honor y Clay Stewart nunca habian sido hermanos de sangre. Entonces su mente registro por fin que no existia ningun otro hombre. Su boca toco la de ella y sus dedos se deslizaron hasta el cierre de los tejanos. El corazon de Liz latia muy deprisa, pero el suyo tambien. Ella habia estado a punto de provocarle un infarto y tenia la terrible impresion de que no iba a poder ser capaz de comportarse con calma, paciencia y ternura. Algunas cosas no podian esperar. Tenia que estar seguro de que ella comprendia que el la amaba desesperadamente. Que la necesitaba desesperadamente.
No podia renunciar a ella. Correcto o equivocado, bueno o malo, en epocas buenas o malas, no podia renunciar a ella. Lo habia intentado. Le bajo los pantalones y le saco el sueter. Ella luchaba con sus botones, le quito la chaqueta, desabrocho mas botones, tiro del cinturon. Sentia la brusca presion de la boca de Clay, sus manos temblorosas, todo su cuerpo temblando. El hombre duro y protector se estaba desmoronando. El experto amante habia olvidado su destreza. Ella no deseaba su destreza. Le deseaba encima de ella, deseaba besar cada centimetro de su piel hasta que Clay no pudiera pensar, ni respirar, hasta que no tuviera dudas sobre ella, sobre el, sobre ninguna cosa. Deseaba al vulnerable Clay dentro de ella.
– Dejame a mi -susurro.
Las manos de Clay estaban por todas partes. Sus labios descendieron por su cuerpo y encontraron un sujetador de encaje que habia olvidado quitar. Se deshizo de el y sus labios buscaron los blancos y vulnerables pechos, tensos de deseo. No lo bastante tensos.
La amaba. Su boca recorrio el liso y suave vientre y sintio crisparse los dedos de ella. Amaba el cabello color miel y amaba sus claviculas. Amaba sus unas y sus sonrisas. La amaba vestida de tonos pastel y de rojo; la amaba con la boca llena de ostras. Tenia que estar seguro de que ella lo sabia y comprendia que no importaban los errores que el habia cometido, que lo que sentia por Liz era bueno, correcto, lo mejor de todo lo que el era.
– Ven a mi, Clay
Ella le incitaba con susurros, besos, dedos, caricias. Le guio hasta su interior.
– Te adoro, encanto.
– No me adores -susurro ella-. Amame, y no dejes de amarme.
Los labios de Clay prometieron no dejar de amarla, susurraron su amor, su deseo y su terrible temor a perderla. Ella intento hablar, pero no pudo. La melodia pagana y susurrante era como elevarse en el espacio, como elevarse en la oscuridad… pero no sola. Una estrella ardiente, humeda y luminosa los acogio y los impulso hacia el extasis.
El corazon de Liz nunca iba a ser el mismo. Con los parpados cerrados y los brazos alrededor del calido cuerpo de Clay, no dejaba de pensar que su corazon tendria que calmarse alguna vez. Clay intento moverse y sus manos se tensaron.
– No te atrevas a moverte -susurro.
– Peso demasiado.
– No, no.
– Encanto…
El alzo la cabeza para mirarla.
– Vas a tener que casarte conmigo.
Ella abrio los ojos y ladeo la cabeza.
– No, eso no -susurro -Es un destino peor que la muerte. No…
El sonrio; la primera sonrisa sentida en once dias, trece horas y cuarenta y siete minutos. Se inclino y la beso. Ella respondio con un entusiasmo violento y peligroso, pero el queria algo mas.
– Di que si -le ordeno.
– ?Vas a luchar contra tu necesidad de sobreprotegerme? -pregunto ella severamente.
– Si.
– ?Te ha entrado por fin en la cabeza que soy una mujer inteligente, capaz y hermosa que sabe lo que esta haciendo con su vida?
– Preciosa, hace tiempo que lo se. Sabia incluso lo humilde que eres.
– ?Has comprendido por fin que eres el hombre mas inteligente, amante, carinoso y comprensivo que ha existido? ?Maldita sea, Clay! Tienes que entenderlo. Todo el mundo se equivoca. Tus errores te han servido para cambiar, para madurar.
– Gracias a ti. Gracias a que hace mucho tiempo una chica con cola de caballo creyo que yo era mejor de lo que era, y tuve que esforzarme en serlo.
– No, gracias a ti, gracias a que eres el mejor.
– Encanto, di que si antes de que me vuelva loco.
– Solo vamos a tener chicos. Si tenemos chicas, supongo que querras meterlas en un convento antes de que acaben de usar panales. O entre Spencer y tu las malcriareis tanto que no habra quien viva con ellas. Chicos solamente, Clay.
– Encanto, si no dices que si antes de tres segundos y medio…
El fruncio el ceno mientras pensaba en una amenaza adecuada. Que Liz le estuviera mirando con interes y expectacion no le era de ayuda.
Ella le acaricio la mejilla y la linea de la mandibula con el dedo. Penso que Clay era un hombre que necesitaba un guardian. Los hombres fuertes eran los mas vulnerables. Tendria que vigilarle cuidadosamente durante los siguientes mil anos. Tendria que esforzarse para hacerle creer en si mismo y sabia condenadamente bien que iba a costarle desprenderse de su tendencia a proteger en exceso a aquellos a los que queria. Se pelearian. Mucho. Las personas no maduran ni cambian a menos que luchen y fracasen.
– Elizabeth.
Ella estaba deslizando una pierna por el cuerpo de el. Sonrio al sentir la reaccion del cuerpo masculino. Con los codos a ambos lados de la cara de Clay, ella le ofrecio un beso digno de un rey. El tuvo la impresion de que las cosas habian sido mas faciles cuando ella era una nina que le consideraba un heroe. Aquella sonrisa era totalmente femenina. Ella le conocia muy bien. Sabia exactamente quien era el, la clase de hombre que era, y aquella mujer totalmente chiflada seguia amandole a pesar de todo. ?Que otra cosa podia hacer aparte de abrazada?
– Te amo, Clay.
El movio la cabeza con desesperacion. Ella inclino la cabeza y le dio un mordisquito en el hombro.
– Carino, ?podrias decir que si antes de que me olvide de la pregunta totalmente? -pregunto desesperadamente.
– No hay preguntas entre nosotros, amor.
– Pero…
– Si, si, si, si, si.
Jennifer Greene