis mas sinceras disculpas. Pienso olvidar que ha ocurrido y le sugiero que haga lo mismo.

Sin mas, la muchacha abrio de un tiron la puerta del carruaje y salio como alma que lleva el diablo. Como la noche anterior, Colin espero a que volviese la esquina y luego abandono el carruaje. Dio instrucciones a su cochero para que volviese a casa y la siguio por las calles oscuras. Su rostro reflejaba el dolor que sentia en el muslo al seguir el ritmo rapido de ella. Tras asegurarse de que llegaba a su edificio, permanecio entre las sombras, observando la ventana de la tercera habitacion del segundo piso. Al cabo de menos de un minuto vio el resplandor de una vela y supo que estaba sana y salva.

Se quedo alli varios minutos mas y, cuando se disponia a marcharse, intuyo que lo observaban. Colin saco el cuchillo de la bota. Palpando la hoja, recorrio la zona con la mirada, pero no vio nada fuera de lo comun. La sensacion se desvanecio y su instinto le dijo que quien le contemplaba en silencio, fuera quien fuese, se habia ido. Sin dejar de palpar la hoja, con los sentidos afilados, se dirigio deprisa a su casa.

Llego a su mansion sin novedad, y tan pronto como cerro a sus espaldas se apoyo contra la puerta de roble y se froto el muslo dolorido mientras las palabras de la muchacha resonaban en sus oidos: «Pienso olvidar que ha ocurrido y le sugiero que haga lo mismo… no volvera a suceder, no puede volver a suceder».

El no era un echador de cartas, pero sabia que la joven se equivocaba. Ella no olvidaria aquel beso, ni el

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