– Estoy tan cansada como tu -anadio ella rapidamente-. Me pongo de malhumor cuando duermo poco. Tengo muy poco tacto.

El no se movio hasta que ella estuvo a mitad de camino de la puerta y entonces se limito a bloquear la salida. Le acaricio la mejilla e intento alzarle la barbilla con una mano aspera.

– Mirame, preciosa. Tu tendras poco tacto el dia en que el infierno se convierta en un iceberg.

Ella tenia la vista nublada por las lagrimas. Era una tonteria. ?Cuantas horas llevaba el de pie? Pero despues de la noche anterior se habia sentido muy segura de que seria bien recibida. Se habia sentido muy segura de que el la desearia alli cuando estuviera cansado y disgustado. El la miraba muy serio.

– Me ha gustado el sermon y me ha gustado que estuvieras aqui cuando he entrado. Y me gusta que Spencer crea que el sol sale y se pone por ti, y tu eres la unica mujer que he necesitado en toda mi vida, encanto.

– ?Oh, Clay!

El meneo la cabeza.

– Pero si crees que vaya volver a aprovecharme de ti… No. No, Liz.

– Aprovecharte…

– No me mires asi. Eso fue lo que paso anoche y los dos lo sabemos. Tu estabas… del talante adecuado. Quizas yo lo he estado siempre que tu estabas cerca y quizas siempre va a ser asi. Del talante adecuado para hacer el amor, para averiguar exactamente como podia ser entre nosotros.

A ella le costo terriblemente encontrar las palabras adecuadas.

– Y lo averiguaste.

– Lo averigue. Eres inocente y vulnerable. Eres mas suave que las rosas amarillas. Y eres muy, muy generosa. Pero no eres para mi. Porque tambien averigue al despertarme que me sentia como si te hubiera utilizado, como si me hubiera aprovechado de alguien precioso para mi, alguien que confiaba en mi. Todo lo que ha pasado hoy… He pensado en mi vida… -meneo la cabeza-. Vete a casa, Liz.

– Clay…

?Por que el dia se habia transformado en una pesadilla vacia?

– Cuando salga de aqui, ire a buscar a Cameron para que venga a cuidar de Spencer y luego ire al bar. Ya conoces a Char, la cantante. Es la clase de mujer que me va. Somos el uno para el otro. Esta interesada en mi y… Bueno…

Ella no necesitaba oir mas.

Capitulo Diez

Liz envolvio otro vaso en papel de periodico y luego lo dejo caer en la caja de carton sin preocuparle su futuro. Ademas, nunca le habian gustado aquellos vasos. Cerca de la alacena habia un telefono blanco. Llevaba diez dias en Milwaukee. Tiempo suficiente para arreglar sus asuntos economicos, para empezar a buscar un inquilino que subarrendara su apartamento y para ver a los viejos amigos y empezar a preparar todas sus cosas para un traslado definitivo. Tiempo suficiente para que sonara el maldito telefono. No habia sonado. No era que ella esperara que Clay llamara. Sin duda estaba ocupado con el motel y el restaurante, con Spencer, con la reconstruccion de la barrera que ella habia cometido el error de mellar. ?Hombres!

Metio el monton de platos en otra caja. Habia vendido el sofa amarillo y los sillones practicamente antes de poner el anuncio en el periodico. Los cuadros y los libros estaban empaquetados y listos para su traslado a Ravensport. Iba a tardar unos dias mas en completar los detalles de la mudanza y no necesitaba mas que una cama y unos pocos platos mientras tanto. Cruzo el casi vacio cuarto de estar hasta el dormitorio. La nieve goteaba de los alfeizares huyendo del frio viento de noviembre. Cuando se mudo a aquel apartamento despues del divorcio, era poco mas que un animal herido. Solo deseaba lamer sus heridas y ocultarse de la vida. Era lo que habia hecho exactamente durante un ano. La culpa era una companera que se autoalimentaba. Habia tenido que volver a Ravensport para perdonarse a si misma, para librarse de la confusion y dejar de castigarse. A cambio, habia aprendido a utilizar los errores que habia cometido para madurar y cambiar. Habia tenido que volver a casa para conocer la sinceridad… y para enamorarse de un hombre al que no le gustaba aquella palabra. Por ejemplo, Liz habia visto a la cantante de Clay mas de una vez. La dama era una belleza voluptuosa con una sensual sonrisa. Evidentemente estaba encaprichada de Clay, pero tenia una mentalidad limitada. Clay nunca habia tolerado bien el aburrimiento. Asi que habia herido a Liz para echarla de su vida. Muy bien. Ya estaba fuera. Salio del dormitorio, miro furiosamente el telefono y reanudo la tarea de empaquetar sus cosas. Latas esta vez. Sopas. Tres latas de tomate, tres de champinon. ?Como habia acabado con ocho latas de cebollas francesas? Aquella estupidez de que se habia aprovechado de ella. El era un hombre que nunca se habia perdonado por los grandes errores cometidos. No conocia la sinceridad emocional y no creia en si mismo. Liz acabo de llenar la caja, se desperezo y camino hasta el telefono. Ocho teclas pulsadas y luego sono. Una vez, dos. Tres veces, cuatro. Ella creia en la sinceridad, realmente creia en ella. Pero una mentirijilla no haria dano. Para ser totalmente sincera, las mentiras son necesarias a veces. Bueno, las mentiras no eran necesarias, pero el amor si y eso era lo que queria decir la sinceridad: admitir que cosas eran las importantes, aceptar los riesgos, luchar si era necesario. Una vez mas. Solo una vez mas. «Una intentona mas, Clay Stewart, porque estoy muy sola y tu comportamiento pasado me hace creer que me amas». Cinco timbrazos y luego seis… Sus pulmones soltaron el aire cuando cogieron el telefono.

– ?Andy? Soy Liz. Oye, hermano, tengo que pedirte que me hagas un favor…

Va a casarse.

Y todos los que estaban en la interestatal 43 parecian creer que aquello eran unas vacaciones. Clay paso a otro grupo de domingueros y piso a fondo el acelerador. Cuando llego a las afueras de Milwaukee, su mal humor estaba al maximo y sus nervios de punta. No conocia la ciudad, lo que no le ayudaba. Cuando estaba en un semaforo dispuso de unos momentos para repasar su aspecto en el espejo retrovisor. El traje que usaba unicamente en los funerales y en las bodas no estaba mal. De hecho, el azul oscuro le hacia parecer un hombre seguro, dueno de si mismo y convincente. La camisa de rayitas, sin embargo, parecia haber sido planchada en la autopista. Debia haberse aflojado la corbata sin darse cuenta. Su pelo parecia revuelto con las manos. El peine que siempre llevaba en el bolsillo trasero habia desaparecido. Se lo arreglo como pudo hasta que entro en Merriweather. La calle de Liz.

Merriweather, 3421. Lo encontro, pero no habia sitio donde aparcar a menos de una manzana del edificio de ladrillo de dos plantas. El corto paseo le proporciono la oportunidad de borrar el ceno de su cara y adoptar una expresion tranquila e indiferente. La misma expresion que habia asumido cuando Andy habia pasado a verle por la manana para contarle la novedad, la misma cara que habia puesto cuando Spencer le habia preguntado muy asombrado: «Papa, ?por que te estas poniendo un traje?»

Spencer podia hacer las preguntas mas irritantes. Clay no sabia por que se habia puesto el traje.

«Tranquilizate. Tenias que venir a Milwaukee y te acabas de enterar de que va a casarse». Clay empujo la puerta y entro en el vestibulo bien iluminado con moqueta rojo oscura. Cuatro apartamentos; uno era el de ella. El 3421 estaba al final del segundo piso, hasta donde sus pies le llevaron en obstinado silencio. Hacia un frio tremendo. Pero su cuerpo ardia. Podria haber corrido una maraton impulsado por la feroz energia que tenia en su interior. Su garganta estaba seca, le pesaba la cabeza y las puntas de sus dedos estaban azules y temblorosas por el frio.

Se paso aquellos dedos por el pelo y luego llamo. «?Maldita sea! Llama; no aporrees la puerta. Estamos perfectamente tranquilos». Como no hubo una respuesta inmediata, sintio deseos de derribar la puerta. Pero entonces abrieron.

– ?Clay!

En otro momento Clay habria pensado que ella parecia demasiado sorprendida de verle. En ese momento estaba demasiado ocupado mirandola. Iba descalza. Unos vaqueros viejos cenian sus esbeltas caderas y un amplio sueter amarillo ocultaba su figura. Estaba despeinada y sin maquillar. Sus ojos brillaban y en sus labios habia una sonrisa de bienvenida. Parecia descansada, tranquila, feliz.

Sintio deseos de estrangulada.

– Espero que no te moleste una visita sorpresa. Tenia que venir a Milwaukee y pense pasarme por aqui.

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