liberase toda lo lujuria contenida que lo dominaba. El corazon le latia con fuerza contra las costillas, y las manos le temblaban. En lugar de satisfacer su curiosidad, el beso no habia hecho mas que avivar su apetito, un apetito que amenazaba con consumirlo…, despues de quemarlo vivo.

Los suaves senos de ella estaban apretados contra su pecho, lo que le encendia la piel. Sentia un ardor doloroso, y solo el control que habia ejercido sobre si mismo durante toda su vida le infundio la fuerza necesaria para bajar los brazos y apartarse de ella.

Elizabeth lanzo una larga y estremecida espiracion, y el advirtio con gravedad que estaba tan agitada como el.

– Santo cielo -exclamo ella con voz temblorosa-. No tenia idea de que besar de forma indebida fuese tan…

– ?Tan… que?

– Tan… poco seco. -Respiro un poco mas y luego carraspeo-. ?He conseguido convenceros de que soy capaz de leer el pensamiento?

– No.

Las mejillas de Elizabeth se pusieron coloradas y sus ojos centellearon con rabia.

– ?Estais negando que deseabais besarme?

Austin bajo la vista por unos instantes hacia su boca.

– No. Pero cualquier hombre querria besarla.

Y, maldita sea, se sentia capaz de matar a cualquier hombre que lo hiciese.

– ?Todavia tiene la intencion de montar a caballo esta noche?

– Eso no es de su incumbencia.

Ella se quedo mirandolo un momento y luego sacudio la cabeza.

– Si eso piensa, solo me queda esperar que recapacite y haga caso de mi advertencia. Y rezar por que no sufra ningun dano. Al menos no llueve como en mi vision, asi que quiza no corra peligro. Por esta vez. Buenas noches, excelencia, no volvere a molestaros con mis visiones.

Austin la siguio con la vista hasta que desaparecio en la oscuridad, reprimiendo el impulso de salir tras ella. El tono en el que habia pronunciado esas palabras le sento como un punetazo en el estomago. Se paso los dedos por el pelo y comenzo a ir y venir por la cuadra. Maldita sea, ?como podia ella esperar que el -que cualquiera- diese credito a sus afirmaciones de que tenia premoniciones y leia el pensamiento? Era demasiado inverosimil, demasiado ilogico como para tomarselo en serio.

Aun asi, por mucho que le doliera reconocerlo, ella estaba en lo cierto respecto a una cosa. Habia deseado besarla. Con un ansia que lo desconcertaba. Y ahora que la habia probado, deseaba hacerlo otra vez.

Y otra.

6

Elizabeth se dirigio a los establos a la manana siguiente, muy temprano, ansiosa por salir de la casa despues de pasar la noche en blanco tratando de olvidar su perturbador encuentro con el duque. ?Habria montado este a caballo finalmente? Ella habia permanecido despierta toda la noche, atenta a cualquier sonido que indicase lluvia, pero afortunadamente el tiempo no habia empeorado. Esperaba que un poco de aire fresco y un paseo a caballo a paso ligero la ayudasen a desechar sus preocupaciones, por no hablar de la desilusion y el dolor que sintio al darse cuenta de que nunca llegaria a convencerlo de su clarividencia.

Sin embargo, sabia que el ejercicio por si solo nunca borraria el recuerdo de aquel beso. Aquel beso increible, conmovedor e inolvidable que la habia emocionado hasta lo mas hondo y habia despertado en ella una pasion cuya existencia desconocia. Tambien habia encendido sentimientos…, anhelos que no se atrevia a analizar.

Deseaba, necesitaba desesperadamente olvidar su exquisito tacto, su sabor celestial, pero su corazon se negaba a cooperar.

Entro en las cuadras y Mortlin la saludo con una sonrisa.

– ?Viene a ver los gatos, senorita Matthews? ?O desea montar a caballo?

Elizabeth hizo un esfuerzo por dejar a un lado su agitacion y le devolvio la sonrisa al mozo. Luego se agacho para rascar a George detras de la oreja.

– Las dos cosas. ?Que le parece si voy a ver los gatitos mientras ensilla un caballo para mi?

– Buena idea -dijo Mortlin-. Mire, hay dos que usted no conoce escondidos junto a ese almiar.

Elizabeth echo un vistazo a las dos bolitas de pelo con manchas.

– Son adorables. ?Como se llaman? -Le dedico una mirada picara-. ?O es mejor que no pregunte?

A Mortlin se le subieron los colores al rostro enjuto, mientras frotaba incomodo los pies en el suelo.

– Bueno, el mas grande se llama Ostras…

– Eso no es tan terrible.

– Y el otro es, eh… -Se sonrojo hasta las puntas de las prominentes orejas-. No puedo decir eso enfrente de una dama.

– Entiendo -contesto ella apretando mucho los labios para disimular su diversion.

– Supongo que tendre que cambiarles el nombre a los animalitos, pero fue lo primero que salio de mi boca cuando nacieron. -Sacudio la cabeza, ostensiblemente perplejo-. Los gatitos no paraban de salir. No habia forma de detenerlos. Me dejaron pasmado.

– Si, me lo imagino. -Le acaricio la calida barriga a George y se quedo quieta. Despues de apretarle suavemente la panza peluda unas cuantas veces mas, reprimio una sonrisa-. El periodo de gestacion de una gata dura unos sesenta dias. Me temo que ya no estare aqui cuando George alumbre a su siguiente camada. De lo contrario, le ofreceria mi ayuda. Se me dan bastante bien estas cosas.

– Estoy seguro de que si, pero… -Su voz se apago y sus ojos se abrieron como platos-. ?La proxima camada?

– Si. Predigo que George volvera a ser mama mas o menos dentro de un mes.

Los ojos de Mortlin parecian a punto de salirse de sus orbitas.

– ?Seguro que lo que le pasa a la gata es que ha engordado! ?Pero si los gatitos no llegan a los tres meses de edad! ?Como demonios ha pasado esto?

Ella tuvo que morderse las mejillas por dentro para no romper a reir al ver la expresion atonita del caballerizo.

– Del modo habitual, supongo. -Acaricio una ultima vez la panza de George, se puso de pie y le dio unas palmaditas al hombre en el brazo-. No se preocupe, Mortlin. George estara bien, y usted dispondra de un nuevo equipo de cazarratones.

– Ya hay mas cazarratones por aqui de los que necesito -gruno el-. Caramba, se supone que esto es un establo. Soy un mozo de cuadra, no un medico de gatos. Mas vale que ensille un caballo para usted antes de que la condenada gata empiece a echar gatitos otra vez.

Conteniendo su hilaridad, Elizabeth se entretuvo con los gatitos mientras Mortlin realizaba sus tareas. Poco despues el se le acerco llevando de las riendas a una hermosa yegua marron llamada Rosamunde y se ofrecio a auparla. Ella cayo sobre la silla con un golpe seco que le sacudio todos los huesos. En America solia montar a horcajadas cuando daba un paseo a caballo, pero no se atrevia a hacer lo mismo en Inglaterra, por mas que le disgustara montar a mujeriegas. El complicado atuendo de amazona inglesa que se veia obligada a ponerse tambien le crispaba los nervios. Metros y metros de tela y multitud de bullones y volantes. Recordaba con nostalgia el traje de montar sencillo y ligero que habia confeccionado ella misma y que usaba en Estados Unidos. Tia Joanna le habia echado una ojeada y casi se habia desmayado. «Totalmente inapropiado, querida -habia declarado-. Tenemos que hacer algo con tu vestuario de inmediato.»

Acomodo la pesada falda en torno a si lo mejor que pudo y se puso en camino. Cuando llego al final del sendero que conducia a las cuadras, se detuvo y miro atras. Mortlin estaba acuclillado, con una expresion tierna

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