Ella asintio con la cabeza, consternada.

– Os he visto. Lo he percibido.

– ?Que ha percibido?

– El peligro, excelencia. Me temo que correis un grave peligro.

4

Austin se quedo mirandola. Evidentemente la joven sufria alucinaciones, pero su mirada de horror le helo la sangre en las venas. «Demonios -se dijo-, si no voy con cuidado, acabara por convencerme de que hay duendes acechando detras de todos los arboles.» Trato de retirar la mano delicadamente de entre las suyas, pero ella la apreto con fuerza.

– Pronto -susurro-. Veo arboles, la luna. Vais a caballo, por un bosque. Esta a punto de llover. Ojala supiese mas, pero eso es todo lo que he visto. No puedo deciros que forma adoptara ese peligro, pero os juro que pesa sobre vos una amenaza autentica. E inminente. -Su voz sonaba desesperada, implorante-. No debeis cabalgar en el bosque por la noche, bajo la lluvia.

Enfadado consigo mismo por haberse puesto un poco nervioso, Austin se solto bruscamente.

– Soy perfectamente capaz de cuidar de mi mismo, senorita Matthews. No se preocupe.

La mirada de ella expreso frustracion.

– Pues estoy preocupada, excelencia, y vos deberiais estarlo tambien. Aunque comprendo vuestro escepticismo, os aseguro que lo que digo es cierto. ?Que motivos podria tener para mentiros?

– Ya me he hecho esa misma pregunta, senorita Matthews. Y me interesa mucho conocer la respuesta.

– No hay respuesta. No estoy mintiendo. Cielo santo, ?sois siempre tan testarudo? -Achico los ojos, sin apartados de los suyos-. ?O es que quizas estais sahumado?

?Lo habia llamado testarudo? ?Y que demonios significaba «sahumado»?

– ?Como?

– Si. ?Os habeis excedido en el consumo de bebidas alcoholicas?

La fulmino con la mirada.

– Achispado. Quiere usted decir achispado. Pues no, desde luego que no lo estoy. ?Por Dios, son solo las siete de la manana! -Se inclino hacia ella, y su irritacion alcanzo su punto culminante cuando vio que ella se mantenia firme y le sostenia la mirada-. Tampoco soy testarudo.

Un resoplido impropio de una dama escapo de los labios de Elizabeth.

– Estoy convencida de que os encanta creer que no lo sois. -Reunio sus enseres y se puso en pie-. Debo marcharme. Tia Joanna se estara preguntando que ha sido de mi.

Sin una palabra mas, dio media vuelta y enfilo a paso ligero el sendero que conducia a la casa.

Austin la siguio con la mirada hasta que desaparecio; reprimio su enfado. «Que mujer tan impertinente - penso-. Que Dios ayude al pobre idiota que acabe encadenandose a esa americana maleducada.»

Sin embargo, una vez que su ira remitio, una palabra comenzo a rondarle por la cabeza: peligro.

Lo asalto cierta inquietud, pero el se la sacudio de encima resueltamente. Estaba en su propia finca, a millas de distancia de cualquier lugar poblado. ?Que podria pasarle alli? ?Que una ardilla hambrienta le mordiese la pierna? ?Que una cabra le propinase un topetazo en el trasero? Se rio para sus adentros ni imaginar a unos animalitos peludos persiguiendolo por la finca.

Su diversion se corto subitamente cuando penso en la carta de chantaje. ?Tendria el chantajista la intencion de hacerle dano? Sacudio la cabeza, desechando la idea. El chantajista queria dinero, y no lo conseguiria si hacia dano a su fuente de ingresos.

Por otro lado, ?con que objeto le habria advertido ella del peligro? ?Estaria conchabada con el chantajista? ?Estaba intentando meterle miedo para que pagase al desgraciado del chantajista? ?O acaso era otra de las victimas del chantajista y simplemente queria ayudarlo? ?O es que, sencillamente, estaba chiflada?

No lo sabia, pero no concedio el menor credito a esas tonterias sobre visiones.

No, no estaba en peligro.

En absoluto.

Y tampoco era testarudo.

Dos horas despues, Austin entro en el comedor con la intencion de tomarse una taza de cafe en paz, y tuvo que reprimir un grunido. Dos docenas de pares de ojos lo contemplaban. Maldicion. Se habia olvidado del resto de las visitas de su madre que, en rigor, eran tambien invitados suyos.

– Buenos dias, Austin -lo saludo su madre en un tono que conocia muy bien y que equivalia a: «Gracias a Dios que has aparecido, porque alguien esta aburriendonos a muerte»-. Lord Digby estaba explicandonos con todo detalle las virtudes de los nuevos sistemas de riego. Si no recuerdo mal, ese es uno de tus temas predilectos.

A Austin casi se le escapo una carcajada al ver la mirada de desesperacion que ella le dirigia, una mirada que ni siquiera el hombre mas despiadado podria pasar por alto. Adivino que su madre queria que acaparase la atencion de lord Digby, por lo que se sento a la cabecera de la mesa y dedico al caballero un gesto alentador.

– ?Sistemas de riego? Fascinante.

La conversacion prosiguio, y, despues de que un criado le sirviese cafe, Austin fingio escuchar a lord Digby mientras su mirada vagaba por la mesa.

Caroline le sonrio y, tras echar con disimulo un vistazo a derecha e izquierda, puso los ojos en blanco. El respondio con un guino, complacido de que ella estuviese tan alegre y de que se las hubiese ingeniado para conservar el sentido del humor a lo largo de lo que prometia convertirse en un desayuno mortalmente aburrido.

Paseo la vista por los otros invitados, asintiendo distraidamente con la cabeza en respuesta al discurso de lord Digby. Lady Digby estaba sentada en medio de sus numerosas hijas. Dios santo, ?cuantas eran? Hizo un calculo rapido y conto cinco. Todas ellas lo miraban pestaneando con coqueteria.

Apenas logro reprimir un escalofrio. ?Como habia llamado Miles a esas mocosas? Ah, si: cabezas de chorlito bastante tontas. Tomo nota mentalmente de que debia hacer caso de las recomendaciones de Miles y permanecer lo mas alejado posible de las hermanas Digby. Si les prestaba la menor atencion, sin duda lady Digby correria a llamar a un sacerdote.

La condesa de Penbroke estaba sentada junto a la madre de Austin, y ambas conversaban animadamente sobre algo que el no alcanzo a oir. Lady Penbroke lucia otra muestra de su inacabable reserva de tocados extravagantes. Austin observo fascinado como un criado esquivaba agilmente las largas plumas de avestruz que sobresalian de su turbante de color verde palido y amenazaban con sacarle el ojo a alguien cada vez que ella movia la cabeza.

Austin estuvo a punto de atragantarse con el cafe cuando vio a lady Penbroke echarse al hombro despreocupadamente su boa de plumas, otro de sus accesorios favoritos. En lugar de depositarse sobre sus hombros rechonchos, la prenda cayo de lleno en medio del plato de una de las hermanas Digby. La chiquilla, que contemplaba a Austin con una sonrisa embobada, ensarto sin darse cuenta la boa con el tenedor. Antes de que Austin pudiera avisarla, el mismo criado de pies ligeros que habia evitado las plumas de lady Penbroke solto la boa del tenedor, envolvio con ella a lady Penbroke con un preciso movimiento de la muneca y prosiguio su camino en torno n la mesa sin pestanear. Impresionado, Austin decidio subirle el sueldo.

Se reclino en su silla y continuo con su examen de los comensales. Advirtio que su madre parecia bastante contenta, serena y sorprendentemente fresca, pese a que probablemente se habia ido a dormir al alba. Llevaba la dorada cabellera recogida en un mono que la favorecia mucho, y su vestido azul oscuro hacia juego con sus ojos. Caroline se le parecia tanto que Austin sabia exactamente que aspecto tendria su hermana veinticinco anos despues: seria absolutamente hermosa.

La mirada de Austin continuo recorriendo a los invitados. Arqueo las cejas cuando vio a Miles hacerle una senal con la cabeza por encima de su taza de cafe. ?Acaso el hecho de que su amigo no hubiese partido todavia a Londres significaba que ya tenia algun informe que comunicarle respecto de la senorita Matthews?

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