boquita. Se estremecio al pensar en los horrores que habria presenciado la criatura. Esperaba que con el tiempo pudiera olvidarlos.
Pero sabia que el no los olvidaria.
Se volvio de nuevo hacia Elizabeth y le acaricio carinosamente el rostro y el cabello. Tenia la cara livida, los labios blancuzcos, los rizos enmaranados y el vestido manchado con su propia sangre. El habria dado su alma a cambio de verla abrir los ojos.
Austin perdio la nocion del tiempo. Cada minuto que ella pasaba sumida en la inconsciencia le parecia una eternidad. No tenia idea de cuanto rato habia transcurrido cuando de pronto oyo voces. La puerta se abrio y el se puso de pie.
Un hombre entro en la cabana; un hombre que al momento le resulto extranamente familiar, pero no del todo. Su rostro presentaba huellas de sufrimiento y cojeaba al andar. Pero los ojos…, esos ojos grises, tan parecidos a los suyos… Eran inconfundibles, incluso desde el otro lado de la habitacion.
Se miraron atonitos durante un rato interminable, mientras Austin pugnaba por recobrar el aliento, por comprender el milagro viviente que tenia ante si. Aunque habia deseado, creido desesperadamente que William estaba vivo, en su mente logica habia pervivido un asomo de duda, que le decia que en realidad no era posible. Pero lo era.
Mudo de emocion, cruzo la habitacion hasta detenerse a unos palmos del recien llegado. A Austin el corazon le latia tan fuerte que se pregunto si William alcanzaba a oirlo.
Vio que las lagrimas y un monton de preguntas asomaban a los ojos de su hermano.
– Austin -susurro este.
Un sollozo broto de la garganta de Austin. Asintiendo con la cabeza, extendio los brazos y pronuncio una sola palabra:
– Hermano.
26
Austin, arrodillado junto al catre, no despegaba la vista del rostro de Elizabeth. Maldicion, permanecia tan inquietantemente inmovil, tan palida…
William se habia marchado hacia casi una hora en busca de un medico y del magistrado. ?Cuando demonios regresaria? Echo un vistazo al otro lado de la habitacion, donde Claudine dormitaba con Josette entre sus brazos. Estaban agotadas, pero en buen estado. Ojala hubiese podido decir lo mismo de Elizabeth…
Le toco la mejilla con una mano temblorosa. Tenia la piel suave como la seda. Era tan bella… y valiente. No cabia la menor duda de que le habia salvado la vida a Josette.
Dios, la amaba. Con toda su alma. No podia ni queria ya evitarlo. Queria amarla, decirselo, demostrarselo cada dia durante el resto de su vida.
– Es lo unico que importa -susurro, acariciandole la cara-. Lo que ocurrio entre nosotros antes… Ya no tiene importancia. Me da igual por que te casaste conmigo. Me da igual que quisieras ser duquesa, me da igual tener o no tener hijos. Solo me importas tu. Si lo deseas, adoptaremos ninos, tantos como quieras. Docenas de ninos…
La voz se le quebro y trago saliva, paseando la mirada por su rostro de su mujer.
– Eres tan hermosa -prosiguio trabajosamente debido al nudo que tenia en la garganta-. Dios, te quiero, te quise desde el momento en que te vi salir de los arbustos dando traspies. Te llevo en el corazon, en el alma. De hecho, eres mi alma. -El corazon le latia con tanta fuerza que el pecho le dolia-. Por favor, abre los ojos. -Agacho la cabeza y coloco su frente contra la de ella-. No me dejes, Elizabeth. Por favor, carino. Por favor. Ni siquiera puedo imaginar lo que seria estar sin ti. No me dejes.
Elizabeth oyo su voz desde muy lejos, como si se encontrara dentro de una cueva. «No me dejes…»
Austin. Ese nombre inundo su mente. Lucho por abrir los ojos, pero alguien le habia cosido pesados sacos de arena a los parpados. La enorme debilidad que la embargaba contrastaba enormemente con el dolor agudo de su hombro.
Pero tenia que decirselo. Tenia que hacerle saber su arrepentimiento, expresarle cuanto lo queria y explicarle que le habia dicho todo aquello para protegerlo. Confesarle que la mera idea de abandonado le habia hecho anicos el corazon. Queria que el lo supiese, pero, Dios santo, no tenia fuerzas para hablar. Su cuerpo, atormentado por el dolor, buscaba la inconsciencia, dejar de sentir.
Haciendo acopio de energia, abrio los parpados a duras penas. Vio el rostro compungido de Austin encima de ella, y la sombria expresion de sus ojos le partio el alma. Sus miradas se encontraron y a el se le corto la respiracion.
– ?Elizabeth, estas despierta! -La tomo de la mano y se la llevo a los labios-. Gracias a Dios.
Ella intento hacer que sus labios resecos articularan las palabras, pero le sobrevino un mareo y la imagen de Austin se torno borrosa y ondulante. Los parpados se le cerraban; no obstante lucho por mantenerlos abiertos, fijos en el rostro de su marido, pues temia que una vez que se le cerraran del todo ya nunca volveria a verlo.
Reuniendo todas sus fuerzas, logro pronunciar la palabra que mas ansiaba decir.
– Austin.
Aunque su voz apenas era audible, el la entendio y le apreto con suavidad la mano.
– Estoy aqui, carino. Todo ira bien. Descansa -susurro, y sus dulces palabras la envolvieron como una manta tibia y aterciopelada.
Tenia tantas cosas que decide… Pero ella estaba agotada, maltrecha. Una punzada le provoco un espasmo, y acto seguido su mareo se agudizo. Pugno por mantenerse despierta y lucida, pero su vision periferica comenzaba a ennegrecerse. Un dolor intenso le recorrio todo el cuerpo. Los parpados cada vez le pesaban mas, y se dio cuenta de que no podria decirselo todo. Pero habia al menos una cosa que el debia saber.
Con la vista fija en el, intento sonreir, aunque no supo si lo habia conseguido o no.
– Te… quiero -musito.
Los ojos se le cerraron. Oyo que el repetia su nombre una y otra vez, suplicante, pero la debilidad y el dolor la estaban venciendo.
Se alejo flotando hacia un lugar donde el dolor no existia.
Austin estaba sentado en los escalones que conducian a la entrada de la cabana, sintiendose vacio y desgarrado por dentro.
Con la cabeza entre las manos, intentaba no pensar en lo peor, pero era imposible. Se sumio en la desolacion.
– Por favor, Dios mio -susurro-, no me digas que la he matado al traerla aqui.
El medico llevaba casi una hora con ella, y cada minuto que pasaba aumentaba un poco mas la angustia que sofocaba a Austin.
El magistrado habia llegado con varios hombres que se habian llevado el cuerpo de Gaspard. Austin, William y Claudine habian respondido a sus preguntas. Sirviendose de esta como interprete, Austin habia explicado que Gaspard le enviaba cartas amenazadoras y que el habia contratado a un alguacil de Bow Street para que lo localizara. Dejo que el magistrado creyese que el alguacil le habia indicado el paradero de Gaspard. Cuando el magistrado se hubo marchado, William se dirigio al pueblo a comprar provisiones.
Y Elizabeth aun no habia vuelto en si.
Maldicion, si ese medico no salia de ahi pronto, irrumpiria el mismo en la cabana, lo agarraria del cuello y le obligaria a decir que Elizabeth estaba bien.
La puerta de la casita se abrio y Austin se puso en pie de un salto. El doctor y Claudine aparecieron en el umbral.
– ?Como esta? -pregunto Austin, ansioso, mirando alternativamente a uno y a otro. Sabia que ellos notarian el terror que no podia disimular.
– Descansando -contesto el medico en ingles con un fuerte acento frances.
Austin estuvo a punto de desplomarse.
– ?No se va a… morir?