Una mujer con un vestido sucio y manchado de grasa se acerco a su mesa.
– ?Que va a ser, caballeros?
Elizabeth echo un vistazo por debajo del ala de la gorra y la embargo una gran compasion. La mujer era alarmantemente delgada y tenia varias magulladuras en la piel. Al mirarla con mas detenimiento, descubrio que tenia los labios hinchados y un moreton amarillento en la mejilla, y que sus ojos eran los mas mortecinos que Elizabeth hubiese visto jamas.
– Whisky -pidio Austin-. Dos.
La mujer se irguio, hizo un gesto de dolor y se llevo una mano a la parte baja de la espalda.
– Marchando dos whiskys. Si desean ustedes algo aparte de licor, me llamo Molly.
Elizabeth respiro hondo. Dios santo, que terrible que alguien se viese obligado a vivir en un entorno tan sordido. Se le encogio el corazon de lastima por Molly, y se pregunto si la pobre mujer habia conocido alguna vez la felicidad.
– ?Estas bien? -susurro Austin.
– Esa mujer. Es…
Sacudio la cabeza y se mordio el labio, incapaz de describir su desesperacion.
– Una prostituta. -Se inclino hacia delante-. ?Has percibido algo a traves de ella?
A Elizabeth se le humedecieron los ojos. Al echar una ojeada subrepticia al otro extremo del bar, vio a Molly abriendose paso entre la muchedumbre de hombres. Casi todos la manoseaban al pasar, le toqueteaban los pechos o le apretaban las nalgas, pero ella apenas rechistaba y seguia adelante con la mirada perdida.
– No he percibido mas que abatimiento -musito Elizabeth-. Nunca habia visto una desesperanza semejante.
– Seguro que no dudaria en robarte si se le presentase la ocasion. De hecho, apuesto a que antes de que nos vayamos intentara vaciarte el bolsillo.
– Si llevara monedas en el bolsillo, con gusto se las daria a la pobre mujer. Dios santo, Austin, la han pegado y tiene el aspecto de no haber tomado una comida decente en semanas.
Justo entonces aparecio Molly con dos vasos pringosos que contenian whisky. Austin se llevo la mano al bolsillo, extrajo varias monedas y las coloco sobre la mesa. En la mirada de Molly no se aprecio la menor reaccion.
– Muy bien -dijo en una voz carente de toda emocion-. ?Cual de los dos sera el primero? -Sus ojos amoratados se achicaron hasta quedar reducidos a rendijas-. No se les ocurra pensar que voy a atenderlos a los dos a la vez, porque yo no hago esas cosas.
Elizabeth apreto los labios, esperando que no se notase que esa insinuacion la habia escandalizado. No se atrevia a imaginar los horrores a los que tenia que enfrentarse esa mujer a diario. Sintio tanta compasion que tuvo que pestanear para contener las lagrimas.
– Solo quiero informacion -dijo Austin en voz baja-, sobre un hombre llamado Gaspard. -Describio al frances-. ?Lo has visto?
Molly reflexiono un momento y luego sacudio despacio la cabeza.
– No estoy segura. Muchos hombres entran y salen cada dia de esta pocilga y, para ser sincera, trato de no mirarlos a la cara. Solo se que huelen mal y todos tienen manos grandes y malas.
– Desvio la vista hacia las monedas que descansaban sobre la mesa-. ?Necesitan algo mas?
– No, Molly, gracias.
Austin recogio las monedas y se las dio. A continuacion metio la mano en el bolsillo y extrajo varias monedas de oro que le entrego tambien.
Molly abrio unos ojos como platos y dirigio a Austin una mirada atonita e inquisitiva.
– ?Todo esto? -pregunto-. ?Solo por hablar un poco?
Austin asintio con la cabeza.
Molly se guardo las monedas en el corpino y se alejo a toda prisa, como si temiera que el le exigiese que se las devolviera.
– ?Cuanto dinero le has dado? -pregunto Elizabeth.
– Lo suficiente para que se alimente.
– ?Durante cuanto tiempo?
El titubeo por un instante, como si le incomodara responder, pero luego se encogio de hombros.
– Durante al menos seis meses. ?Has tenido ya alguna vision?
– No. Suele ser dificil en medio de una multitud. Percibo demasiadas sensaciones a la vez, y todas se mezclan y se confunden. Necesito cerrar los ojos y relajarme.
– Muy bien. Hazlo, y mientras tanto echare un vistazo alrededor a ver si reconozco a alguien.
Ella asintio con la cabeza y cerro los ojos. Austin se fijo con cuidado en cada uno de los clientes, pero ninguno le resultaba familiar.
Al cabo de un rato, Elizabeth abrio los ojos.
– Lo siento, Austin, pero no logro discernir nada que pueda ayudarnos.
– Entonces vamonos -dijo el, poniendose de pie-. Hay otros establecimientos donde investigar.
Salieron del tugurio sin percances y subieron al carruaje que los esperaba. Austin dio una direccion al cochero y se acomodo enfrente de Elizabeth. En realidad, bajo aquella luz tenue y con su atuendo masculino, podia pasar por un hombre joven, cosa que le parecio extranamente perturbadora a Austin, que tantas pruebas tenia de su feminidad.
– Siento no haber podido percibir nada en esa taberna -se disculpo ella-, pero tal vez tendremos mas suerte en el siguiente local. ?Adonde vamos ahora?
– A un antro de juego. Segun mis informes, Gaspard fue visto ahi hace poco.
– De acuerdo. -Vacilo, y el noto que estaba retorciendose los dedos-. Quiero agradecerte el gesto que has tenido con Molly.
La conciencia de Austin lo impulso a decide que ni siquiera se habria fijado en esa prostituta de no ser por ella, pero antes de que pudiera abrir la boca, su esposa alargo el brazo y le poso la mano sobre la manga.
– Eres un hombre extraordinario, Austin. Un hombre extraordinario y fuera de lo comun.
A el se le hizo un nudo en la garganta. Maldicion, ya volvia a las andadas, convirtiendolo en un cuenco de gelatina con solo tocarlo y dedicarle unas palabras amables y una mirada afectuosa. Lo hacia derretirse como nieve arrojada al fuego.
Pero en lugar de indignarse por ello, en lugar de sentir ganas de huir o apartarla de un empujon, ansiaba estrechada entre sus brazos, amarla, intentar explicarle de alguna manera los sentimientos inquietantes que despertaba en el.
La tomo de la mano enguantada y se la beso con vehemencia, casi con desesperacion.
– Elizabeth, yo…
El coche se detuvo de golpe, interrumpiendo sus palabras. Al mirar por la ventanilla, vio que habian llegado a su destino. Ayudo a Elizabeth a apearse y la condujo a un callejon estrecho que discurria entre dos edificios de ladrillos ruinosos y abandonados. Bajaron por una escalera cubierta de desperdicios y entraron en la casa de juegos.
El interior era ruidoso, mal iluminado y lugubre. Hombres de todas las condiciones sociales estaban sentados a las mesas jugando a las cartas o a los dados. Marineros bravucones, un grupo de dandis de Londres con espiritu aventurero, miembros de los bajos fondos; se permitia la entrada a todo aquel que tuviese dinero que apostar.
Despues de indicarle de nuevo que se bajase el ala de la gorra y mantuviese la vista baja, Austin la guio despacio en torno a la habitacion. Ella se detuvo cerca del extremo de la rayada barra de madera.
Tapandola de la vista de los demas con la espalda, Austin susurro:
– ?Que ocurre?
Ella arrugo el entrecejo y sacudio la cabeza. Sin una palabra, se quito los guantes y se los guardo en el bolsillo. A continuacion, coloco las manos sobre la barra y cerro los ojos.
Austin la observaba atentamente, ocultandola de los clientes del antro. Ella empezo a respirar mas profundamente y justo cuando el creia que no soportaria un segundo mas su silencio, abrio los ojos.
– Gaspard ha estado aqui -dijo.
Austin se puso tenso.