Colin siempre se considero un hombre inteligente. Un hombre de honor, integro y leal. Pero aquella noche horrible cuatro anos atras, la noche en que le dispararon, fueron puestas a prueba esas cualidades de las que tanto se enorgullecia, y fracaso en todas ellas. Nueve meses atras, Nathan regreso a Cornualles por primera vez desde aquella noche, dandole a Colin la oportunidad de reparar su quebrada relacion. Aunque Colin subsano su error y ambos resolvieron sus desavenencias, una parte de el seguia sintiendo que no habia hecho lo suficiente, que no merecia el perdon de su hermano. Una cosa era segura: no tenia intencion de repetir jamas aquel error.

Ambos se movieron a la vez para abrazarse y darse unas palmadas en la espalda. Colin parpadeo varias veces para limpiar sus ojos de la inexplicable humedad que se reunia alli. Por el amor de Dios, tenia que informar a Ellis de que su dormitorio necesitaba ventilarse. Demonios, apenas podia tragar con todo aquel polvo en la garganta.

Cuando se separaron, Colin observo a su hermano -que parecia igual de afectado por el polvo- durante varios segundos. Luego se aclaro la garganta y, en un intento de aligerar el aire henchido de emocion, sonrio.

– Cualquiera diria que me has echado de menos.

En un abrir y cerrar de ojos regreso la vieja camaraderia entre ellos, como si solo hubiesen transcurrido siete minutos y no siete meses desde la ultima vez que se vieron.

Nathan se encogio de hombros.

– Puede que un poco.

– Se te ve feliz -dijo Colin.

– Lo soy, y toda la culpa es de Victoria.

– Es evidente que te sienta bien la vida de casado.

Los ojos de Nathan mostraron una expresion que Colin solo pudo calificar de embobada. Sintio una mezcla de felicidad y envidia hacia su hermano que le produjo un nudo en el estomago.

– Muy bien -convino Nathan, mientras dedicaba a Colin una mirada de evaluacion que hizo que este se sintiese como uno de los pacientes de su hermano-. En cambio, tu pareces… cansado.

– Vaya, gracias -dijo en tono seco-. Tal vez porque dormia a pierna suelta hace solo medio minuto.

Un aroma familiar llamo su atencion, y Colin husmeo el aire mientras su estomago rugia en respuesta. Miro la mesa ovalada de cerezo situada junto a la ventana, donde habia estado Nathan, y observo la taza y el plato de porcelana.

– Te he traido una taza de chocolate y un plato de galletas -dijo Nathan, siguiendo su mirada.

Colin se acerco a la mesa y miro el interior de la taza, que solo contenia los posos de una bebida oscura, y luego la media docena de migas que salpicaban el plato azul marino de porcelana de Sevres. Diablos. Algunas cosas nunca cambiaban entre hermanos.

– Eso veo. Te daria las gracias si hubieras conseguido guardarme un poco.

– Habrias podido tenerlo todo de haber estado despierto -dijo Nathan con una sonrisa nada arrepentida, antes de coger entre los dedos una de las pequenas migas y metersela en la boca-. No olvides ese famoso refran que nos enseno la cocinera cuando eramos ninos: Oveja que duerme bocado que pierde.

– Eso parece -murmuro Colin en tono sombrio-. Eso me hace esperar con ilusion la proxima vez que eches una siesta. Te sugiero que duermas con un ojo abierto.

Nathan murmuro algo que no sono muy halagador.

– Como no dabas senales de despertarte, y el chocolate se estaba enfriando, me he sentido en la obligacion de asegurarme que el duro trabajo de la cocinera no cayese en saco roto -dijo-. Ya sabes lo responsable que soy.

– Si, para ti todo son obligaciones.

– Y, por supuesto, no se puede disfrutar como es debido del chocolate sin mojar galletas, que, por cierto, acababan de salir del horno. -Nathan se paso la mano por el estomago-. Estaban deliciosas de verdad. Queria guardarte la ultima, pero te alegrara saber que se la he dado a C. B.

– ?Y por que deberia alegrarme saber eso?

– Porque las galletas son lo unico que le ha impedido mordisquear tu otra bota.

– Excelente, porque una sola bota sin mordisquear me resulta muy util. ?Como es que no se te ocurrio darle la galleta antes de que se comiese la primera bota?

– Estaba ocupado.

– ?Ah, si? ?Que hacias, aparte de beberte mi chocolate y comerte mis galletas?

– Escucharte -dijo Nathan sonriendo-. ?Quien es Alexandra?

Colin se tenso por dentro, pero despues de unos anos de practica no le resultaba dificil mantener una expresion impasible.

– No tengo ni idea.

Y era cierto. En realidad no sabia quien era. Todavia.

Nathan enarco una ceja.

– Seguro que si, porque te ha inspirado un gemido muy lujurioso. Alexaaandraaa -susurro con voz de falsete, parpadeando y llevandose las manos al pecho en un gesto dramatico.

Dios, ?de verdad creyo haber echado de menos a aquel hermano menor tan irritante?

– Estoy seguro de que solo estaba roncando -dijo en tono glacial-, o tal vez el ruido procediese de tu perro, que estaba destrozando mi bota.

C. B. resoplo desde la cama, sobre cuya colcha se hallaba reclinado en toda su enorme gloria canina. Relamiendose, miro a Colin a los ojos, y este hubo de reprimir una sonrisa. Luego suspiro. Aquel perro era un peligro para los zapatos, Pero no se podia negar que era un encanto. Aunque nunca lo reconoceria ante Nathan. Ni hablar. Si lo hiciese, le encajaria una docena de cachorros mordedores de botas.

– No, eras tu -insistio Nathan-. Puede que no roncases, pero desde luego estabas muerto para el mundo. ?Te acostaste tarde?

– Lo cierto es que si.

– ?Por Alexandra?

Una imagen de ella excitada y recien besada atraveso su mente, dejando un rastro de calor a su paso.

– No se de que hablas -dijo mientras se acercaba a grandes zancadas a su lavabo para eliminar el saludo de C. B. y escapar a las dotes de observacion de Nathan-. ?Donde esta Victoria? -pregunto, cogiendo la toalla del toallero de laton y mirando la puerta con intencion-. Seguro que tu esposa echa de menos tu compania, y tambien la de tu perro.

– En absoluto -dijo Nathan en tono despreocupado, ignorando la indirecta-. Victoria ha ido de compras a Bond Street con su padre a remolque, mientras sacan brillo a su casa en preparacion de la fiesta que va a organizar. Tal como mencionaba en mi nota, Victoria tiene previsto ayudarle, hacer de anfitriona. A estas horas deben de haber visitado todas y cada una de las sombrererias y joyerias de Bond Street -anadio, estremeciendose con una mueca-. Mejor el que yo. Incluso ver como roncas es preferible a ir de tiendas. Y ahora que por fin estas despierto, ardo en deseos de averiguar que ha precipitado ese repentino deseo de tener esposa, una busqueda, por cierto, en la que Victoria esta decidida a ayudar.

Colin se encogio de hombros.

– Yo no lo llamaria repentino. Llevo toda la vida sabiendo que es mi obligacion casarme y engendrar a un heredero. Pensaba que tu te alegrarias mas que nadie de que por fin me ponga manos a la obra.

– Y asi es. Ya es hora de que decidas sentar la cabeza y engendrar a esos herederos que garanticen que el punetero titulo no recaiga sobre mi en caso de que estires la pata antes de tiempo.

Si, y por desgracia eso me dice el instinto que pasara, penso Colin. Nathan bromeaba, por supuesto, pero sin querer habia puesto el dedo en la llaga, algo para lo que poseia mucha habilidad. Colin considero por un instante la posibilidad de sincerarse con Nathan, pero descarto la idea porque no le parecio un buen momento. Aunque tenia toda la intencion de comentar sus preocupaciones con Nathan -que comprenderia mejor que nadie la necesidad de escuchar a la intuicion-, aquel no era el momento ni el lugar, sobre todo porque habia dormido demasiado y ahora tenia prisa.

– Supongo que siento curiosidad por saber que te ha empujado por fin a mover el trasero -dijo Nathan-. ?Por que ahora?

– ?Y por que no?

– Respondes una pregunta con otra pregunta.

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