– Es verdad.
Sammy acaricio el vientre de la perrita durante unos segundos, pensativo.
– Cash me llevo al medico. No de esos que te ponen inyecciones, sino de los que hablas con ellos. Dijo que yo estaba triste porque mi madre no me queria, pero no es verdad.
– ?No?
– Me da igual que no me quiera. Y Cash dice que no le importa. Las sabanas se lavan y ya esta. Pero a mi no me gusta -explico el nino-. Ya no me pasa tanto, pero de todas formas… no le digas a Cash que estoy levantado tan tarde, ?vale?
– ?Tengo pinta de soplona?
– No tienes pinta de soplona, pero eres una chica.
– ?Eso es un insulto o un cumplido?
Sammy no parecia inclinado a contestar esa pregunta.
– Has durado un dia entero. Pense que no ibas a aguantar.
Lexie tampoco lo habia creido. Pero despues de acompanar al nino y la perrita a su habitacion, volvio a quedarse mirando el techo, mas agitada que nunca. Ella no solia tratar con ninos… y mucho menos con ninos que capturasen su corazon.
Pero lo que sentia por Sammy no era ni la mitad de peligroso que lo que sentia por Cash. No habia nada malo en que le gustasen los dos McKay, pero no estaba acostumbrada a acercarse tanto a nadie. Era simpatica con todo el mundo, pero siempre protegia su corazon. Aunque, en aquel caso, no debia tener miedo. Ella no tenia sitio en la vida de los McKay, de modo que no eran una amenaza. Mientras no se enamorase de ellos.
Habian pasado siete dias y Cash no podia apartar los ojos de ella.
Habia algo en Lexie. Algo que lo desarmaba y lo confundia. Algo que lo preocupaba. Y no era el unico.
Lexie y Sammy se reian como dos compinches mientras desayunaban. El nino la trataba como si fuera una amiga, lo cual era estupendo, se decia Cash a si mismo.
Pero no debia acercarse demasiado a alguien que pronto desapareceria de su vida. Y el tampoco. Pensar que Lexie podria elegir una vida en las montanas en lugar de su vida en Chicago era inimaginable.
No iba a ocurrir.
– Te estas poniendo muy gorda, Martha -dijo Cash, cuando vio que Sammy le daba un trozo de pan a la perrita por debajo de la mesa-. ?Cuando vas a tener esos cachorros?
– Yo creo que lo mas importante es donde va
Ella estaba sonriendo y, durante un segundo, eso era lo unico que Cash podia ver.
No la habia tocado desde el dia de la escalada, pero el deseo seguia alli. Y el recuerdo de los besos.
Como se habia destrozado dos pares de zapatos italianos en los ultimos dias, Lexie llevaba unas zapatillas de deporte de Sammy, que hacian un gracioso contraste con el jersey rojo y los pantalones de seda azul. Y su pelo se volvia mas salvaje cada dia. Podia imaginarla despertando a su lado con aquellos rizos sobre la almohada. Y esa boca suave. Y esa sonrisa, solo para el.
De repente, Cash se dio cuenta de que Sammy lo miraba con expresion de curiosidad. Y Keegan tambien. Aparentemente, habia dejado una conversacion a medias.
– ?Tu sabes donde va a tener a los cachorros? -pregunto, confuso.
– No estoy segura del todo, pero Martha parece muy apegada a mi habitacion. Puede que sea porque soy la unica mujer que hay aqui o porque quiere tener a sus cachorros en una habitacion tranquila y alejada de las demas.
Cash fruncio el ceno.
– Deberias habermelo dicho antes. Lo siento, Lexie. No queria que la perra te molestase.
– No me molesta, me encanta -sonrio ella-. Pero cualquier dia de estos me despierto en una cama llena de cachorros.
Cuando terminaron de desayunar, Sammy se levanto y Cash lo siguio a su habitacion. En general, el nino preparaba todas sus cosas, pero Cash solia comprobar que se ataba bien los cordones de las zapatillas y cosas asi.
– Una semana mas de colegio y, despues, podre ayudarte todo el dia, ?verdad, Cash?
– Claro -sonrio el-. ?Hoy tienes algun examen?
– Nada importante. Uno de matematicas.
– Esta chupado, ?no? Oye, Sammy, veo que te gusta mucho Lexie.
– Si, es muy graciosa -rio el nino-. Esta intentando chantajearme.
– ?Como?
– Cada dia me ofrece dinero para que ponga la tele y le diga como va el indice
– Eso. Hoy me ha ofrecido quince dolares, pero creo que manana conseguire que llegue a veinte.
– ?Estas sacando dinero a mis clientes?
– No voy a aceptar el dinero, Cash -protesto acaloradamente el nino-. Es que me hace mucha gracia. ?Has visto como le quedan mis zapatillas?
– Si.
– Le gustan mucho.
– Ya -murmuro Cash. Estaba empezando a preocuparse por la relacion que Sammy habia establecido con Lexie-. Hablas de ella como si le tuvieras carino.
– Es que me gusta mucho. ?A ti no? Es muy guapa y me rio mucho con ella.
– Claro que me gusta -dijo Cash. Mas de lo que esperaba; mas de lo que queria-. Pero solo va a estar aqui unas semanas.
– Lo se. Pero es que es tan torpe. Ni siquiera sabe cual es el norte y cual el sur. Creo que nos necesita, Cash. Es huerfana, como yo. Pero ella no tiene a nadie que la cuide.
Cuando Sammy se fue al colegio, Cash se encontro paseando por su oficina. La intuicion del nino lo habia afectado, porque el habia sentido lo mismo, que Lexie no tenia a nadie. Una familia adoptiva, una vida social y profesional interesante, pero nadie especial. Y lo habia besado como si no hubiera habido muchos besos en su vida.
Pero estaba pensando demasiado en ella. Como si le importase de verdad, cuando lo unico que tenia que hacer era darse cuenta de que Lexie Woolf no tenia sitio en sus vidas.
No habia nada malo en la vida que le habia dado a Sammy; una vida natural, sana y hermosa. Y tampoco habia nada malo en su vida, pero, de repente, Cash sentia que le faltaba algo. Algo como…
Ella.
Y lo ayudaria mucho si todo el mundo dejara de hablar de Lexie. Cuando decidio ponerse a trabajar, se reunio con Keegan para hacer la lista de la compra y, de repente, su cocinero decidio comprar bollos de chocolate y papel higienico de color rosa porque pensaba que a Lexie le gustaria. Entonces Bubba llamo a la puerta. Queria saber por que la unica mujer que habia en la casa no habia querido darse un masaje.
Y despues, llego la conversacion con George, el encargado de la limpieza. George era una especie de ogro con todo el mundo, excepto con Sammy.
– Solo te estoy diciendo que hay que limpiar los cristales -estaba diciendole Cash-. No veriamos un oso en la puerta de casa con esas manchas.
– Vale -ladro George, a la defensiva-. No te lo discuto. Pero puedo hacerlo yo mismo, no tienes que contratar a nadie.
– Son demasiadas ventanas, George -suspiro Cash-. Si tu no quieres contratar a nadie, lo hare yo.
– De eso nada. Si hay que limpiarlas, yo las limpiare.
– George, te recuerdo que soy el jefe.
– Me da igual. Yo hare las ventanas y no hay mas que hablar. Y hablando de la chica…
– ?Que chica?
George levanto los ojos al cielo.
– Que yo sepa, aqui solo hay una chica. Queria decirte que me cae bien.