los Woolf me adoptaron y me trataron desde el primer dia como si fuera su hija. Los quiero mucho y ellos a mi.
– ?Y por que has recordado todo eso cuando te he puesto la venda?
– No estoy segura. Lo cierto es que, a pesar de que mi familia adoptiva es maravillosa, yo siempre me senti como una extrana. Todos son tan altos, tan rubios, tan esculturales… Ellos siempre estaban haciendo ejercicio, mientras yo hundia la nariz en los libros. Por eso gane tanto dinero. Desde que era pequena he intentado hacer algo en lo que fuera realmente buena. Y ganar dinero es mi identidad, me dio confianza. Por primera vez desde que perdi a mis padres, empece a sentirme segura. Pero eso termino hace un ano.
– ?Que termino? ?Perdiste dinero?
– No, no. Nunca he dejado de ganar dinero. Pero hace un ano empece a tener estos ataques de ansiedad. Y no podia dormir -explico ella-. Hasta ahora, ganar dinero me habia hecho sentir segura, pero ya no. Por eso vine aqui. Mi familia insistio en que lo hiciera. Yo no creia en ello, pero pense que debia probar. Y esta funcionando, Cash.
– ?Casi me muero del susto, porque pensaba que estabas sufriendo un infarto y tu me dices que esta funcionando?
Lexie no queria que se preocupase por ella. Aquella historia era problema suyo, pero el parecia tan enfadado que no pudo replicar. Lo unico que no se le ocurrio, ni por un segundo, fue besarlo.
Pero, sin saber por que, acaricio su mejilla y, de repente, la boca del hombre estaba a un centimetro de la suya.
Y, un segundo despues, se estaban besando. Los labios de el sabian dulces y calidos. El la besaba con fuerza, jugando con su lengua, bailando con ella.
En ese momento, una gota de agua decidio caer sobre su frente.
La sorpresa hizo que Lexie abriera los ojos. Vio el arroyo, la ardilla, los arboles, la montana, pero todo eso no era mas que un decorado para Cash. El era lo unico que importaba. Su pelo revuelto, los ojos cerrados… y entonces, tuvo que volver a cerrar los suyos porque Cash siguio besandola. Unos minutos antes, su corazon latia acelerado, pero por una razon muy diferente. En aquel momento era un sonido emocionante, como lo era el calor que sentia entre las piernas. Y el deseo, crudo, fuerte, vibrante, increiblemente enloquecedor.
Lo deseaba.
A los veintiocho anos, Lexie habia experimentado antes el efecto de las hormonas, pero aquello no parecia tener nada que ver con las hormonas. Mas bien con los volcanes.
Le daban igual las consecuencias. No queria que parase. Queria pertenecerle a Cash. Queria estar con el.
Una mano grande y masculina empezo a desabrochar los botones de su camisa. Lexie llevaba sujetador. Con relleno.
Cash sonrio mientras lo desabrochaba. Lexie deberia haberle dicho que no se molestase. Bajo aquel relleno, practicamente no habia mas que dos bultitos.
Pero el encontro aquellos dos bultitos. Y, en lugar de parecer decepcionado, actuaba como si una mujer con pechos diminutos fuera lo unico que hubiera buscado en toda su vida.
Otra gota de agua cayo sobre su frente, pero le daba igual. Pronto, el grupo buscaria a su lider. Pronto seria la hora de comer. Pronto Sammy volveria del colegio. Y pronto, uno de los dos tendria que levantar la mano y decir que estaban locos.
Pero no queria ser ella quien lo hiciera.
Nunca se habia sentido segura desde que perdio a sus padres. Estar solo no era lo peor que podia pasarle a un ser humano, pero a veces Lexie se sentia como una nina buscando en la oscuridad a alguien que fuera como ella. Y no pensaba que Cash pudiera ser esa persona… pero en aquel momento, en aquel preciso momento, se sentia unida a el como solo se habia sentido unida a alguien en sus suenos.
– Lexie…
– ?Que?
– Esta lloviendo a mares.
– ?Y? -pregunto ella, acariciando su mejilla. Fuera locura o no, sentia que Cash y ella estaban descubriendo algo que poca gente habia descubierto. Se sentia inmersa en las emociones que el provocaba, como si estuviera al borde de algo enorme, un precipicio magico, un cambio que afectaria toda su vida.
– Lexie… -Cash tenia los ojos cerrados-. Hay truenos.
– ?Crees que deberiamos marcharnos?
– ?Preferirias hacer el amor sobre esta roca, con una tormenta de rayos y centellas?
Lexie tuvo que sonreir. La lluvia los estaba empapando a los dos. Sin embargo, el volvio a besarla una vez mas, un beso largo y lento, y humedo. Muy humedo.
– McKay…
– ?Si?
– Esta diluviando.
– Eso es lo que llevo media hora intentando decirte.
– Es que estoy empapada.
– Lo se.
– McKay, no me refiero a esa clase de humedad. ?Podrias dejar de pensar en el sexo y pensar en algo mas constructivo? ?Como rescatarme a mi y al resto del grupo?
– ?Yo pensando en sexo?
– Por supuesto -sonrio ella, abrochandose la camisa y levantandose como la senorita que era-. Y la proxima vez que empieces algo, por favor, que sea bajo cubierto.
Riendo, Cash tiro de su mano para buscar al resto del grupo.
Lexie no sabia que habia ocurrido entre ellos, pero ningun otro hombre la habia hecho sentir de esa forma.
Cash habia dejado claro que Sammy era su prioridad en la vida y eso significaba que no habia sitio para una mujer. Y menos para una mujer de Chicago que pronto volveria a sus asuntos.
Habia bromeado porque sabia que era lo que tenia que hacer. No queria que Cash pensara algo tan absurdo como que estaba enamorandose de el.
El dia se volvio cada vez mas desagradable. Lexie salio de la ducha y se dirigio a la sala de masajes, con una toalla firmemente sujeta sobre sus pechos. La lluvia golpeaba con fuerza los cristales y el cielo estaba negro como la noche.
Unos minutos antes, darse un masaje le habia parecido buena idea. Despues del episodio del ataque y los besos sobre la roca, Cash habia insistido en que todo el grupo fuera de excursion para disfrutar de los olores y sonidos de la tormenta.
Y ella no habia perdido un paso. Pero en aquel momento estaba exhausta, helada, magullada e irritadisima.
Habia pensado que darse un masaje era la solucion, pero cuando puso la mano en el picaporte, recordo la verguenza que le daba que la vieran desnuda. Otras mujeres se sentian comodas con su cuerpo, pero para Lexie ensenar un muslo era un atrevimiento.
Por supuesto, habia expuesto mas que eso delante de Cash aquella manana. Y recordarlo hizo que empujara la puerta, nerviosa.
En la sala de masajes hacia calor. Olia a jabon y aceite de ninos. Nada parecia amenazador… excepto el gigante que aparecio entonces con una toalla en la mano.
– Supongo que eres Lexie. Yo soy Bubba, encantado de conocerte.
– Bubba -repitio ella, aunque ya sabia su nombre.
– En realidad, me llamo Murphy, pero nadie lo sabe. Parece que hoy todo el mundo quiere un masaje. Debe ser el dia.
– Yo no se si…
– No tengas miedo. Soy gay. Y no tienes que descubrir nada que no quieras descubrir -sonrio el hombre-. Vamos, tumbate en la camilla y dime donde te duele.
Gay, penso Lexie. Que bien.