A Cash se le doblaban las rodillas y le faltaba el aire. Cuando deberia ser al reves, cuando deberia ser ella la que estuviera sorprendida por su sabiduria erotica.
Pero Lexie sabia besar. Lexie podria hacerle creer a un hombre que era lo mas caliente que habia salido de un cromosoma Y el unico nombre en el universo. El unico hombre que necesitaba. El unico hombre…
Fuera lo que fuera lo que ella hacia, era mejor de lo que Cash nunca habia experimentado. Si Lexie era una droga, el queria hacerse adicto.
Los diminutos pechos se apretaban contra su torso, su pelvis se rozaba de forma sugerente contra el, encendiendolo. El deseo llevaba su nombre, su aroma, su forma. La queria desnuda, debajo de el. En aquel mismo instante. Estaba perdiendo la cabeza por ella. Y ni siquiera le habia quitado la blusa.
En aquel preciso instante, Cash tuvo que apartarse para buscar aire. Aunque era un incordio, sus pulmones parecian pensar que el oxigeno era una necesidad. Pero no queria soltarla. Cuando la miro, ella tenia los ojos abiertos. Unos ojos enormes, vulnerables. Y los labios humedos e hinchados.
– No seguiras enfadado conmigo, ?verdad?
– Nunca he estado enfadado contigo.
– Ya -sonrio ella, con una de esas sonrisas-. Pero la proxima vez que te enfades, avisame. ?De acuerdo?
– No estaba enfadado.
– Vale -volvio a sonreir Lexie-. Buenas noches, cielo.
?Cielo? ?El? Ninguna mujer lo habia llamado «cielo». Cuando desaparecio, Cash dejo escapar un suspiro. No estaba enamorado de ella. Aunque quisiera estarlo, no podria enamorarse de una mujer que iba a marcharse un par de semanas despues. Por Sammy. Sencillamente.
Pero no habia nada malo en tener una aventura. Nada malo en que dos adultos disfrutaran el uno del otro. Pero Cash sabia que nada seria tan sencillo con Lexie Woolf.
Ella no besaba de forma sencilla. Besaba para siempre.
Y Cash no sabia que hacer. Pero para el dia siguiente, cuando fueran a navegar, tendria que haber encontrado una solucion.
Capitulo 7
Lexie se metio las manos en los bolsillos del pantalon, mirando el lago mientras esperaba a Cash. El le habia advertido que no llegaria antes de las diez, porque tenia que hacer los ejercicios matutinos con el grupo. Y no llegaba tarde, era ella la que habia llegado pronto.
No estaba deseando ir a navegar porque sabia que causaria algun desastre, pero se habia levantando a las seis de la manana y se habia arreglado con mas cuidado que nunca. Pantalon blanco, jersey de cuello alto blanco y… las «extranas» zapatillas de Sammy. Aquellas zapatillas no pegaban con nada, pero le daba igual. Se habian convertido en un amuleto. A Lexie no le importaba demasiado su ropa, pero sabia que si se ponia algo inadecuado, lo estropearia todo. Los hombres no entendian eso, pero cualquier mujer en cualquier sitio del planeta le daria la razon.
La noche anterior, Cash le habia ofrecido la oportunidad de leer el periodico, hacer una llamada y ver las noticias financieras, pero nada de eso la habia interesado.
Algo le estaba ocurriendo. Algo malo. Pensar en dinero, ganar dinero siempre la habia hecho sentir estupendamente. Era lo unico que se le daba bien, lo unico que la hacia sentirse segura de si misma.
Pero en aquel momento, todo le daba igual. El dinero, la ropa. Todo su mundo parecia estar concentrado en aquel hombre que se dirigia hacia ella entre los arboles.
Parecia Indiana Jones. Ojos azules, sonrisa ironica. Ningun hombre deberia estar tan guapo con unos simples vaqueros y un jersey viejo.
Su atractivo se estaba volviendo irritante.
El lago debia brillar como un diamante en los dias de sol. Pero aquella manana unas nubes grises cubrian el cielo y hacian que el agua pareciera de color marron.
Las hojas de los arboles se movian con el viento y lo que habia en el agua parecia mas un barquito de juguete que un barco de verdad. Era precioso, con una vela de colores, pero tan pequeno que si dos personas entraban en el, debian estar pegadas la una a la otra.
Aunque a ella no le importaba. Sonaba con Cash, desnudo, riendo. Enfadado y desnudo. Invariablemente, en sus suenos, el no llevaba nada de ropa y la llamaba hacia una cama. Habia velas, el sonido del agua, pero eso no era importante. Lo unico importante era Cash. Desnudo y llamandola.
Para acostarse con ella, claro.
Y Lexie estaba empezando a pensar que acostarse con el no seria tan mala idea. Enamorarse de el era logico. Era un hombre fuerte, honrado y sincero. El problema era el asunto del sexo.
Estaba cansada de desear a Cash. Cansada de desearlo cada vez que lo veia y despues irse sola a la cama. Acostarse con el quiza la curaria, penso. Si lo hacian, podria volver a su vida normal. El sexo no era para tanto. El problema era pensar en sexo todo el tiempo y… no tenerlo.
Cash no queria que ella se quedara. Lo habia sabido desde el principio. Y era logico. Pero no habia nada malo en amarlo si no le hacia dano a Sammy.
El demonio que se llamaba Cash estaba casi a su lado entonces.
– Hola, pequenaja -la saludo con un brillo absolutamente demoniaco en sus ojos azules.
– A mi no me llames pequenaja, vaquero.
– Es dificil llamarte otra cosa. Sammy casi mide lo mismo que tu. Pero deberia haber recordado que no te gusta que te tomen el pelo por las mananas.
Ante el insulto, la respuesta de Lexie fue apartar una pelusilla inexistente de sus pantalones.
– En cualquier lugar civilizado, te estrangularian por ese sentido del humor.
– ?Chicago y Nueva York te parecen sitios civilizados? -rio el.
– El problema es esa simpatia tuya por las mananas.
– Vale, de acuerdo. No sere simpatico. ?Has visto el barco? ?A que es precioso?
– Mira, McKay, antes de que nos metamos en ese juguete, quiero hacerte una pregunta. ?Tu crees que puedo volcarlo?
– No.
– Ya sabes lo torpe que soy y…
Cash se inclino para abrir su mochila. Las mujeres siempre llevaban bolso y Cash siempre llevaba una mochila llena de cosas tan raras que nadie en Chicago podria identificarlas aunque les fuera la vida en ello.
– Da igual porque no vas a moverte. Cierra los ojos y respira hondo. Tu no tienes que hacer nada. Relajate y disfruta. Se que parece pequeno, pero es tan solido como una roca.
– Si es tan seguro, ?por que me estas poniendo un chaleco salvavidas?
– Podria decirte que siempre que navego con alguien le pongo un chaleco salvavidas. Pero la verdad es que lo hago para poder tocarte. ?No te habias dado cuenta?
– Debes de ser el unico hombre en el mundo que tiene ganas de tocar una talla 60. ?Es que no sabes que a los hombres les gustan los pechos grandes?
– A cada uno, lo suyo. Y comportate.
– ?Yo?
– Si, tu. La que acaba de ponerme las manos en el trasero.
Lexie miro por encima de su hombro y alli estaban. Sus manos. En su trasero.
– Solo estaba… intentando sujetarme.
– Ya -murmuro el. Despues, se puso repentinamente serio-. No dejo de decirme que tenemos que parar esto, Lexie.
– Yo tambien.
– Los dos somos adultos y sabemos que no va a durar.
– Si.
– A ti no te gusta este tipo de vida y yo no voy a moverme de aqui, asi que no se en que estamos pensando.