– Le prometo que no intentare sonsacarle secretos de seguridad nacional, senora Brown. Solo he sugerido un paseo por el Parque, no alta traicion.

Allie le sonrio.

– Claro. Lo siento. Solo es que, por un momento, me ha recordado mucho a… mi marido.

Ya le habia dicho lo mismo en otra ocasion. Robert se compadecio de ella, pero tambien se sintio orgulloso por el cumplido. Ser comparado con el hombre al que ella adoraba era un honor, y le hacia sentir ternura y algo mas que no podia nombrar.

– Gracias. Y ahora, salgamos de aqui.

Geoffrey Hadmore estaba sentado en un sillon orejero de felpa del White's con su tercer conac en la mano. Su reflejo en el espejo del otro lado de la sala de suntuosos paneles de madera mostraba una calma exterior que estaba muy lejos de sentir. Un dolor le martilleaba tras los ojos y la furia hervia bajo su piel, retorciendole las entranas.

«?Donde diablos estas, Redfern?»

Hizo rodar la copa de cristal entre las palmas de las manos y el ambarino licor ondeo ligeramente. En su mente se fue formando un plan y lentamente movio la cabeza asintiendo. Si, si no recibia noticias de ese canalla antes de que acabara el dia, tendria que ocuparse en persona de asunto.

Lester Redfern observo a la senora Brown y a un caballero acomodarse en el interior de un elegante carruaje negro lacado, tirado por un brioso par de caballos grises. Entraron en el parque y luego desaparecieron de su vista. ?Ya era hora que saliera de la casa!

Se palpo la chaqueta. La pistola y el cuchillo estaban en su sitio Apreto los labios con decision. Se calo el sombrero y se dirigio hacia la mansion.

7

Allie se hallaba sentada sobre un curvado banco de piedra en Hyd Park, bajo la sombra de un enorme sauce. Respiro hondo, pero no con siguio calmarse.

No deberia haber ido al parque.

Oh, cierto, el tiempo era magnifico. Una calida brisa estival le arremolino el cabello, y retazos del sol de la tarde se filtraban entre la hojas, formando estrechas sombras sobre el suelo. A lo lejos veia briosos caballos y elegantes carruajes que recorrian lentamente el parque y damas y caballeros distinguidos que paseaban por los caminos empedrados.

A menos de diez metros se hallaba el carruaje que los habia llevad alli. El cochero se estaba ocupando de las yeguas grises y les ofrecia sendas zanahorias que habia sacado del bolsillo. Aunque no podia negar que habia disfrutado del trayecto en coche, el aire fresco y el sol, tampoco podia negar que la presencia de lord Robert la intranquilizaba de una manera cada vez mas alarmante. A pesar de todos sus esfuerzos para evitarlo, el joven le estaba despertando sentimientos que habia creido enterrados hacia mucho. Pasar mas tiempo en su compania, cada vez mas agradable, era una mala idea. Aun asi habia sido incapaz de resistir la invitacion a dar una vuelta por el parque.

Alzando una mano enguantada para protegerse los ojos del sol, contemplo al lacayo junto al carruaje entregar a lord Robert lo que parecia ser una pequena bolsa. Luego lord Robert camino hacia ella, con la bolsa en la mano y una sonrisa en los labios.

Allie intento apartar la mirada, pero fue incapaz. El se movia gracilmente, y sus fuertes piernas, enfundadas en botas, devoraban la distancia que los separaba. Un sonido de pura admiracion femenina se le formo en la garganta. Cielos, era absolutamente atractivo. Sin duda, docenas de corazones femeninos debian de rendirse ante su puerta. Las ropas, hechas a medida, se le ajustaban perfectamente y le acentuaban las musculosas piernas y los anchos hombros… hombros de los que recordaba perfectamente el calor y la fuerza.

Allie apreto las manos sobre el regazo y se obligo a alejar la tentadora imagen. Odiaba sentirse tan consciente de el. ?Que fallo de su caracter o que debilidad de su espiritu la dominaba y no le permitia borrar a ese hombre de su mente? Solo con pensar en el sentia cosquilleos recorriendole la piel. Y tenia una manera de mirarla que la hacia sonrojarse y sentirse confusa. Y anhelante. La forma en que el reia un instante y al siguiente la miraba con la expresion mas seria, la confundia.

«El problema es que se parece mucho a David.»

Esa idea la dejo perpleja. ?Era realmente ese el problema? ?O quiza seria la aun mas desconcertante posibilidad de que no fuera exactamente como David? Cierto que en muchas cosas, como su facil encanto o los secretos que parecian destellar en sus ojos, si que eran iguales; pero en otros aspectos no se parecia nada a su difunto marido. No mostraba la impaciencia de David. Y aunque lord Robert era solicito con ella, no la hacia sentirse una inutil y fragil pieza de porcelana, como era el caso de David en muchas ocasiones. Y la facilidad con que se reia de si mismo, bueno, eso era algo que David jamas hubiera hecho. Si, si fuera exactamente como David, Allie sabria como protegerse contra el. Pero eran esas diferencias lo que mas notaba.

Repentinamente se dio cuenta de lo que estaba haciendo y se quedo helada. Dios, estaba buscando excusas para… para que le gustara. Estaba racionalizando la atraccion imposible y no deseada que sentia hacia el. Estaba convenciendose de que era aceptable.

Tenia que parar. Inmediatamente. Ya habia dejado que un hombre encantador y atractivo le arrebatara el corazon y eso casi la habia destruido. Nunca volveria a permitirse ser la victima de otro hombre o de parecidos sentimientos.

– ?Esta lista? -La voz de lord Robert la devolvio a la realidad. Se hallaba ante ella, con una amplia sonrisa en el rostro-. Esta es la version favorita de mis sobrinos. Mire.

Dejo la bolsa en el banco junto a ella, luego metio las manos y extrajo dos grandes punados de lo que parecian ser migas de pan. Luego puso los brazos en cruz y abrio las manos con las palmas hacia arriba.

– ?Que esta haciendo? -pregunto Allie, curiosa a pesar de si misma-. Parece un espantapajaros.

– Usted mire y ya vera.

Tres palomas descendieron volando. Una se poso sobre el brazo derecho de lord Robert y las otras dos sobre el izquierdo, y comenzar a picotear las migas de pan que tenia en las manos.

Sin poder evitarlo, Allie se echo a reir.

– Ahora si que parece un espantapajaros… y uno con muy poco exito.

– Estoy a punto de tener aun menos exito -repuso el sonriendo.

Varios pajaros mas se unieron a la diversion, y en menos de un minuto, el elegante lord Robert Jamison tuvo los brazos y los hombros cubiertos de palomas arrullando. Cuando Allie ya pensaba que no podia caber ni un pajaro mas, un palomo especialmente gordo se colo sobre el elegantisimo sombrero de lord Robert.

– ?Oh, Dios! -Una explosion de risa incontrolable surgio de el y se apreto las mejillas con las manos-. Me parece que el del sombrero se esta colocando para quedarse.

– Sin duda. ?Le gustaria probar?

Allie apreto los labios.

– Gracias, pero no soy muy aficionada a las migas de pan, y verdad, no creo que le quede sitio, ni en los brazos ni en el sombrero para mi.

Lord Robert se rio, y varias palomas agitaron las alas.

– Son muy delicadas. Tome un punado de migas y unase a nosotros.

Instantaneamente se le ocurrio que David nunca, nunca, le hubiera propuesto una cosa asi. Y su desaprobacion le hubiera impedido a ella hacerlo.

«David ya no esta. Puedo hacer lo que me venga en gana.»

Con un aire casi desafiante, Allie se puso en pie, metio las manos en la bolsa y saco dos punados de migas. Luego puso los brazos en cruz como habia hecho lord Robert.

– Preparese -dijo el riendo-. Aqui vienen.

Una gorda paloma se poso sobre el brazo derecho de Allie y empezo a picotear cuidadosamente las migas de su mano enguantada. -?Oh!

Sin darle tiempo a recuperarse de la sorpresa, dos mas se colocaron sobre su otro brazo. Un avasallador

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