aunque se hubiera tomado una bodega entera de champan.
Rafe paso andando con una taza de cafe recien hecho y tomo asiento frente a un tablero de dibujo. Tenia treinta y cuatro anos, estaba soltero, y en un principio Nicole habia estado a punto de no contratarlo. Tenia los conocimientos de ingenieria que ella buscaba, pero su cabello y ojos negros y su constitucion musculosa lo hacian atractivo en demasia. Nicole habia temido que aquella apostura fisica acarrease problemas, pero se habia equivocado. Rafe podia ser impaciente y temperamental con los demas empleados, pero era inteligente, ambicioso e innegablemente bueno en su oficio.
La mirada de Nicole se clavo en su espalda durante varios segundos mas. Si, era muy atractivo. Y las hormonas de cualquiera podian verse agitadas por el alcohol. Pero, a diferencia de sus companeros, Rafe nunca hablaba de su vida privada. Reconocia abiertamente haber perdido un trabajo anterior por mezclar los negocios con el placer, y se negaba a cometer de nuevo semejante error. Jamas le habia contado un chiste salido de tono, ni la habia mirado de forma inconveniente. Aunque se sintiera atraido por ella, Nicole no imaginaba que pudiera cortejarla. Era sencillamente imposible. No podia haber ocurrido.
Wilma paso como un rayo con un monton de folios en las manos, deteniendose brevemente para posarle a John un beso en la coronilla. Tenia veintiocho anos, castana, con una figura impresionante una naturaleza incurable de coqueta. Se mostraba carinosa con sus companeros y les hablaba de su exuberante vida amorosa cada manana, mientras tomaban cafe, como si de un ritual se tratara. Ellos absorbian cada delirante detalle. Nicole jamas habia intentado pararle los pies. Wilma se encargaba de la oficina y de la contabilidad.
Ya solo quedaba Mitch… el unico miembro del personal al que Nicole no podia ver desde la puerta, aunque si oia como le gritaba a Rafe con su inconfundible voz de baritono. Mitch tenia treinta y dos anos, igual que ella. Los muchachos le llamaban «Largo», porque media casi un metro noventa. Tenia el cabello rubio como la arena y los ojos de un azul mas intenso que el del cielo.
Mitch era el fichaje mas reciente de la empresa. Nicole lo habia contratado hacia tan solo seis meses. Originalmente, Janice habia sido el arquitecto de la casa, y habia realizado tan buen trabajo que su marcha a Nueva York dejo un hueco dificil de llenar. El historial de Mitch, sin embargo, era superior incluso al de su antecesora.
Tenia la virtud especial de llevarse bien con todo el mundo. Jamas perdia la paciencia y habia sabido resolver mas de una situacion dificil que habia amilanado a los demas. Toda la plantilla lo adoraba. Igual que la propia Nicole. Ademas, Mitch era practicamente irreemplazable. Por ese motivo, Nicole jamas se arriesgaria a tocarle un solo pelo de la cabeza. Ademas, lo habia oido hablar de cierta amiga intima. Muy intima. Nicole no recordaba su nombre… ?Susan, quiza? Fuera como fuese, Mitch ya tenia una relacion, y a Nicole ni se le ocurriria invadir el terreno de otra mujer… Lo cual significaba que las posibilidades de que se hubiera acostado con Mitch eran nulas.
Bruscamente, se llevo una mano protectora al vientre. Tenia el estomago muy revuelto y el corazon empezaba a latirle con ansiedad. Debia hacer un esfuerzo por calmarse. Dandoles vueltas a aquellos pensamientos no llegaria a ninguna parte.
Cada camino mental desembocaba en el mismo sitio. Los unicos hombres de su vida eran los muchachos de la oficina. Solo podia haber sucedido la noche de la fiesta. Pero una mujer no olvidaba facilmente una sesion de amor con un hombre. Ademas, al dia siguiente habia amanecido en su cama, sola.
Nicole siguio intentando sumar dos y dos, pero el resultado se negaba a ser cuatro.
No podia estar embarazada.
Pero lo estaba.
– ?Nicole? ?Tienes un momento?
Mitch Landers llevaba toda la tarde esperando la oportunidad de hablar con su jefa a solas. El sobre que llevaba en la mano contenia una carta de renuncia. No esperaba que aquella fuese una conversacion facil, por eso la habia pospuesto durante dias.
Encontro a Nicole de pie ante la ventana. Ella se giro rapidamente al oir el sonido de su voz. Y Mitch pudo verle la cara.
– Claro, adelante. ?Cual es el problema? ?La cuenta de Llewellyn?
– No, nada de eso. Necesito hablar contigo, pero… Oye, ?te encuentras bien?
Ella esbozo una sonrisa momentanea, tan falsa como las promesas de un politico.
– A decir verdad, he tenido dias mejores, pero estoy bien. De veras. Sientate y dime cual es el problema.
Mitch tomo asiento en una de las sillas azules del despacho y estiro sus largas piernas. Inquieto, se dio unos golpecitos en la rodilla con el sobre, y luego se lo guardo en el bolsillo.
No sabia si su jefa estaba enferma o asustada. Pero algo iba decididamente mal. Era tan impropio de Nicole Stewart parecer fragil, que tenia que tratarse de algo grave.
Mitch solo tardo unos segundos en catalogar sus rasgos de pies a cabeza… aunque esta vez tenia motivos altruistas para hacerlo. El pulso se le aceleraba cada vez que Nicole lo miraba. Del uno al diez, sus piernas merecian un diez alto, pero el resto de su cuerpo se quedaba en un tres escaso. En realidad, su figura no era nada del otro mundo. Senos pequenos. Caderas estrechas. Aunque su forma de moverlas solia volverlo loco.
En realidad, su cara era su mayor atractivo. Cabello castano rojizo que enmarcaba un rostro oval de lineas interesantes. Nariz pequena y respingona. Menton con caracter. Pomulos delicados y una boca de labios carnosos que dejaban ver unos preciosos dientes blancos cuando se reia. La forma de aquellos labios harian preguntarse a cualquier hombre como besaba su duena.
Normalmente, cuando Mitch contemplaba su rostro y su forma de moverse, veia majestuosidad.
Caracter. Era dura y reservada, cualidades que siempre habia admirado en una mujer. Su lealtad hacia la plantilla era legendaria. Siempre daba la cara por sus empleados cuando surgia alguna situacion dificil. Tenia agallas, voluntad, fortaleza.
Que Mitch supiera, su jefa no temia a nada. Algo que siempre lo habia preocupado y fascinado al mismo tiempo. No conocia su pasado, pues Nicole jamas hablaba de ello, al menos con la plantilla. No, nada de asuntos personales.
Sin embargo, su entereza parecia haberse esfumado. Parecia trastornada por algo. La unica rafaga de color que se apreciaba en su rostro era el de sus ojos. Eran azules, almendrados, casi demasiado grandes para una cara tan pequena. Por lo general, los ojos de las mujeres delataban sus sentimientos mas intimos, pero no los de Nicole. Su expresion solia ser igualmente neutra cuando ocultaba algo. Asi pues, que aquellos ojos revelaran panico y vulnerabilidad alarmo a Mitch sobremanera.
– Has dicho que querias hablar conmigo -volvio a instarle Nicole.
– Si, pero esperare. Estas muy palida. ?Seguro que te encuentras bien? ?Te ha ocurrido algo esta tarde?
– Si. No. Yo… Oh, Dios mio -Nicole se hundio en la silla y esbozo otra sonrisa, como si quisiera tranquilizarlo-. Estoy bien. No es problema tuyo, Mitch. Pero probablemente no es un buen momento para hablar de trabajo, siempre y cuando se trate de algo que pueda esperar a manana.
Mitch oyo voces en el exterior del despacho. La plantilla se disponia a dar por concluida la jornada. Tambien el tendria que marcharse. Obviamente, Nicole le estaba pidiendo que la dejara sola.
– Supongo que lo que te ocurre sera algo personal.
– Exacto. No tienes por que preocuparte.
– Esta tarde te ausentaste un par de horas. ?Tenias cita con el dentista o con un medico? ?Alguna mala noticia referente a tu salud?
– Si, tenia una cita con el medico. Y te repito que estoy bien. O lo estare manana.
Mitch capto claramente el mensaje. Pero vio que las manos le temblaban, su voz era tremula y tenia la preciosa piel blanca como la cal.
– ?Te ha dicho el medico algo que te ha disgustado?
– Mitch. Esta conversacion es improcedente. No hay absolutamente nada que deba preocuparte. Ni a ti ni a ningun miembro de la plantilla. Simplemente, estoy embarazada.
Mitch se quedo mudo al oir la palabra. El corazon empezo a latirle desbocadamente. No estaba seguro de poder levantarse de la silla aunque se declarara un incendio en el edificio.
– Maldita sea, Landers. No he debido decirtelo -Nicole jamas lo llamaba por su apellido a menos que estuviera molesta con el. Lo cual, pensandolo bien, sucedia un par de veces a la semana. Pero nunca hasta tal punto. Se