– Parece que no he perdido mis facultades para las operaciones clandestinas. A ti, en cambio, se te ve un poco falto de practica.

Colin no se molesto en responder. No sabia con certeza si estaba mas enfadado consigo mismo por no detectar la presencia de Nathan, o con este por su intromision.

– Ya hablaremos de eso luego. Vete a casa.

– Si, por supuesto que hablaremos luego. En cuanto a irme a casa, si crees que voy a marcharme, te equivocas, asi que cuentame el plan. ?Quien era esa mujer y por que la sigues?

Demonios, ?por que no pudo ser hijo unico? Colin comprendio que no conseguiria librarse de su hermano.

– Luego. Ahora mismo, no tengo tiempo. Quiero averiguar que ha hecho en ese edificio. No espero que vuelva pero, ya que estas aqui, puedes hacer algo. Quedate aqui vigilando y, si ves que se acerca, hazme una senal.

– De acuerdo.

Colin se acerco al edificio y observo el exterior cochambroso, la fachada con unos cuantos ladrillos de menos. Las tres tiendas abandonadas parecian desiertas, pero sospecho que la vida rebosaba tras los asperos tablones que obstruian las entradas.

Abrio la deteriorada puerta de madera de El Barril Roto y penetro en el interior de la taberna, poco iluminado. Lo asalto el olor agrio de cerveza rancia y cuerpos sucios. Se detuvo nada mas cruzar el umbral y miro a su alrededor los bancos combados y las mesas desgastadas. Desde el otro extremo del local, dos hombres encorvados sobre unas jarras lo miraron con los ojos entornados, sin duda evaluando las posibilidades de quitarle la cartera. Con la mirada clavada en aquellos dos, Colin se agacho despacio y saco de la bota parte del cuchillo que llevaba escondido, de forma que la brillante hoja de plata fuese bien visible. Los hombres intercambiaron una mirada, se encogieron de hombros y volvieron a sus bebidas.

Satisfecho, se acerco a la barra, tras la cual se hallaba un gigante calvo que limpiaba la apagada superficie de madera con un trapo de aspecto sucio. El hombre le dedico una mirada suspicaz.

– ?Cerveza? -pregunto el gigante.

– Informacion.

– No se nada.

Colin se metio la mano en el bolsillo y deposito un soberano de oro sobre la barra.

– Puede que sepa algo -murmuro el tabernero, encogiendo sus robustos hombros.

Colin apoyo un codo en el borde de la barra y se acerco mas, en apariencia para hablar de forma confidencial, aunque mientras tanto su mirada recorria la zona situada detras de la barra. Habia una mochila en un rincon.

– La mujer que acaba de estar aqui… ?que le ha dado?

El hombre entorno los parpados. Apoyo los enormes punos sobre la barra y se inclino hacia delante hasta que su nariz, que se habia roto al menos una vez, estuvo a punto de tocar la de Colin.

– No se nada.

Luego se echo hacia atras y dedico a Colin una mirada glacial destinada a fulminarlo.

Sin dejar de mirar los ojos color fango del hombre, Colin indico con la cabeza el rincon detras de la barra.

– Esa mochila me dice otra cosa.

– ?Quien demonios eres, y por que quieres saberlo?

– Soy un… amigo que se preocupa por ella.

– ?Si? Pues a mi me preocupa que un pijo como tu pregunte por ella y se meta donde no lo llaman.

Colin dejo otra moneda de oro sobre la barra.

– ?Por que ha venido? ?Que hay en esa mochila?

El hombre cogio las dos monedas, alargo el brazo y volvio a deslizarlas en el bolsillo de Colin.

– Tu dinero no sirve aqui, pero deja que te de un consejo gratis. Alejate de ella. Si me entero de que la has molestado, tendras que vertelas con Jack Wallace -dijo, antes de golpearse la palma de la mano con el puno-. Y no te resultara una experiencia agradable.

Colin levanto una ceja.

– ?Es que es suya?

El gigante entorno los parpados.

– Solo necesitas saber que no es tuya. Ahora largate -dijo, indicando la puerta con la cabeza-. Antes de que olvide mis modales elegantes y te eche de una patada en ese elegante trasero tuyo.

– Muy bien -respondio Colin, caminando hacia la puerta y abriendola. Sin embargo, antes de cruzar el umbral se volvio y miro al gigante a los ojos-. Como mi dinero no servia aqui, he llegado a la conclusion de que tampoco lo haria mi reloj, asi que he vuelto a quitarselo. Le felicito, senor Wallace. Para tener las manos tan grandes, su tecnica es muy buena.

Wallace lo miro sorprendido y se llevo la mano al bolsillo del delantal. Sin mas, Colin salio de la taberna y echo a andar hacia Mayfair. Solo habia dado media docena de pasos cuando Nathan se situo junto a el.

– ?Has averiguado lo que deseabas saber? -pregunto su hermano.

– No.

– Me he sentido aliviado al ver que el tabernero no decidia hacer contigo unos entremeses. Incluso entre los dos, no estoy seguro de que hubieramos podido con el.

– Se suponia que ibas a esperar al otro lado de la calle.

– No, se suponia que iba a vigilar. ?Es culpa mia que mientras cumplia con mi deber haya visto a ese tabernero gigantesco?

Colin iba a responder a Nathan, pero este proseguia con su perorata.

– Y, hablando de lo que se suponia que ibas a hacer tu, dijiste que me contarias que demonios esta pasando.

– Y lo hare. Manana.

Colin hizo una mueca de dolor y se froto el muslo con la mano sin dejar de caminar. Se volvio a mirar a Nathan y observo que su hermano lo contemplaba con la mandibula tensa. Dejo de frotarse la pierna de inmediato, maldiciendo su descuido.

– No pasa nada. Tengo agujetas.

Nathan lo miro, y Colin leyo el sentimiento de culpa y el remordimiento en los ojos de su hermano.

– Estoy bien, Nathan. Y si vuelves a disculparte por algo que no fue culpa tuya, te juro que te tiro al Tamesis.

– Fue solo culpa mia que recibieses un disparo asi que me disculpare tantas veces como me de la gana.

– Fue solo culpa mia, asi que me niego a escuchar mas disculpas innecesarias.

– Supongo que simplemente tendremos que ponernos de acuerdo para estar en desacuerdo. Y, en cuanto a eso de tirarme al Tamesis, te costaria muchisimo, teniendo en cuenta que corro mas que tu.

Una carcajada de alivio surgio en la garganta de Colin, que tosio para disimularla, agradecido de que hubiese pasado el momento incomodo.

– Puede que tu corras mas, pero yo soy mas listo.

– Eso es discutible pero, aunque fueses un punetero genio, yo desde luego no soy tan bobo para acabar en el Tamesis.

– Se te pondra cara de tonto cuando repitas esas palabras mientras chorreas agua del rio. Pero no tengo tiempo de seguir discutiendo el asunto, porque debo acudir a una cita a la que ya llego tarde. Albergo la esperanza de que esa cita me ayude a tener mas cosas que contarte manana.

– Entiendo. Bueno, entonces creo que me separare de ti en la esquina, porque tengo asuntos propios que tratar. ?Nos vemos para cenar? ?A las ocho?

– Si.

Cuando llegaron a la esquina, Colin siguio en linea recta, hacia casa, mientras Nathan giraba a mano derecha. Fuera de la vista de su hermano, Colin se froto la pierna, maldiciendo el dolor que le impedia moverse tan deprisa como habria deseado.

Madame Larchmont lo esperaba, y eso estaba bien, porque las preguntas no dejaban de acumularse. ?Que le habia dado a Wallace? ?Por que el hombre no habia aceptado el soborno? ?Que tenia ella para inspirar semejante lealtad? Conseguiria sus respuestas. Y cuando las tuviese, pensaba averiguar si el beso que compartieron era

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