– Pues vamos a subir y despues vas a dejarte caer para perder el miedo. Pero no va a pasarte nada, te lo prometo. Nunca dejaria que te pasara nada. Cuando caigas, yo estare aqui, esperandote.

Sin saber como, todo lo que decia sonaba como si estuviera hablando de amor, penso Cash, aturdido.

– No es que no confie en ti, Cash. Pero es que prefiero comer babosas antes que estar colgada en ninguna parte. Mira, a lo mejor este programa no es para mi. No te lo tomes como algo personal. No es culpa tuya. A mi se me da muy bien el dinero, pero lo del ejercicio fisico…

Cash no habia querido besarla. Ni siquiera sabia que iba a hacerlo. Quiza se sentia mal porque ella se habia caido en el arroyo, o porque habia hablado con Sammy la noche anterior o… porque estaba tan mona con aquel casco o quiza porque se habia excitado al colocarle el arnes y…

No tenia ni idea de cual era la razon.

Pero la beso.

Lexie sabia a algo caro y prohibido. Y a deseo. Sus labios… nunca habian rozado algo tan suave. Nunca en su vida.

Cash sabia que todas las mujeres le habian causado problemas, pero en aquel momento no le importaba.

Sentia el deseo de hacer algo completamente estupido, como enamorarse de Lexie Woolf. Pero aquel deseo lo golpeaba en las tripas y hacia que olvidase el sentido comun.

Cash le quito el casco y enredo los dedos en su pelo, asombrado de haber podido soportar tanto tiempo sin tocarla. La textura de sus rizos, el calor de sus mejillas, el suspiro de ella… no podia seguir analizando sus sentimientos.

Cash tomo su boca de nuevo y la abrazo con fuerza, casi levantandola del suelo, deseando sentir sus pechos y su pelvis pegados a el.

Porque si no era asi, no podria sobrevivir otro segundo.

Unas manos pequenitas se enredaron alrededor de su cuello y Lexie volvio a suspirar; un suspiro atrapado entre besos. En aquel momento a Cash todo le daba igual. El resto de los clientes, el trabajo, su hermana Hannah… no le importaba nada. Cuando por fin se aparto, no sabia muy bien donde estaba… pero no podia ser su refugio en la montana Silver de Idaho.

Iba a preocuparse mucho por aquel beso. Mucho.

Cuando miro aquellos ojos brillantes y los labios humedos, se sintio mas alto que una cometa y tan caliente como un semental en epoca de celo.

– Vale -murmuro.

Ella seguia respirando con dificultad.

– ?Como que vale?

Cash no sabia que decir. Solo se le habia ocurrido eso.

– Vale -repitio, con voz ronca-. Vamos a hacer que esto funcione. Escalar es una cuestion de confianza, asi que confia en mi. Te juro que no va a pasarte nada. Deja que te lo pruebe.

– Si, Cash.

Quiza deberia haberla besado antes, penso.

Lexie parecia haber perdido el miedo y no puso mas objeciones. Ni siquiera los hombres de la Edad Media conseguian una obediencia tan ciega de sus mujeres.

Solo que Cash estaba tan agitado que tenia suerte de no chocarse con los arboles mientras volvian al refugio.

Capitulo 4

Considerando que le dolian todos los musculos del cuerpo, Lexie esperaba dormir como un tronco.

Pero a las doce seguia dando vueltas en la cama. En lugar de contar ovejas, estaba contando besos, los besos de Cash.

Le parecio escuchar un ruido al otro lado de la puerta, pero como no se repitio, penso que lo habria imaginado. Mientras miraba las sombras en el techo, se preguntaba como habia terminado en los brazos de Cash McKay.

Le habia dicho que tenia miedo de las alturas y, sin embargo, habia conseguido escalar casi dos metros.

Y sabia como habia ocurrido. Cash la habia besado. Pero no habian sido besos normales. Lexie nunca se habia visto disparada a las alturas solo por un beso.

Cash era adorable, pero esa no era razon para deshacerse entre sus brazos como una colegiala.

Y ella se habia enamorado nada mas verlo, pero tampoco esa era motivacion suficiente. El era un hombre encantador, muy carinoso con su hijo y amable con todo el mundo. Naturalmente, se habia enamorado de el. De la misma forma que amaba los bollos de chocolate.

Pero eso no significaba que se volviera completamente loca cuando veia uno. Era horrible. Incluso se habria desnudado alli mismo si el se lo hubiera pedido. Incluso habria hecho el amor con el. En medio del campo. Con todo aquel aire puro sofocandola.

Quiza el aire de Idaho tenia alguna droga, penso. Una droga invisible y muy potente. Una droga adictiva que afectaba al cerebro. Habia muchas excusas para haberse comportado como una retrasada mental. El problema era encontrar una que fuera creible…

En ese momento, volvio a escuchar el ruido. Como si alguien estuviera rascando la puerta.

Exasperada, se levanto y camino descalza por el suelo de madera para poner la oreja. Alli estaba el ruido de nuevo. Lexie abrio la puerta un poco y una nariz mojada se froto contra sus piernas. Un segundo despues, un perro rubio saltaba alegremente sobre su cama.

Cuando encendio la luz, descubrio que era una hembra de raza golden retrievery prenada.

– ?De donde sales tu? ?Y quien te ha dicho que puedes dormir en mi cama? -sonrio Lexie. La perrita empezo a mover la cola a cien por hora-. Si ni siquiera nos conocemos. Mira, yo no duermo con hombres desconocidos y mucho menos con perros que no me han presentado -siguio diciendo, mientras acariciaba al animal-. Me pregunto por que me has elegido precisamente a mi… ah, ya lo entiendo. Somos las unicas chicas en esta casa. Bueno, puedo dejarte un trocito de cama, pero no te enfades si me doy la vuelta de golpe. Ademas, ?y si te buscan y no te encuentran?

En ese momento, escucho unos pasos y otra nariz asomo en su habitacion.

– Perdona, Lexie… ah, ahi estas Martha. Llevo media hora buscandote.

– ?Es tuya?

– Si -contesto Sammy, saltando sobre la cama-. Cash me la regalo porque iba a tener cachorros y no la queria nadie. Y le dijo a Keegan que seria una buena oportunidad de que yo viera una mama que quiere a sus ninos. No todas las madres abandonan a sus hijos, ?sabes?

– Lo se -murmuro Lexie, con un nudo en la garganta-. ?Siempre te acuestas tan tarde?

– Me meti en la cama a las ocho y media. Es demasiado pronto para un chico tan mayor como yo, pero Cash dice que tengo que hacerlo y que asi es la vida -explico el nino con toda naturalidad.

Lexie sentia una afinidad tremenda con aquel crio, una especie de sexto sentido que la unia al pequeno huerfano.

– ?No podias dormir?

– No es eso -contesto Sammy, sin dejar de acariciar a Martha-. Es que no me gusta dormir.

– ?Por que? ?Te preocupa algo?

– Pues si -murmuro el nino, apartando la mirada-. No me gusta dormir porque a veces me pasa una cosa. Y no lo puedo evitar. Asi que estoy despierto todo lo posible.

Lexie entendio inmediatamente y su corazon se lleno de simpatia.

– De pequena, yo me hacia pipi en la cama a veces -le dijo-. Pero no se lo cuentes a nadie, ?vale? Me daba mucha verguenza. Solo me paso durante un ano, despues de perder a mis padres. Pense que mis padres adoptivos iban a devolverme por eso, pero a ellos no les importaba. Y, entonces, el problema desaparecio.

– ?Eso es verdad o te lo estas inventando?

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