callado, cuando su tendencia natural era encarar los problemas de frente. Solo por el bien de Nicole habia guardado silencio.

Se levanto despaciosamente.

– No voy a rehuir tus preguntas, Nik… Es mas, deseo responderlas. Pero ya ha terminado el horario de oficina. Pareces agotada. Y no creo que el despacho sea el sitio adecuado para hablar de esto. ?Que te parece si encargamos algo de cenar y seguimos charlando en tu casa?

– No se… -ella empezo a menear la cabeza.

– Te comprendo. Ha sido un dia cargado de acontecimientos. Y no quiero presionarte. Pero antes de que empieces a hacer planes sobre el nino, creo que necesitas saber lo que sucedio aquella noche. Yo tambien soy parte de todo esto… y no me importa donde hablemos. Sencillamente, supuse que en tu casa te sentirias mas comoda.

Nicole accedio… no porque deseara pasar mas tiempo con el, sospecho Mitch, sino porque verdaderamente queria saber lo que ocurrio aquella noche.

Ambos se pusieron en marcha sin que mediaran mas palabras. Ella cerro el despacho mientras el llamaba a un restaurante chino para pedir la cena. Luego, se separaron en los aparcamientos. Al cabo de media hora, Mitch recogio la comida china y se dirigio a casa de Nicole en su Miata rojo.

Al llegar, se apeo del coche, cerro la portezuela con la cadera y fijo la vista en la casa. Solo la habia visto una vez… la noche de la fiesta. Y una mirada le basto para recordar aquella noche con todo lujo de detalles. No obstante, evocar el cuerpo calido y dispuesto de Nicole, desnuda en la cama, y sus ojos hermosos y vulnerables, solo entranaba problemas. En aquella ocasion, Mitch penso que estaba despertando a la Bella Durmiente. De hecho, podria jurar que eso fue exactamente lo que ocurrio… Pero el detalle de que la princesa no recordara absolutamente nada destrozaba, por desgracia, el final del cuento de hadas.

Permanecio inmovil unos segundos mas, observando la casa. El edificio constaba de dos plantas, con artesonado de madera que acusaba las inclemencias del tiempo. Un porche techado circundaba la planta baja, y el jardin aparecia salpicado de arbustos ornamentales a la sombra de un viejo y nudoso cipres. Las escaleras que descendian hasta la playa estaban construidas con tablones ya desvencijados.

Quiza un artista habia disenado todo el conjunto, pues poseia un toque indudablemente bohemio. Y Mitch se habia enamorado de el nada mas verlo. Parecia hecho a la medida de Nik. La casa contenia el espiritu romantico, libre y salvaje que Mitch siempre habia intuido en ella.

La puerta principal se abrio de golpe.

– ?Mitch? Me parecio oir el coche. Pasa, por favor.

Mitch no queria entrar. Lo que deseaba hacer, de serle posible, era soltar la bolsa de comida, abrazar a Nicole y besarla hasta robarle el sentido. El simple hecho de mirarla hacia que sus hormonas se alborotaran y aullaran como un lobo solitario en celo.

El viento habia esparcido las nubes de la tarde, y el cielo se veia claro como el cristal. El cabello de Nicole reflejaba la flama del ocaso, y su piel emitia una suerte de luminiscencia suave y sensual.

Pese a todo, Mitch lucho por serenarse. Besarla hasta robarle el sentido era una idea muy sugestiva, pero podia llevar facilmente a un desenlace desastroso. Mientras se acercaba a la casa, descubrio que tenian un nuevo e interesante problema.

– Mas vale que tengas hambre. Traigo suficiente comida china para alimentar a un ejercito.

– Ya lo veo -repuso ella con desenfado. Rapidamente tomo la bolsa de comida cuando Mitch llego a las escaleras. Lo miro a los ojos y luego aparto con presteza la mirada. Nicole no era de las que temian mirar a una persona a los ojos. Seria capaz de enfrentarse a un tigre sin titubear.

De modo que habia estado reflexionando, se dijo Mitch. Quiza siguiera sin recordar nada de aquella noche, pero ahora parecia verlo desde una perspectiva muy diferente. A sus ojos, habia pasado de ser un empleado amable, capaz y solicito a convertirse en un enigmatico amante.

A Mitch le gustaba aquel cambio. El estado nervioso de Nicole contribuia a equilibrar la balanza. El habia sufrido a solas una tension sexual casi insoportable durante meses, cuando Dios sabia que estaba mas que dispuesto a compartirla.

– Si me dices donde estan los platos, te ayudare a servir la cena -propuso.

– No hace falta que me ayudes. Solo tardare un minuto. ?Te apetece una copa antes?

– Si, un vaso de agua. Yo mismo me lo servire. No sugeri que cenaramos juntos para que fueras mi camarera, Nik. Se supone que debia servir para relajarte.

Se sentaron a comer en la cocina, alicatada de azul. El la observo mientras probaba el rollito de primavera y la salsa agridulce. Ella bebio agua mas que comio, mientras llevaba el cauce de la conversacion por derroteros relacionados con la politica y la religion… temas interesantes, pero que nada tenian que ver con lo que en realidad ocupaba el pensamiento de ambos. A Mitch no le importo que Nicole divagara. Sabia que necesitaba tiempo para relajarse. De repente, ella solto el tenedor.

– Asi no hacemos nada -dijo con impaciencia.

– ?A que te refieres?

– Estamos evitando el tema de los hijos como si fuera algo prohibido. Y yo tengo la culpa. No es que no quiera hablar de ello. Todo lo contrario. Pero no se que decir, como empezar…

– No debes culparte de nada. Te sientes incomoda conmigo…

– No, en absoluto. Llevamos meses trabajando juntos, por el amor de Dios. Hasta hemos discutido como viejos amigos. Jamas hemos tenido dificultades para entendernos.

Pero ahora existia una diferencia, penso Mitch, y era que Nicole lo veia como un amante y no como un empleado.

Retiro la silla y sugirio:

– ?Que tal si intentamos charlar dando un paseo por la playa?

Los ojos de Nicole se iluminaron de inmediato.

– Si. Me sentara bien el aire fresco -no obstante, bajo la mirada y echo un vistazo a su traje de calle.

– Yo fregare los platos. Asi tendras tiempo para ponerte algo mas comodo y abrigado -dijo el.

– No tienes por que fregar…

– No es nada, Nik. Adelante, ve a cambiarte.

Ella titubeo, pero luego accedio y desaparecio escaleras arriba. Mitch acabo de fregar en un par de minutos y a continuacion se paseo por la sala de estar. La noche de la fiesta, el interior de la casa lo habia fascinado tanto como el exterior… pero por motivos completamente distintos.

La escalera conducia a los tres dormitorios y los dos aseos del piso superior. En la planta baja, la puerta principal daba directamente a un enorme salon con grandes ventanales con vistas al mar. Ademas de la cocina, habia una sala de estar y un solario orientados hacia el este.

El trazado de la casa era excelente… pero era la decoracion lo que desconcertaba a Mitch. Nicole tenia un talento innegable para el diseno de interiores, pero la decoracion de su propio hogar era increiblemente horrible. Sin duda habia invertido tiempo y dinero en ella, pero el estilo era austeramente minimalista… tonos neutros; alfombra, tapicerias y moquetas marrones; muebles funcionales; en definitiva, una ausencia absoluta de color y de creatividad. Algo que no iba con el caracter de Nik. La sala de estar le hizo pensar en un alma atrapada. Inquieto, Mitch revolvio las monedas que llevaba en el bolsillo, pensando en que, de no haber visto el otro lado de Nicole, no tendria el problema de estar enamorado como un tonto de ella.

Pero lo habia visto. Volvieron los recuerdos de otra habitacion de la casa… la unica habitacion donde Nik no habia anulado cada apice de su personalidad. Su dormitorio. Lo recordaba perfectamente. La gruesa moqueta rosada. La cama de estilo antiguo. La lampara con perlas de cristal. Todo a base de ricas texturas y colores sensuales. Pero no fue la decoracion del dormitorio lo que le robo el corazon la noche de la fiesta. Fue la Bella Durmiente que se desperto entre sus brazos, cobrando vida de repente…

Mitch oyo un ruido de pisadas. Se dio media vuelta y vio a Nicole bajando las escaleras, vestida con unos pantalones vaqueros y un jersey negro muy ancho y suelto.

– Que me aspen -murmuro-. ?Quien hubiera imaginado que tienes prendas sin cuello? Estoy impresionado.

– Nada de bromas. Es un jersey sagrado para mi -dijo ella con desenfado.

– Comprendo. Yo tengo una camiseta sagrada de cuando jugaba al baloncesto en la universidad. Cuando mi padre enfermo, hace unos anos, me presente en el hospital con la camiseta. Mi madre se enfado mucho, pero a

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